Pilar Cernuda
¿Llegará Sánchez al final de la legislatura?
María Clauss lleva a la casa colón las historias de mujeres onubenses de distintas edades, razas, profesiones y condición sexual
“Has retratado mi alma, yo me siento así”, le decía Luisa a María Clauss, y ella se emociona al contarlo. Los retratos de María no son retratos normales porque son extraordinarios, y esta exposición también lo es. ‘Visibles. Mujeres para una década’, que se puede visitar hasta el próximo 28 de abril en el hall de entrada al Palacio de Congresos de la Casa Colón de Huelva, no es otra muestra sobre mujeres, qué va: es sobre historias. Historias de superación, de empoderamiento, de responsabilidad, de esperanza, de naturalidad, de generosidad, de justicia, de igualdad, de vida. Y María Clauss es capaz de reflejarlas en un clic, de meter miles de imágenes en una sola como si fuera lo más normal del mundo. Y para colmo, como si de una exposición colectiva se tratase, cada foto, cada rostro de los que se muestran se complementa con fotografías tomadas por las propias protagonistas y un vídeo (sí, un vídeo en una foto, cosas de la tecnología) en el que se profundiza aún más en la vida que ya se intuye en la foto de Clauss. Once mujeres de distintas edades, razas, profesiones y condición sexual, todas onubenses, comparten con naturalidad y espontaneidad la multitud de roles y tareas a las que se enfrentan en su día a día. Once ejemplos de vida que no son extraordinarias por sí mismas (que lo son) sino porque son como la vida de cualquier mujer.
Está la vida de Rocío Márquez. Cantaora. De lo mejorcito del panorama del flamenco mundial. En sus clases del Máster de Flamenco tomó conciencia, “afortunadamente”, de “la cantidad de cosas que había interiorizado” como normales y que no lo eran. “En las crónicas las mujeres éramos sensuales, dulces, frágiles, y ellos siempre eran la fuerza, el poder…”. No había reparado hasta entonces en ello, y ese acto de toma de conciencia es “el primer paso hacia la igualdad”. Rocío tiene un don, cantar, y lo sabe “porque cuando lo hago se para el tiempo”.
Nelly Idiaghe es de raza negra, y claro, por aquí “si eres negra eres inmigrante o eres pobre”. Pero Nelly es más de Huelva que un choco. Nació aquí y aquí quiere seguir viviendo. De momento estudia Educación Secundaria y tiene claro que su futuro pasará por ser una buena abogada y, por qué no, hacer sus pinitos en el mundo de la moda. Es joven, libre, le gusta el flamenco, la Semana Santa y estar con sus amigos. Y tiene un consejo guardado: “ama a alguien que te haga sentir especial, única”.
A Blanca Betanzos le sobran medallas. Bueno, no le sobran porque las tiene todas menos una: la de los Juegos Paralímpicos. Esa es la lucha de la atleta onubense, pentacampeona del mundo de atletismo para personas con discapacidad intelectual. Blanca tiene Down y su mejor carrera es su propia vida. Un ejemplo de superación personal que tiene dos cosas muy claras. Una, que ha demostrado que “con esfuerzo se puede conseguir todo”. La otra, que es muy feliz corriendo porque haciéndolo “me siento bien y poderosa”.
Sofía Galán tiene ocho años, pero podría darle a cualquiera una lección de empatía y de respeto a los demás. ¿Que es ser una persona trans? “No es nada. Es ser una persona”, dice con una madurez que deja boquiabierto. “Tengo derechos, tengo familia, tengo un nombre y ya está”. Sueña con subirse sobre unos patines, con ir a un campamento de verano (el coronavirus se lo fastidió el año pasado) y adora el recreo. Ella es un ejemplo, un símbolo, un referente de lucha por normalizar la integración del colectivo, pero de lo que Sofía se siente realmente orgullosa es de haber aprendido a montar en bicicleta.
