Un aviso a mistificadores
Historias del fandango
Aunque el fandango se cantaba en todas partes, el jurado dejó desierto este premio en el Concurso de Cante Jondo de 1924 en Huelva como una advertencia contra las deformaciones
El Concurso de Cante de 1924 en Huelva
Diez días antes de celebrarse el concurso, los organizadores empapelaron las calles y establecimientos públicos con carteles anunciadores del futuro acontecimiento. Se pusieron taquillas de venta de entradas en el Real Teatro y en la plaza de toros. El coso fue decorado para la ocasión con una iluminación a propósito para el evento, “con una potencia lumínica de 39.000 bujías, 12.000 más que el año anterior. Un tablao montado en el centro del redondel sirvió de escenario para artistas y concursantes. Por la tarde, la Banda de Cornetas y Tambores del Regimiento de Artillería de Córdoba actuó a las puertas del Ayuntamiento interpretando “escogidos números, y seguida de numeroso público recorrió diversas calles de la capital, siendo muy aplaudida en las distintas marchas que ejecutó admirablemente” (La Provincia, 26 de julio 1924).
El siguiente comentario del periódico nos aproxima al entusiasmo y el fervor que producían entre los aficionados los artistas flamencos y sus cantes. Decía así: “La animación que se nota para estas típicas fiestas va en aumento, hasta el extremo de que las discusiones entre los aficionados en defensa de sus respectivos ídolos son muchas y empeñadas”. (Diario de Huelva, 25 julio 1924)
Inscritos para concursar
Cuatro días antes del concurso se publicaron los nombres de los aspirantes: habían participado en el concurso del año anterior y repitieron El Cuchillero, que ganó el premio al cante por seguiriyas, y el alosnero José Ponce El Serrano [1], que en esta ocasión se quedó sin premio a su cante por fandangos; y se apuntaron como nuevos el también alosnero Fernando Camisa, del que no hubo noticia de que finalmente se presentara a cantar; Antonio Garrido, al que se concedió el premio de soleares, y Pepita Domínguez Ramos, una joven buena aficionada del barrio de San Sebastián de la capital, de la que tampoco hubo noticia de que actuara. Pero fue muy comentado que una mujer se presentara al concurso. Pocos concursantes, en realidad, como ya sucediera en la edición anterior, pero nunca sabremos por qué otros buenos aficionados, bien conocidos de los aficionados, no se presentaron a ninguna de las dos ediciones.
El cartel de los profesionales
Como en la de 1923, el cartel de artistas participantes estuvo integrado por figuras de primer nivel flamenco. Esta vez no asistió Antonio Chacón, pero sí volvió Manuel Torre. Completaron el cartel Pepe Marchena, el Niño Gloria, la Niña del Patrocinio [2], Niño Medina, en el baile los veteranos La Malena y Ramírez, la Banda de Cornetas y Tambores del Regimiento de Artillería de Córdoba y la Banda de Música municipal. Como guitarristas, el Niño Ricardo, el Niño de Badajoz, Baldomero Ojeda y el onubense Rafael Rofa para acompañar a los concursantes [3]. Los aficionados echaron en falta al guitarrista Niño de Huelva, que tan notablemente actuó en el anterior concurso.
Se cantaron muchos fandangos, pero…
Entre los concursantes, Antonio Garrido “estuvo felicísimo por fandangos”, El Serrano, acompañado por Paco Pérez a la guitarra, volvió a competir con este estilo, “que el público premió con aplausos”. Pero en esta ocasión no lo ganó, porque el jurado decidió dejar desierto este premio. ¿Qué sucedió, si el año anterior fue el ganador cantando este palo? Sucedió que el jurado, con exigente criterio, decidió que no todo lo que se escuchó estas dos noches eran fandangos auténticos, ahormados y fieles a la tradición. Se puede decir que El Serrano, de sobras conocido como buen estilista de los fandangos alosneros, pagó el pato de los abusos y adulteraciones que se venían cometiendo con este cante. El Concurso de 1923 había encumbrado al fandango, que, subido a la ola del éxito popular, proliferó espectacularmente, sí, pero con poco rigor en la definición; se produjeron mezclas y confusión con otros estilos y empezó a degenerar. No todo lo que se escuchaba era homologable a los auténticos fandangos de Huelva. Fernando el de Triana [4], que seguramente presenció el concurso en la plaza y que por haber nacido en 1867 había seguido prácticamente la evolución flamenca del fandango desde sus principios, fue siempre un firme defensor del auténtico fandango, el cantado “sin ratimagos ni adulteraciones”, refiriéndose a los de los alosneros Marcos Jiménez y Manolillo el Acarmao entre otros, advertía de este peligro, como puso por escrito años más tarde en su libro Arte y artistas flamencos. (Arte y artistas flamencos, pág. 266. FERNANDO EL DE TRIANA, 1935).
El fandango fue generosamente cantado en esta edición. Prácticamente todos los intervinientes lo cantaron. Es que todo el mundo cantaba fandanguillos por esa época y era el cante más popular de todos. El Niño de Marchena obsequió al público “con varios fandangos de su estilo propio que tienen mucho sabor y que canta notablemente, demostrando que es un maestro en estas lides”; el Niño Medina “tomando la guitarra, se acompañó unos fandangos que coronaron su triunfo”; el Niño de Jerez “también cantó fandanguillos, muy bien” (La Provincia, 28.07.1924).
(Continuará)
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