Una discípula de JRJ de 97 años

El pasado sábado, la hispanista Graciela Palau de Nemes, alumna de Juan Ramón Jiménez, celebró su cumpleaños, casi un siglo de vida, la mitad dedicado a la enseñanza de Literatura.

En 2006, Graciela Palau de Nemes pronunció la conferencia inaugural de un simposio sobre Zenobia en Huelva.
En 2006, Graciela Palau de Nemes pronunció la conferencia inaugural de un simposio sobre Zenobia en Huelva.
Joaquín Martín Gordon

29 de marzo 2016 - 05:00

Noventa y siete años dan para mucho, hasta para seguir enarbolando la bandera de lo hispanoamericano en el corazón político y anglófono de los Estados Unidos. Si hay una virtud que adorna el carácter de Graciela Palau de Nemes, profesora emérita de la Universidad de Maryland, es su entusiasmo por dar a conocer la creación literaria -novela, poesía, teatro, ensayo-, concebidos en idioma español. Y como lo suyo es un no parar, nos anuncia con cierta retranca que, "para celebrar mis primeros noventa y siete años, me he propuesto reunir para su publicación parte de mis ponencias, conferencias y discursos sobre literatura, arte y pensamiento hispanoamericanos que leí por medio mundo".

Graciela Palau de Nemes nació el 24 de marzo de 1919 en Camagüey (Cuba) y, aunque su deseo era pasar de puntillas por la fecha de su cumpleaños, no lo ha conseguido. "El teléfono y el timbre de la puerta de casa no han dejado de sonar. He recibido decenas de llamadas de colegas de profesión, amigos, editores, familiares; además de ramos de flores, cartas y mensajes desde todos los rincones de Estados Unidos, la América hispana, España y numerosas universidades europeas". Y es que son noventa y siete años, de los cuales cincuenta los pasó impartiendo clase de Literatura en el departamento de Lenguas Extranjeras de la Universidad Maryland.

A lo largo de su carrera, la profesora Palau de Nemes se ha codeado con lo más granado de la literatura: Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Pedro Salinas, Vicente Aleixandre, García Márquez, Vargas Llosa, Ana María Matute, Carmen Martín Gaite, Octavio Paz, Manuel Puig, Miguel Ángel Asturias, Borges, Cortázar y un etcétera casi cósmico. Sin embargo, serían Juan Ramón Jiménez y su esposa, Zenobia Camprubí, las figuras que mayor influencia intelectual y vital ejercerían sobre ella, porque, además de ser sus profesores y mentores, compartieron vecindad y amistad durante años. "Juan Ramón y Zenobia vivían en Riverdale, a cinco minutos en coche de mi casa". Fruto de esa cercanía, Graciela consiguió que la pareja orientara su tesis doctoral, dedicada a Juan Ramón Jiménez. "Trabajo que me reclamaría Dámaso Alonso para que Gredos lo publicara en 1957 bajo el título, Vida y obra de Juan Ramón Jiménez -La poesía desnuda-. Primera biografía autorizada del andaluz universal.

A nuestra pregunta de si es la única discípula de Juan Ramón que queda con vida, Graciela se lo piensa unos instantes y responde que "posiblemente sí". Bien es cierto que enseguida sentencia con la mayor naturalidad: "Aunque a mi edad puedo estirar la patita en cualquier momento y perder ese honor".

La legendaria hispanista piensa que su vida y la de Juan Ramón y Zenobia estaban predestinadas a encontrarse y hasta siguieron la misma estela. "Ya en la escuela de Camagüey aprendí a leer con los poemas del poeta de Moguer, La cojita, El niño pobre…, y sin saber por qué, un día Juan Ramón apareció en el aula donde yo estudiaba, y entre todos los niños que allí había se dirigió a mí para que le leyera en voz alta algún verso, pero no fui capaz; me atranqué y casi lloré. Tal era la admiración y el respeto que ya sentía por él".

