El Turry del Sacromonte
Festival Ciudad de Huelva
Tres peñas flamencas y Antonio Gómez 'El Turry' iluminan el escenario de la Fundación Cajasol en el marco del Festival Flamenco de Huelva
Huelva/Después de haber asistido a varios de los platos fuertes de este Festival Flamenco de Huelva, el martes 21 entraba en escena el flamenco protagonizado por las voces de los aficionados onubenses que forman las peñas. Aunque ya tuvimos antes la Final del Certamen de Fandango Joven de la Peña Flamenca de La Orden, esta continuación del esfuerzo y la pasión por el cante y el toque, sirve también como termómetro para medir la auténtica esencia local, la esperanza futura depositada en escuelas, fundaciones y academias vinculadas a tertulias y asociaciones cuyo trabajo, año tras año, va dando sus frutos.
Por otro lado, las peñas flamencas en general, cumplen un segundo cometido. Manifiestan una segunda vertiente: la de ofrecer a los aficionados una programación que intenta ser representativa del panorama actual, dentro de sus limitaciones económicas, y acercarnos así a la figura de artistas que de otro modo sería muy difícil escuchar por aquí. La hermandad y espíritu de colaboración existente entre todas ellas -al menos a priori, y salvo rarísimas excepciones que nunca quisiéramos que se dieran-, permite que socios y allegados, o interesados en general, mantengan un contacto directo con el flamenco más puro y de calidad.
Este año el escenario elegido para las actuaciones, tanto de jóvenes, como de veteranos que siguen cultivando sus gargantas, era la céntrica Plaza de las Monjas, y el formato elegido el de tres peñas por día y un artista foráneo que cierra la velada casi al anochecer.
Comienza la tarde flamenca a las siete en punto con todo un clásico. La ronda de fandangos a cargo de las mujeres de la Peña Femenina de Huelva. Insertos en esas canciones de diversa creación, hacen especial parada en Alosno, la Punta del Sebo con símiles taurinos, y terminan con aquel tema de Casto Márquez titulado Yo soy del mar. La guitarra es de Manuel de la Luz y a la percusión les acompañó Lito Mánez.
El cuadro flamenco de la Peña de La Orden comienza con una clasiquísima soleá de Joaquín el de La Paula y se acuerda de Juan Talega. Isa Ternero se va luego por Cádiz interpretando cantiñas, y deja paso a la malagueña de Chacón y abandolaos de Frasquito Yerbabuena. Continúa el cuadro con unos tangos que se rematan con los de Morente, cerrando con una serie de fandangos de diverso tipo y procedencia, incluyendo uno con flauta rociera.
La Peña Flamenca La Soleá abre por malagueñas, continuando por romeras, que dan el toque de variedad estilística a las intervenciones del día. Precisamente el mismo intérprete de las romeras, demuestra oído y recorrido por unos fandangos personales de los que destacamos aquellos que interpretara en su día el cantaor ecijano José Galán: “a la misma sepultura, conmigo irá este cariño, cuando éramos dos niños yo ya te quise con locura, y hoy te quiero con delirio”. Por su parte, Clara Ojeda (alumna aventajada de la escuela) interpreta la caña, cerrando el elenco de La Soleá por tientos tangos y por bulerías. La guitarra corrió a cargo de José Moreno.
Antonio Gómez El Turry es un cantaor de Almuñécar que tiene a gala componer buena parte de los cantes que interpreta. Esto, que en otras esferas podría ser, de entrada, una ventaja, un atractivo para prácticamente todo el público, en el género que nos ocupa puede ser un serio inconveniente encima de un escenario, cuando no se dosifica adecuadamente. En primer lugar, porque acomodar los versos a la métrica de los cantes puede crear el efecto de estrofas metidas con calzador. Pero también, porque con repertorios tan personales se corre el riesgo de la falta de transmisión, sobre todo si no eres esa clase de figura irrepetible y fuera de serie, ese “artista de artistas” (un concepto tan en boga últimamente para referirse a ciertas figuras de la música). Si además le añadimos que, no sabemos si por concomitancia geográfica, su obra se erige sobre el pedestal de la figura de Enrique Morente, tendremos desplegada más de la mitad de su filosofía musical, con la que debe batirse el cobre lo indecible ante las inclemencias del clasicismo flamenco.
Sale de inicio El Turry con una personalísima vidalita, adornándose hasta el extremo. Está más que correcto -sorprende incluso- por soleá trianera, y brillante en las cantiñas de La Juanaca. Interpreta también las sevillanas de su disco Borracho de arte, dedicadas la primera y la cuarta a Camarón.
Capaz de sacrificar otras cosas en favor de un absoluto creacionismo poético, aún a riesgo de las apetencias de los más cabales, sus grabaciones no distan demasiado de sus directos, y muchos de sus cantes son poco comunes.
Cerrando casi el espectáculo, hace cantes de Frasquito Hierbabuena, granaína y media granaína de Chacón (que comienza con el poema De pronto de Lorca), para seguir con los tangos del camino del Sacromonte, mediando primero el fragmento de El lenguaje de las flores los versos machadianos de Mi pena de Morente. El final lo pone con algún que otro fandango con Toronjo en el recuerdo.
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