Los Cafés Cantantes de Sevilla
Revista Candil | Crítica
En la obra del escritor José Muñoz San Román resucita con total fidelidad el mundo de los Cafés Cantantes sevillanos de principios de siglo XX
La ficha
'Candil' nº 173. Dir: Alfonso Ibáñez Sánchez. Peña Flamenca de Jaén, 60 pp.,
El último número de la revista Candil que publica la Peña Flamenca de Jaén nos ofrece un artículo firmado por Eugenio Cobo Guzmán sobre el flamenco en la obra del escritor sevillano José Muñoz San Román. En los textos de Muñoz San Román encontramos un retrato literario muy fiel a la realidad histórica, por lo que, de la mano de este autor, podemos recorrer el mundo de los Cafés Cantantes sevillanos de principios de siglo XX. La obra de José Muñoz San Román (Camas, 1876-Sevilla, 1954) es un fiel reflejo del flamenco de su época. Por ella desfilan intérpretes tan notables como Pastora Imperio, Amalia Molina o la Niña de los Peines, y locales tan reputados como el Café Novedades o El Imperial. Y ello, tanto en su obra en prosa como en verso, tanto en sus trabajos periodísticos como líricos o de ficción. Del repertorio de baile de la época, aparece mencionado el tango (La sequía, 1908), la seguidilla, que es la seguidilla sevillana, bailada por “una moza de rumbo” gitana y cantada por “una flamenca” (Del solar sevillano 1911); el estilo vuelve a aparecer en 1921 en la obra El encanto de Sevilla calificado como “alegre seguidilla” junto a la “triste soleá”. Esta obra incluye una larga entrevista con el Maestro Otero en la que el bailaor habla de su “cuadro flamenco”. Habla Otero de los bailes y bailaoras de Sevilla, y también de los de Granada, donde dice que maestros como Vázquez tienen que cerrar sus negocios porque todo se lo lleva “Maya”, es decir, la zambra de los Amaya. En esta misma obra hay una descripción muy detallada, con el título de “Pastora ha vuelto”, de una actuación de Pastora Imperio en El Imperial. En 1923, en Es una novia Sevilla, hace una pequeña historia, bastante fiel a la realidad, de los Cafés Cantantes sevillanos para centrarse luego en la historia del Novedades, que había caído víctima de la piqueta unos meses antes de publicarse el libro. Así, hace un repaso, no solo de las bailaoras notables de la Sevilla de los Cafés Cantantes, también de los cantaores y tocaores, desde Silverio al Maestro Pérez. En 1931 publicó en Mundo Gráfico un artículo titulado “Las flamencas con traje de varón” donde hace un curioso repaso de las bailaoras que subieron a los escenarios de todo el mundo con el traje, y repertorio, masculino, empezando por La Cuenca y siguiendo por La Juanaca o La Robles. En esta obra nos ofrece información sobre cuál era el repertorio de bailes de los Cafés Cantantes: “zapateado, el vito, los panaderos flamencos y tangos de chufla”.
La de los Cafés Cantantes de Sevilla es una memoria que está por recuperar. Fueron unos locales fundamentales en el ocio urbano y en el flamenco de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. El primero se abrió en la calle Tarifa número 1 cuando Silverio Franconetti es contratado como director de la academia de baile que había sido del Maestro Botella. En las academias de baile de Sevilla, como en las de Madrid, ya había a mediados del siglo XIX un servicio de restauración que se ofrecía durante los “ensayos públicos”, que no eran otra cosa que espectáculos de baile y de cante a cargo de eminentes bailaoras y los más reputados cantaores. Así lo testimonian viajeros como Glinka o autores locales como Cristóbal de Pascual. Pues bien, Silverio Franconetti, a su regreso de América, asume la dirección de la Academia Botella y es en ese momento, en 1870, cuando decide dar más protagonismo en las actuaciones al cante, siendo él mismo cantaor, y nace de esta manera el primer Café Cantante de Sevilla. Fue en la calle Tarifa número 1. Hablamos de Café Cantante de flamenco, naturalmente, porque de otros géneros ya había antes en Sevilla. En 1881 Silverio disuelve su asociación con El Burrero y abre su propio Café en la Calle Rosario número 4 en tanto que El Burrero abre un segundo café en Sierpes. A estos sucedieron el de Triperas, en la calle del mismo nombre, donde debutó Pastora Imperio en Sevilla, y los otros mencionados, como el Imperial, que en principio se llamó Suizo, y en el que se llevó a cabo la primera proyección del cinematógrafo en Sevilla. El propio Muñoz San Román define al Imperial, en la noche de la actuación de Pastora Imperio mencionada, como cine. Y el Novedades, naturalmente, inmortalizado por un lienzo de 1914 de Sorolla. Aquí fue donde Massine conoció a Félix Fernández García, durante la gestación de El sombrero de tres picos. Otros Cafés Cantantes importantes que hubo en Sevilla fueron el Lope de Rueda, en la Calle Amor de Dios, o el de Lombardos, en la Calle Tetuán. Como vemos, la mayoría de los Cafés Cantantes, como las primitivas academias de baile de las que nacieron, estaban situados en el entorno de la Campana. Aunque hubo alguno fuera de esta localización, como el Eden Concert de la Alameda de Hércules. El último gran Café Cantante que hubo en Sevilla fue el Kursaal, que cerró sus puertas en 1936. De algunos de estos locales queda memoria arquitectónica que, si no se toman medidas, en breve desaparecerá.
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