Esther González es directora de la Planta Química de Cepsa. Es la primera, y es “un privilegio”. Pero no por serlo, sino porque ha abierto la puerta a “muchas más mujeres que vendrán”. Adora conocer otras culturas y asumir desafíos y retos. Gracias a ellos descubrió que “por muy fuerte que sea el oleaje, eres la capitana de tu barco, y tú decides qué rumbo tomar”.
María José Zafra ha vivido 93 años entre libros. De pequeña se escondía a leer porque “me decían que me iba a sentar mal”. Eran otros tiempos, pero los libros siguieron acompañando siempre, especialmente desde su rincón de Huelva favorito: la librería Saltés, un establecimiento histórico que fundó con unos amigos y que se convirtió en un auténtico ateneo, un templo de la cultura onubense del que se siente muy orgullosa. Como para no estarlo. Ahora, jubilada y con las limitaciones físicas propias de su edad, pasa el tiempo leyendo “incansablemente” libro tras libro y disfrutando de su familia.
La vida no siempre (casi nunca) te trata bien. Y la de Concha Martínez Lázaro es un ejemplo de este dogma. Ha padecido cáncer tres veces. La primera vez tuvo “mucho miedo a morir”, en la segunda sintió “frustración”, pero en la tercera ocasión su sentimiento fue de “mucha pena por tener que volver a decírselo a mis hijas”, que acababan de perder a su padre por la misma enfermedad. Sigue doliéndole recordar cómo perdió el pelo por la quimio o cómo es de dura la enfermedad, pero tiene una palabra secreta, un talismán que la hace fuerte: esperanza.
María José Fernández trabaja como asesora jurídica de mujeres. El feminismo es “una filosofía de vida” para ella que ha convertido en su profesión. Lucha cada día “en una carrera de fondo” por la igualdad y contra la injusticia y la discriminación. Colecciona luces: atardeceres y amaneceres en sus fotografías. Le gusta que le digan que se parece a su abuela, una mujer luchadora a la que le tocó vivir en el tiempo equivocado.
Luisa Cabrera se casó muy joven “y no sabía nada de la vida”. Su marido abusó de ella y la maltrató “todo lo que quiso”. Cuando iba a denunciarlo no le hacían caso: “me decía que tenía que aguantarlo”, y así fue hasta que le concedieron el divorcio “gracias a Dios”. Desde entonces sacó adelante sola su casa y a sus ocho hijos, de lo que se siente muy orgullosa. Sueña con que uno de sus hijos salga de prisión y con saber qué pasó con otro de sus pequeños, que apareció muerto con 17 años: “y ahí estoy, pensando siempre en lo mismo”. Cuando su mente se convierte en un avispero, Luisa también usa un amuleto: la poesía que escribe incansable y que adorna la puerta de su frigorífico en forma de hojas de cuaderno.
Hablar de Teresa Paús es hacerlo de la historia de la sanidad y el asociacionismo vecinal en Huelva. Farmacéutica del barrio del Molino de la Vega desde hace 50 años, fue entonces cuando comenzaron las reuniones (prohibidas) de vecinos. En las casas o en las noches de guardia de su farmacia, durante tres años largos, fueron dando forma a la Asociación que ahora preside. Bueno, la preside ahora desde hace 20 años. Lo mejor que saca de todo este tiempo es la ilusión, aún la tiene, de que las cosas se pueden lograr estando unidos. Para ella es fundamental el diálogo, y más que eso, “saber escuchar” y, si puede, ayuda porque se siente “más satisfecha cuando doy que cuando recibo”.
Y luego está Vega, que es una mujer diminuta. Acaba de nacer a un mundo en el que a buen seguro se encontrará con alguna de las muchas situaciones que han vivido sus compañeras de exposición. Por suerte, tiene en ellas el ejemplo a seguir. Un mapa trazado por ellas mismas que marca el camino, no siempre recto, hacia la igualdad.
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