Cuando Graciela contaba 18 años, aprovechando la concesión de una beca, sus padres decidieron internarla en el Colegio de La Trinidad, en Burlington, Vermont. A los 22 años termina sus estudios superiores y cuando se disponía a regresar al abrigo de la familia paterna, residente en Puerto Rico, se encuentra con que el Gobierno norteamericano, ante la falta de profesores y técnicos, causada por el estallido de la Segunda Guerra Mundial, ofrece puestos de trabajo en numerosos estados del país. "Así que decidí quedarme, ya que la doble nacionalidad de mi padre, nacido en Puerto Rico, también me hacía ciudadana de pleno derecho. Le diré que en junio de 1942 encontré mi primer empleo en un laboratorio de Baltimore, donde conocí a John Nemes, mi futuro esposo, que ejercía de microbiólogo y con el que me casaría al año siguiente". Poco después, John Nemes gana una plaza como profesor de la Universidad de Maryland y Graciela, por su parte, es contratada en la misma institución para impartir clases de gramática, traducción y estudios básicos a los veteranos y licenciados de la guerra. "A la vez que ejercía de profesora, me matriculé en Literatura Hispánica e Historia Latinoamericana, para graduarme en 1949 y obtener el doctorado en 1952. Fue en ese tiempo cuando Juan Ramón y Zenobia fueron mis profesores".

Graciela está exultante, porque cada año que pasa se acerca más y más al siglo. "Me tomo varias pastillas cada día. Tengo un montón de achaques, pero aquí estoy, entusiasmada con tantas muestras de cariño, entre ellas la fiesta de cumpleaños que mi familia me ha preparado y en la que nos reunimos cerca de cuarenta personas".

En el mundo anglosajón la figura de Juan Ramón Jiménez está, si cabe, más presente y valorada que en España. Prueba definitiva de esa consideración es el trabajo denodado de Graciela Palau, quien logró todos los apoyos y testimonios documentales, científicos, universitarios y políticos para que la Universidad de Maryland propusiera a Juan Ramón como candidato al Premio Nobel de 1956. "Todavía recuerdo cómo el gobernador de la Universidad consiguió que la estafeta de correos prolongara su horario para dar tiempo a que la documentación se tramitara y fuera llevada hasta el aeropuerto de Washington en un transporte especial. Y ya lo ve, lo conseguimos, porque al final Juan Ramón fue distinguido con el galardón".

Pero el ímpetu de la profesora Palau nunca se agotó. Entre otras muchas iniciativas cabría destacar que en 1981, con motivo del centenario del nacimiento del poeta, enroló a la Universidad en un homenaje por el que el edificio de Lenguas y Literaturas Extranjeras del campus pasara a denominarse The Juan Ramón Jiménez Building. "Desde esa fecha, el vestíbulo está presidido por varias placas en las que en español y en inglés se recuerdan retazos de sus poemas, además de por un busto de tamaño real del escritor. La escultura de bronce ha pasado a formar parte de la superstición estudiantil, ya que, según cuenta la tradición, en los días de exámenes todo el que pase la mano por su noble calva logrará aprobar".

Graciela Palau relata sin cesar infinidad de anécdotas y situaciones vividas junto a Juan Ramón y Zenobia. Del fácil trato de la ilustre pareja habla el que aceptaran enseguida la invitación a almorzar del matrimonio Nemes a su casa de recién casados, en University Park. "Recuerdo que tomaron roast beef poco hecho con patatas doradas, espárragos con salsa vinagreta, vino blanco y sorbete de helado".

Cuba, Puerto Rico, Estados Unidos y la nostalgia por España y Moguer siempre estuvieron presentes en la vida de Juan Ramón, de Zenobia y también de Graciela Palau de Nemes.

Cuando desde Huelva Información insistimos en nuestros mejores deseos por su cumpleaños, Graciela nos agradece que hayamos colaborado en ensanchar su felicidad, "porque he sido feliz; ya lo creo. Siempre hice lo que quise y lo que amé".

Noventa y siete años dan para mucho, incluso para no cansarse de vivir.

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