Antonio Mairena y el fandango
Historias del fandango
El pasado año se cumplió medio siglo de la muerte de Antonio Mairena, uno de los cantaores decisivos del flamenco en toda su historia, y con una particular relación con el cante de Huelva
Historias del fandango: “El fandango, próximo a lo flamenco”, según Blas Infante
Huelva/El modelo de espectáculo denominado como la ópera flamenca impulsó extraordinariamente al fandango durante tres décadas, hasta el punto de cambiar el paradigma del flamenco. Mairena lo desacreditó y despreció al fandango como cante, pero nunca dejó de cantarlo en reuniones y fiestas privadas. Ese rechazo se constata en el libro de memorias Las confesiones de Antonio Mairena.
Por motivos distintos, él mantenía la misma actitud hacia el fandango que en los años veinte del pasado siglo habían manifestado Antonio Chacón y la Niña de los Peines. Y no apreció a este cante porque no cabía en sus postulados gitanistas sobre la ortodoxia de lo gitano.
El maestro no perdió ocasión para culpabilizarlo: reconoce que en los primeros años 50, “los tablaos mejoraron el ambiente de la afición”, pero enseguida precisa que el cante entró en decadencia porque “los cantaores lo tiraban por tierra cantando cuplés y fandangos”, en perjuicio de cantes como la soleá, por ejemplo, que se subordinaban al baile.
Un tiempo afincado en Huelva
A pesar de ello, el maestro de los Alcores mantuvo una interesante relación privada con los fandangos. Y los conoció muy bien, tanto los naturales como los de Huelva. Hay que recordar que, pasada la Guerra Civil, Antonio vivió casi permanente un par de años en Huelva, distanciado de una Sevilla que por entonces le resultaba una ciudad peligrosa para su integridad física. Fue un tiempo en el que pudo escuchar y aprender muchos fandangos, tanto en actuaciones como en las noches del Quitasueños, estación nocturna donde los aficionados de la capital se citaban con el flamenco.
Enemistad con Caracol
En el bar Correos trabajaba de camarero el que fue su entrañable amigo Pepe Escala, que tiempo después sería dueño de un restaurante donde Mairena echó muchos buenos ratos de cante y juergas durante décadas. Se dice –y no hay manera de confirmarlo por la vía familiar, porque la persona descendiente de Escala consultada hace años desconocía esto– que en una ocasión en la que Antonio estaba cantando, aparecieron por el local el general Queipo de Llano y Manolo Caracol, y que una conversación de ambos amenazante para su persona, que oportunamente le filtraron, le aconsejó escapar rápido del local. No hay confirmación, repito, pero es bien conocida esa leyenda entre los aficionados viejos de Huelva.
Algo parecido contaba el periodista Manolo Barrios, gran amigo de Mairena, que le ocurrió en Sevilla días después del 18 de julio y con Caracol protestando al delegado del Gobierno porque había invitado a cantar a un rojo. Realidades o leyendas de sus malas relaciones con Manolo Caracol y el carácter de éste nos hacen sospechar que fueron ciertas.
Los dos eran gitanos y habían nacido el mismo año, 1909, pero nunca se llevaron bien. Contaba Mairena que Caracol le había denunciado por desafecto al régimen franquista, una denuncia tal que podía acarrearle consecuencias muy graves. Cuando se encontraban en algún lugar y Caracol estaba bebido, le ofendía y le insultaba. En sus memorias, al referirse a El Planeta en los orígenes del cante gitano, espeta Mairena que “nada más se sabe de El Planeta ni de su descendencia, aunque modernamente, sin ningún fundamento, se haya querido identificar a algunas personas como parientes del legendario cantaor”.
Esto lo afirmaba en 1976, y parece claro que el destinatario es Caracol. Pero sus desavenencias vienen de antes. En una entrevista en la revista Triunfo, en marzo de 1970, sin nombrarle, Mairena espeta: “Un señor que no sé si llamarle cantaor de flamenco o medio cantaor de flamenco, o folclorista (…) No se puede destruir como si pasara una máquina apisonadora que lo va demoliendo todo… Este señor no ha hecho más que a los jóvenes, desde Utrera a Cádiz, hacerles un lavao de cerebro…”. A lo que responde Caracol, en la misma revista en agosto: “Hay muchos cantaores de esta época que cantan de cabeza cantes que no han existido nunca y que no han conocido, y los llaman cantes de Alcalá, cantes del patatero y de Juan Perico. ¡Eso no vale nada! Eso ha sido como si dijéramos un aperitivo del cante flamenco. Se llama cantar, cantar y crear, improvisando. ¡Eso es cantar!”. (Por cierto, que en 2011 y como fruto de sus investigaciones, Manuel Bohórquez confirmó documentalmente lo que Caracol pregonaba: que era descendiente del legendario Antonio Monge Rivero El Planeta).
Con aficionados choqueros
Camilo Gómez (la rica memoria del flamenco en Huelva que tristemente nos dejó) compartió algunas vivencias fandangueras con Mairena. Me contaba cómo en una ocasión, corriendo los primeros años sesenta, tres o cuatro jóvenes onubenses, entre ellos Antonio Toscano, estaban cantando fandangos en un bar de Sevilla y que el camarero se acercó a su mesa con una botella de vino que les ofrecían desde otra reunión que había en el local. Quien les invitaba era, nada menos, que el flamante ganador de la Llave de Oro del Cante (Córdoba, 1962), don Antonio Cruz García, Antonio Mairena, que se acercó al grupo de aficionados veinteañeros.
– Os felicito –les dijo–. Qué bonito y qué agradable es para mí que estén cuatro chavales, jóvenes como ustedes, cantando fandangos de Huelva…
Les pidió que cantaran tres fandangos cada uno y que luego él les cantaría lo que le pidieran. Más de una hora cantando, recordaba Camilo.
En otra ocasión en que coincidieron en Huelva, le dijo Mairena a Camilo:
– Niño, te voy a cantar un fandango que yo le compuse a un amigo de tu tierra: Si vas a Huelva algún día / y pasas por la Placeta / pregunta por Baldomero / que vende gafas a peseta, / un gitano con salero”…
–¡Maestro –le respondió Camilo, admirado–, pero cómo es que no habla usted con aprecio del fandango de Huelva, con lo bien que lo canta? Si canta usted de p… madre nuestros fandangos! ¿Por qué no los canta en los escenarios?
Y su respuesta fue una sonrisa de complicidad perfectamente interpretable. Así que Antonio Mairena mantuvo al fandango en su vida privada, pero no en sus actuaciones públicas: no cabía en su ideario flamenco ni lo habrían entendido sus seguidores.
(Continuará)
Temas relacionados
No hay comentarios