La cubana Ana Cabrera describe "el lado oscuro que tenemos todos"

'Las cien voces del diablo' narra una vida marcada por los odios y las venganzas

Ana Cabrera, fotografiada esta semana en un hotel de Sevilla.
Ana Cabrera, fotografiada esta semana en un hotel de Sevilla.
Braulio Ortiz / Sevilla

28 de febrero 2011 - 05:00

Cuando terminó Las horas del alma, una saga que narraba un siglo de vida en Cuba, la escritora Ana Cabrera advertía que, a pesar de la ambición de aquel proyecto que había dejado atrás le "quedaba zumo", deseaba seguir profundizando en las pasiones humanas. De este afán nació su nuevo libro, Las cien voces del diablo (Grijalbo), una narración con la que la autora se acerca al "lado oscuro que todos tenemos dentro, y que cuando estalla es como la pólvora".

Cabrera, que odia la violencia pero retrata un mundo brutal, "porque los novelistas somos como los actores, tenemos que meternos en los personajes", elige como protagonista a un hombre "que nace en una familia con odios y venganzas, que carga con las culpas de su comunidad y se siente empujado a hacer cosas que no quiere". Un inocente marcado por las circunstancias: su madre le ha bautizado como Lucifer, y en su pueblo, Villa Veneno, creen que es efectivamente el hijo del diablo por sus ataques de epilepsia.

En esta ocasión, Cabrera ha dejado volar la imaginación. "En el anterior libro tenía que contenerme porque debía ceñirme al período histórico en el que transcurría la acción", cuenta la narradora, que esta vez permitió que la fantasía fluyera "como un desbordamiento, como una cascada". La presencia de aparecidos y la descripción de otros portentos en la historia no es tanto la herencia del realismo mágico, sino la constatación de que los relatos fabulosos oídos en la infancia se imprimen con fuerza en la memoria. "En la novela hay muchas cosas del subconsciente: vas guardando historias y luego descubres, sin saberlo, que las tenías ahí, almacenadas. Muchos lectores te dicen que les gusta esa fantasía, pero es algo que sale de manera inconsciente, natural", se justifica esta escritora -biógrafa de Dulce María Loynaz- que admira a García Márquez o Vargas Llosa, pero también se siente deudora de las lecciones aprendidas con Pérez Galdós o Tolstói. En sus obras, Cabrera busca la música. "Jugar con las palabras, hacer una melodía. Me gusta leer lo que he escrito cuando he terminado y que el texto tenga un compás".

La narradora, afincada en España desde que algunos capítulos de Las horas del alma motivaran su destierro, no habla esta vez de política "porque el libro no lo pedía". En su conversación sí se pronuncia sobre el destino de su país. "El sueño más grande que tengo es que sea una democracia, pero soy escéptica y no creo que me alcance la vida para verlo. El problema de Cuba es muy complejo. Allí el miedo te lo inyectan desde que eres pequeño, y es muy difícil romper con eso", declara.

stats