Un estajanovista en el museo

Arte

El onubense Juanma Vidal y la japonesa Michiko Totoki exponen su obra conjunta, una invitación al espectador a completar su significado.

Un estajanovista en el museo
Un estajanovista en el museo
María Pérez Mateo

27 de diciembre 2012 - 05:00

Hace más de 75 años, Alekséi Grigórievich Stajánov, minero soviético de Donetsk, defendió y mantuvo el aumento de la productividad laboral a partir de técnicas de aprovechamiento (por emulación) de los tiempos del trabajo.

No todo trabajador, de cualquier especialidad, sabe crear, planificar, dosificar, producir, aumentar, aprovechar, superar… No todo trabajador, de cualquier especialidad, está capacitado para saber crear, y menos para que la creación destaque día a día. Entre artista y creador hay abismos insuperables. Entre creador y trabajador hay tan sólo un par de diferencias, la intencionalidad y la calidad del producto. Toda intención es obra, producto, es creación, pero no toda obra es arte (y le pido perdón al grandísimo Duchamp), tenga o no espíritu.

Desde hace años soy una enamorada de la obra de Juanma Vidal. La razón es sencilla. Nadie como él trabaja y trabaja, triunfo de la voluntad de superación, para conquistar una gran obra y para ofrecerse como un gran artista. Posiblemente, ni obra ni artista son sublimes, pero categóricamente afirmo que nadie como él defiende el arte de crear, el arte de superarse día a día, el arte de "sentir el arte" como lo que es, un producto humano cultural tocado por la emoción de la estética y de la comunicación. En sus casi treinta años de elaboración productiva y creativa, no ha cesado en buscar el camino. Y lo ha buscado a partir del esfuerzo, de su propia iniciativa, de un trabajo estajanovista que le ha deparado multitud de gratificaciones personales. Se ha tropezado tantas veces que le ha servido de estímulo, pese a las heridas y las indiferencias. Y siempre ha sacado tajada: aprendiendo y aprehendiendo. No se ha arrugado, ha buscado y buscado hasta encontrar su modo y modelo filosófico y plástico.

Y a fuerza de creer, ha creado. Es Vidal el triunfo del esfuerzo. Es Vidal, como diría la literatura de finales del XIX, el campeón del trabajo. Admirable e imitable. Todo un ejemplo de superación. Y si usted, lector, no cree en mis palabras, que está en todo su derecho, acuda a un lugar que debiéramos ir, al menos, una vez al mes: al Museo de Huelva.

En la ventana abierta de la cultura, el Museo de Huelva, hasta el 6 de enero podemos ver (percibir), más que observar (examinar atentamente el conjunto), la obra conjunta de Michiko Totoki y Juanma Vidal. Ambos forman, desde 2009, un equipo multidisciplinar con una clarísima intención plástica y emocional de fusionar emotividad y conceptos filosóficos nacidos del Butoh, esa controvertida expresión corporal "primigenia" japonesa que aúna danza y teatro. Algunos la calificaron de grotesca y absurda, pero sin duda es una manifestación artística contemporánea, libre como pocas, donde occidente está mucho más presente que la delicada naturaleza del Japón tradicional.

En la sala del Siglo XXI de la Diputación de Huelva, machacada por las exposiciones y por la falta de ácido hialurónico que la rejuvenezca, es decir falta de parné para adecentar sus Hiroshima paredes, se ve (percibe), no se contempla (atender algo material o espiritual), una muestra presidida por la intencionada falta de historia narrativa, por un vacío argumental que necesita del espectador para ser completado. La colección de fotografías está firmada por Vidal, y, a su vez, envueltas en marcos donde el propio artista onubense ha querido buscar el magma originario de la vida que propugna el Butoh. La expresión corporal de Totoki, sometida a la congelada sucesión de imágenes colgadas, explota en una sinfonía proteica de color, de expresionismo/dadaísmo gestual, de sencillez maternal, de gracilidad corporal, de libertad del ser, de incontinencia gestual, de reflejos amnióticos y silencios que perfuman catarsis psíquicas y físicas. Todo, perfectamente ensamblado, cadencia meditada de occidente y oriente.

Michilo Totoki describe en la introducción al catálogo que "el objeto de este proyecto es establecer nexos sensibles y cognitivos entre obra y espectador a través de la apropiación de una naturaleza en el límite de la vida orgánica que siempre alberga el sueño de la posibilidad, de la vida naciente en pugna con una muerte siempre presente". El acople de dos mundos distantes y a su vez cercanos, de dos artistas antípodas que se alían en la fuerza de sus necesidades vitales creativas, resulta plausibles. Encomiables. Pero, quizá, la única nota discordante es que la exposición debería estar más sometida a una representación, al menos diaria, de Totoki en la danza para que las fotografías no quedasen solas como lo que son… fotografías. Esa performance haría mucho más grande la exposición y la intención de sus artistas, y mucho más creíble al Museo de Huelva.

Sé que la hubo en la inauguración, pero también sé que los cuadros con sus fotografías sufren jornada a jornada la indiferencia de los visitantes.

Gracias una vez más a Juanma Vidal por dar clases de voluntad y de entrega cultural. Tu ejemplo debería ser una asignatura obligatoria en las escuelas.

Michiko Totoki y Juanma Vidal. Sala Siglo XXI. Museo Provincial. Hasta el próximo 6 de enero.

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