Redescubrir el Cabezo de La Joya 2.700 años después

El Museo exhibe los dos jarros tartésicos hallados por Garrido Roiz en los 60 143.641 personas los han contemplado en el Metropolitan de Nueva York

Redescubrir el Cabezo de La Joya 2.700 años después
Elena Llompart Huelva

20 de febrero 2015 - 05:00

Los continuos hallazgos arqueológicos realizados en Huelva desde los años 40 evidencian la importancia de esta ciudad atlántica a lo largo del I Milenio B.P. Las excavaciones del sitio de La Joya (1966-1971) desarrolladas por Juan Pedro Garrido Roiz descubrieron la necrópolis orientalizante más importante de la Península Ibérica, de la que proceden dos vasos tartésicos que desde esta tarde se exhibirán en el Museo de Huelva como Pieza del Mes, una iniciativa que cuenta con el patrocinio de Huelva Información.

Se trata del jarro zoomorfo hallado en la tumba 18 y el jarro con decoración floral de la tumba 17, dos piezas que durante cuatro meses fueron cedidas por el Museo de Huelva en préstamo temporal al Metropolitano de Nueva York, donde se exhibieron dentro de la exposición De Asiria a Iberia en los Albores de la Era Clásica. La muestra arqueológica, una de las más importantes del año en el mundo, recibió un total de 143.641 visitas.

El arqueólogo Javier Jiménez Ávila impartirá una conferencia a las 19:00 de hoy en la que abordará el entronque de estas piezas con los jarros aparecidos en Chipre e Italia, su cronología, la importancia que tienen para la historia onubense, su relación con otras piezas en la Península Ibérica, su funcionalidad y el nexo que guardan con otros elementos de la arqueología de Huelva para ver cómo se desarrollan los procesos artesanales, ideológicos e históricos, como el famoso depósito de la Ría de Huelva, que es anterior.

Jiménez Ávila destaca "la importante concentración que hay en Huelva de estos jarros y que no se produce en ningún otro sitio de la Península Ibérica", después de que, además de estos dos vasos, viera la luz otro perteneciente a otra serie, denominada jarros rodios, también en la necrópolis de La Joya, así como otro más en el Parque Moret. Las excavaciones en esta última zona, según recuerda, son posteriores, de los años 90. "Los jarros se depositaron en el museo de Huelva hace poco y no están restaurados. Ahora empieza un proceso lento de restauración, consolidación y de aquí a que se puedan estudiar pasará un tiempo", apunta.

Los dos jarros que conforman la Pieza del Mes responden, según explica el especialista, a un tipo de jarro llamado piriforme, que significa jarro en forma de pera, y pertenecen a una familia de jarros similares que, aunque realizados en la Península Ibérica, son producciones fenicias que se extienden por todo el Mediterráneo y zonas en las que hubo una presencia fenicia. "Los hay en Chipre, en el centro de Italia, sobre todo en la Península Ibérica, donde hay una veintena de ejemplares", asegura.

La mayor parte han aparecido en sepulturas de aristócratas: "Algunos serían príncipes y otros personajes destacados dentro de los grupos aristocráticos de los poblados o ciudades, en este caso de Huelva". Dentro de este contexto, el experto considera que la función de estas piezas tendría que ver con ceremonias de purificación, como el lavatorio del cuerpo, más que con otras prácticas planteadas anteriormente, como el consumo de vino.

El jarro zoomorfo de la tumba 18, hallado junto a otros elementos de bronce, oro, marfil y cerámica fenicia y local, conserva adheridos a su superficie restos de tejido que se han perdido. Reproduce la silueta piriforme típica de los jarros fenicios de la Edad del Hierro, muy frecuentes en cerámica.

Los jarros cerámicos suelen aparecer en las tumbas fenicias, mientras que los metálicos se encuentran en las más ricas tumbas de las aristocracias locales, denotando diferencias ideológicas y de ritual entre ambas poblaciones.

El jarro está decorado con un grupo escultórico que representa la cabeza de un ciervo sin cuernos (posiblemente por defecto de la fundición) y una cabeza de caballo, con sus bridas, en el asa. Este tipo de decoraciones escultóricas son exclusivas de los jarros de la Península Ibérica, donde se han hallado más ejemplares con bocas zoomorfas, y quizá aludan a pasajes mitológicos de esta zona occidental del Mediterráneo.

El jarro con decoración floral (tumba 17) es también un producto muy original. Mezcla elementos de jarros fenicios más "canónicos" (boca de seta, asa con serpientes, palmetas...) con elementos inusuales en la serie, como el pie cónico. Esto podría estar indicando una fecha antigua, correspondiente al momento en que el prototipo no está aún bien definido. Pero también puede deberse a una intención por fabricar piezas individuales y únicas, de acuerdo con su destino aristocrático.

Hay que destacar la decoración floral del cuello, porque está presente en una numerosa serie de soportes y timiaterios de bronce fenicios (timiaterios chipriotas), pero es la única ocasión en que aparece en un jarro. Algunos investigadores identifican este motivo floral con un lirio o flor de loto.

Estas flores tienen significado mágico y religioso en la iconografía fenicia. Este motivo se repite en un gran timiaterio y en una vasija de bronce que fueron encontrados en la misma tumba, al lado del jarro. Así, las tres piezas forman un conjunto cerrado con fines simbólicos y rituales relacionados con el preeminente papel social del difunto.

Los dos vasos reflejan las peculiaridades de la producción de bronces de los talleres fenicios asentados en la Península Ibérica durante la época de la Colonización, que permiten caracterizar una producción provincial hispánica dentro de la artesanía fenicia del Mediterráneo Arcaico.

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