Acercar la poesía a la guerra

Rafael Alarcón Sierra rescata 'Zafarrancho de España' y 'Poemas rojos', de Alfonso M. Carrasco, dos libros de "páginas ígneas y vitamínicas", uno de ellos con prólogo de Antonio Machado

Una de las ilustraciones de Ignacio Díaz incluidas en el libro "Zafarrancho de España' (1937), de Alfonso Martínez Carrasco, publicado por la editorial Guillermo Escolar. / D. S.
Marta Palenque

09 de febrero 2025 - 06:01

La ficha

'Zafarrancho de España y Poemas rojos (Poesía completa)'. Alfonso M. Carrasco. Estudio y edición de Rafael Alarcón Sierra. Madrid. Guillermo Escolar editor. 2024. 214 págs

En este volumen de la colección Literatura y Guerra Civil, de la madrileña editorial Guillermo Escolar, se rescatan dos libros de Alfonso M. Carrasco teñidos de urgencia social y defensa civil. Poemarios de denuncia anclados en la ideología republicana y combatiente de su autor, compuestos en plena lucha, en los años 1937 y 1938. El segundo es especial, porque lleva un prefacio –poderoso, valiente y emotivo– suscrito por Antonio Machado que empieza así: "No faltará quien se escandalice […] porque yo elogie este libro, lleno de frases gordas, de sarcasmos y de blasfemias. Yo, sin embargo, con entera tranquilidad de conciencia, digo que lo he leído –todo él– con sumo interés, y no encuentro motivo alguno para la «censura»". Sale al paso el sevillano de una doble censura: aquella que se cernía sobre la ideología republicana misma y la condena del lenguaje coloquial, imprecatorio y vulgar, en la poesía.

De Alfonso Martínez Carrasco (La Carolina, Jaén, 1912-¿?) quedaban pocos datos biográficos. El editor del libro, el profesor de la Universidad de Jaén Rafael Alarcón Sierra (especialista en la obra de los hermanos Machado), lleva a cabo una excelente investigación, que a ratos parece detectivesca, en bibliotecas, hemerotecas y archivos. De extracción popular, Carrasco recibió una enseñanza primaria y desempeñó diversos empleos: primero, en el entorno de su provincia y, después, en Madrid, a donde llega a principios de 1930. La elección de la escritura como oficio le acarreó la miseria, pero la suya fue una vocación irrenunciable. Desde 1932 publica libros de carácter anticlerical e interés por la causa proletaria y colabora con Vicente Carceller, el editor de la revista satírica valenciana La Traca. Además, edita hasta 1934 numerosos títulos de crítica social y religiosa en la Editorial Carceller. En ese mismo año inicia sus crónicas en El Pueblo. Diario Republicano de Valencia. Alarcón Sierra relaciona con detalle los títulos y valora el contenido de estos trabajos revolucionarios y su discurso al respecto de la política española e internacional. Carrasco se alista como soldado, en 1937, en las milicias antifascistas de Cataluña.

Alarcón Sierra ofrece una extensa y rica información sobre este raro autor, su biografía y sus publicaciones. No puede asegurar su destino final, solo que pasó la frontera francesa en 1939, estuvo en el campo de concentración de Saint-Cyprien y, luego, en Agde. Intentó trasladarse a México; quedan testimonios de sus gestiones, pero no de su éxito.

Los dos libros de poesía reimpresos ahora, amparados por el Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC), están llenos de “páginas ígneas y vitamínicas”, en palabras del editor. Zafarrancho de combate (1937) lleva ilustraciones de Ignacio Díaz y José Bartolí (este último, un valioso dibujante, que partió al exilio y llegó a ser famoso en México y EE UU). Poemas rojos (1938) incorpora el preliminar machadiano junto a frases del general Miaja, Pasionaria y Ángel Samblancat, y reúne poemas fechados en el Frente de Aragón, entre septiembre de 1936 y enero de 1938, cuando Carrasco peleaba en ese campo de batalla. En realidad, ambos volúmenes repiten un gran número de composiciones, por lo que el segundo podría ser una nueva edición, con poemas añadidos. Son versos de guerra, descarnados, desafiantes, hirientes, maniqueos, muestra del enfrentamiento de los españoles y del comportamiento indigno (“neutral”) de algunos países europeos. En todos transmite el valor de la poesía como dardo en la lucha, aunque poco puede frente a las armas, y estas faltan para los republicanos: “Poesía de fundición y de torno./ Quiero que me canten en hierro y acero./ Palabras/ y flores/ y deseos, solamente/ ¿de qué me sirven?”, interpela Carrasco al lector.

En torno al mundo de La Traca y de su editor, Vicente Miguel Carceller (sobre el que hay un ensayo de Antonio Laguna Platero), quiero destacar dos trabajos recientes que ayudan a comprender la importancia de esa empresa editorial: por una parte, el documental Carceller. El hombre que murió dos veces (2021), dirigido por Ricardo Macián; por otro, el volumen centrado en uno de sus dibujantes señeros, Carlos Gómez Carrera, conocido como Bluff, Redescubriendo a Bluff. El dibujante que se enfrentó al fascismo (2018), de Lamberto Ortiz Torrero. La Traca fue una revista de sátira política de gran popularidad entre 1909 y 1940; en ella trabajó de forma activa Bluff, muy aplaudido por sus dibujos cómicos en el diario La Libertad (Madrid). Sorprende desde este presente la abierta defensa de la revolución y el humor crítico, ajeno a prejuicios y censuras, de Carceller y Bluff, lo que les acarrearía la prisión y su fusilamiento en 1940. El documental ha tenido una gran repercusión, no así el libro de Ortiz Torrero que, sin embargo, es pionero en la recuperación de Gómez Carrera, cuñado de la periodista Teresa de Escoriaza. Es seguro que Carceller y Bluff trataron a Alfonso M. Carrasco, los tres sumidos en el más triste de los olvidos, por lo que celebro la recuperación de su memoria.

El Machado que da un paso al frente y coloca sus palabras junto a los versos de Carrasco es el Juan de Mairena que, cuando impartía una clase acerca de la belleza de la sencillez poética, le pedía al alumno Pérez que anotase en la pizarra: "Los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa". El alumno lo hacía y el maestro continuaba: “Vaya usted poniendo eso en lenguaje poético”. Pérez escribía: “Lo que pasa en la calle”, y concluía, satisfecho, Mairena: “No está mal”. “Me parece bien […] que Alfonso M. Carrasco pretenda acortar la distancia entre la palabra hablada y la palabra escrita, y, en general, que intente acercar la poesía a la guerra”, opinaba el Antonio Machado de 1938 en Poemas rojos, dejando así un testimonio sincero de su credo vital más íntimo: la blasfemia por el dolor y la crueldad de la guerra era índice de lo que pasaba en la calle y los poetas no podían sustraerse a esa verdad.

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