El canto coral, una puerta de par en par a la salud y el compañerismo
La armonía entre todos los miembros de un coro tiene una fuerza indescriptible
Huelva/Uno de los encuentros más fecundos y satisfactorios dentro del panorama sociocultural es un coro. Cantar en un coro no sólo proporciona las consabidas sensaciones de conjuntar voces de los más variados rasgos de tesitura, dinámica, timbre y estilo; sino que también beneficia en los aspectos respiratorio, orgánico, estético y social.
En primer lugar, el canto ayuda a mantenerse en forma pues el control de la respiración es una disciplina; al cantar se respira más profundamente que al hacerlo de forma instintiva o al hablar. Al respirar se mantiene en acción una actividad aeróbica y se tonifica los músculos abdominales, intercostales y el diafragma. Esta gimnasia puesta al servicio de la música multiplica sus beneficios al ocurrir entre todos los miembros de un coro. Y es que los coristas no solamente disfrutan de la música; sino que además se ejercitan juntos con un alto poder terapéutico. Algunos estudios señalan que el canto produce una liberación de endorfinas, que repercuten de forma directa en nuestro estado de ánimo; sus consecuencias también se identifican con el placer.
Profundizando en el vasto campo de la salud, se ha comprobado que el canto coral es una actividad que influye favorablemente en la bioquímica del cerebro hasta el punto de que hay científicos que emplean el término gimnasia neuronal. De hecho, mejora la concentración y la memoria, algo que va más allá del aprendizaje del repertorio que se trabaja en un ensayo, concierto o representación. Entre aquellas personas aquejadas de alguna enfermedad o trastorno se ha verificado que el canto coral es una buena terapia ya que combate el estrés, reduce la frecuencia cardiaca, aminora los niveles de depresión y propicia el bienestar.
Al fin y al cabo, cuatro voces mixtas a lo largo de una partitura es un alucinante mapa de acordes cuyas ondas activan zonas del cerebro que a veces no se activan de un modo tan natural y espontáneo. Tan bienhechora es la música coral que en medio de las consabidas precauciones de esta pandemia, como la distancia social y el uso de mascarilla, nos damos cuenta de que los coros no pierden homogeneidad ni brillantez, pese a que los cantantes manifiesten lo arduo de estas restricciones, que obliga a ensayos y actuaciones completos con la boca y al nariz tapadas. Aun así, la música no se ve desmejorada. La asiduidad de la armonía coral interviene beneficiosamente en nuestro cuerpo revirtiendo en salud.
Es en este punto, el de la armonía entre todos los miembros de un coro, donde se impone el valor de la belleza, algo de una fuerza indescriptible que va haciéndose sitio en la vida de cada persona. El instante irrepetible de un pasaje musical que se ha ensayado o interpretado en vivo puede ser determinante para la felicidad de un corista; el canto coral o rescata experiencias de nuestro pasado o bien exalta el ideal de cara al futuro. Un coro es el mágico trampolín que ayuda a perseverar en los grandes sueños personales y colectivos. Hay personas que nunca imaginaron lo que iban a experimentar al incorporarse a un coro; al enfatizar la responsabilidad, la disciplina, el orden y la constancia descubrieron nuevas facetas del compañerismo, la solidaridad, el respeto y la tolerancia. Precisamente, saber escuchar las otras voces no sólo fortalece el sentido armónico; sino que además desarrolla la inteligencia y la cooperación.
La cooperación en un coro significa tener un concepto de trabajo en equipo; hay que aprender a escuchar a los compañeros, aprender a esperar el momento en que entra cada voz, y hacerlo con calma y aplomo. Hay ocasiones en que se debe respaldar a compañeros con una auténtica labor de artesanía, intensificando o aminorando; aligerando o retardando, ect.Una labor puramente técnica que luego revierte en aspectos de la vida diaria, como detectar los puntos frágiles de los demás para arroparse mutuamente.
La ventaja de muchos coros es que está formado por miembros de todas las edades y generaciones; el tiempo que se pasa juntos ensayando y actuando es una convivencia que perfecciona habilidades sociales. Si cada corista ha vivido algo único, esto lo proyecta inconscientemente a través del canto. Todo ensayo o concierto es una gran oportunidad no sólo para disfrutar la música, sino además para enriquecerse humanamente. La Doctora Matilde Chaves De Tobar, directora del coro “Arte Música” de Salamanca, puntualiza: “La música y el canto coral articulan una conciencia común y el desarrollo armónico de la personalidad del corista, donde a la par de una irremplazable vivencia artística se adquiere las bases de un comportamiento social de profundas connotaciones humanísticas”.
A la luz de los resultados se demuestra que la práctica del canto coral en un ámbito didáctico facilita el espíritu inclusivo; ahí no cuenta que un alumno sea mejor que otro, ni tampoco que cante más fuerte. No cabe duda de que la incorporación de coros a los programas y centros de enseñanza ha sido una siembra de respeto y solidaridad entre los alumnos. Si hay algo lejos de toda competitividad, eso es el canto coral.
La armonía asienta el verdadero fundamento de la música. Valgan de conclusión estas palabras de Richard Llewellyin: “Canta pues. Canta sin cesar, con los hombros relajados y tu mirada fija en un objetivo con tal de que el canto suba al techo y traspase incluso el firmamento, etc. Un armazón de sonidos perfectos y hermosos donde cada nota se oiga en una colorida alfombra tejida desde el bajo y subiendo por el barítono, el tenor, la contralto, la mezzo hasta llegar a la soprano. Cantando de tal modo que la vida y todo lo viviente se conviertan en canto”.perfectos y hermosos donde cada nota se oiga en una colorida alfombra tejida desde el bajo y subiendo por el barítono, el tenor, la contralto, la mezzo hasta llegar a la soprano. Cantando de tal modo que la vida y todo lo viviente se conviertan en canto”.
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