Correcto noir nórdico

Desde los años 90 se ha ido imponiendo en las librerías la novela negra nórdica hasta acabar convirtiéndose en un fenómeno editorial mundial. En las pantallas grandes o pequeñas –porque su éxito ha coincidido con el de las plataformas y las series– ha tenido menos suerte, siendo la tónica general una digna y artesanal medianía.

Es el caso de esta película basada en una novela de Yrsa Siguroardóttir publicada en 2015 (hay traducción española en Reservoir Books) que tiene la misma densidad escabrosa que se espera de estos relatos. Un centro de menores (tienen especial predilección por ellos como lugares del mal) en el que sucedieron abusos que son investigados años después siguiendo el hilo de unos crímenes y que a su vez guardan relación con el suicidio de la esposa del atormentado investigador, muy dado a la botella, y ha provocado lógicos y graves problemas mentales a su hija adolescente que para colmo de males sufre acoso escolar (suicidio, depresión y alcoholismo son otras constantes en la literatura y el cine de los países nórdicos: será cosa del clima y de la luz).

La dirige con oficio, pero sin brillantez, el islandés Erlingur Thorodssen, que ha desarrollado su carrera entre Hollywood (Child Eater, Patient Seven) y su país (Rift), siempre en una línea entre el terror y el trhiller. Logra la atmósfera turbia y opresiva propia del género en su variante nórdica, presenta una desoladora galería de personajes muy bien interpretados y logra superar ciertas incongruencias del guión –entre ellas la unión entre los hechos del presente y los del pasado– que busca el giro y el golpe de efecto bordeando no siempre con buenos resultados la frontera que separa el policíaco del terror y la realidad de lo fantástico. Se deja ver.