El excepcional retablo que guarda Zufre (I)
Patrimonio artístico de Huelva
La localidad serrana merece una visita sólo por admirar uno de los retablos pictóricos del siglo XVI mejor conservados de Andalucía Occidental, dedicado a la vida de la Virgen María
Patrimonio artístico de Huelva: La portada manuelina de Almonaster
El retablo de la Vida de la Virgen
Localización: Iglesia Parroquial de la Inmaculada Concepción, Zufre.
Autores: De las pinturas de la Vida de la Virgen: Hernando de Esturmio y Pedro Villegas Marmolejo. De las pinturas del Apostolado: Juan de Zamora. De las esculturas: Bernardino de Ortega.
Año: 1545-1546.
Materiales: Temple al huevo y óleo sobre tabla.
Dimensiones: 8,70 x 6,25 m.
El retablo que preside la iglesia parroquial de la Inmaculada Concepción, de Zufre, narra los misterios gozosos de la vida de la Virgen María, obra de los maestros pintores Hernando de Esturmio y Pedro de Villegas Marmolejo, y del tallista Bernardino de Ortega, realizado entre 1545 y 1546, que costó 300.000 maravedíes. A las tablas principales se añadió el Apostolado, atribuida a Juan de Zamora, hacia 1570. Con razón se ha dicho que se encuentra “entre los mejores retablos pictóricos del siglo XVI conservados en el ámbito territorial de Andalucía Occidental”.
Sobresale del conjunto de los bienes culturales de la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Zufre, que han tratado Alberto Oliver, Alfonso Pleguezuelo y José María Sánchez, en la Guía Histórico-Artística de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche, de 2004, y en la Guía Artística de Huelva y su provincia, de 2006. En 2015 lo expusimos ampliamente en las XXX Jornadas de Patrimonio de la Sierra.
El retablo está formado por dos conjuntos: en la parte inferior, una predela de catorce tablas pictóricas, que efigia un Apostolado y dos santas; y en la superior, cinco calles verticales y dos cuerpos horizontales, que representan la Vida de la Virgen, en ocho tablas de pinturas y dos relieves. Los relieves son obra de Bernardino de Ortega. Las tablas de la predela se atribuyen a Juan de Zamora, mientras que las que forman el retablo las atribuimos a Hernando de Esturmio y a Pedro Villegas Marmolejo.
Vicisitudes del retablo
La construcción de este retablo originó un largo pleito ante el Provisorato de Sevilla entre la parroquia de Higuera de la Sierra y la Vicaría de Zufre, que terminó en la Real Chancillería de Granada. En el antiguo presbiterio de Zufre existía el retablo del Crucificado, que se desmontó para ser sustituido por uno nuevo. El mayordomo de la parroquia vecina de Higuera de la Sierra solicitó del provisor de Sevilla que el retablo desmontado pasara a la iglesia de San Sebastián de Higuera, basándose en que dicha iglesia carecía de él, y en que los diezmos de Higuera eran cobrados por la Vicaría de Zufre, con la obligación de proveer sus necesidades. El visitador del Arzobispado dio la razón a Higuera, y ordenó que se le entregaran las tablas. Sin embargo, tanto el vicario de Zufre, Antón Sánchez, como el mayordomo, Antón Alonso, se opusieron, entendiendo que el retablo había sido labrado a costa de la fábrica y de los vecinos de Zufre, tan devotos de la imagen titular. El vicario fue prendido y encarcelado por rebeldía en Sevilla. Por su parte, el Concejo de Zufre recurrió ante la Real Chancillería de Granada, que resolvió la cuestión ordenando que la parroquia de Zufre costeara un retablo nuevo para Higuera, y que fuera realizado por Pedro de Villegas Marmolejo y Hernando de Esturmio, que efectivamente fue terminado el 12 de octubre de 1551. Ante la resolución del pleito en la Chancillería de Granada, deducimos que la sentencia resuelve con equidad: que los mismos artistas que hicieron el retablo de Zufre hagan el de Higuera.
Tras las intervenciones de mantenimiento y conservación a lo largo del tiempo, el retablo nos ha llegado tal como quedó con la restauración de 1912. Manuel Fatuarte y Antonio Roldán, de Sevilla, rehicieron la estructura arquitectónica, adaptaron la antigua viga del Apostolado a modo de banco o predela, y tallaron el sagrario neogótico. Finalmente, entre abril de 2001 y el 18 de marzo de 2002, la empresa Crest Arte, SL, bajo la dirección de Mauricio J. López Madroñero e Isabel Baceiredo Rodríguez, ejecutó el proyecto de restauración redactado por Jesús Mendoza en 1997-1998, promovido por la Dirección General de Bienes Culturales de la Junta de Andalucía.
El estilo del “Maestro de Zufre”
La tabla de la Presentación, de Carmona, fue atribuida a un anónimo “Maestro del retablo de Zufre”, que no es más que el reconocimiento de un estilo peculiar, la suma de los dos maestros sevillanos Hernando de Esturmio y Pedro Villegas Marmolejo. Podríamos caracterizarlo por el alargamiento y la monumentalidad de las figuras, compuestas en forma de S; la utilización de ropas adamascadas en los personajes secundarios, que recuerdan usos de pintores del quatrocento italiano; los rasgos fisonómicos, el pelo rizado en personajes masculinos, los rostros femeninos de perfil y en tres cuartos, la acusada curvatura de los párpados; y los fondos de arquitectura renacentista, entre otros rasgos presentes en las obras de ambos maestros.
El ciclo de la Vida de la Virgen
Las ocho tablas pictóricas y los dos relieves desarrollan la Vida de la Virgen María, basándose en los evangelios canónicos y en los apócrifos.1) El abrazo de San Joaquín y Santa Ana ante la Puerta Dorada. 2) La Presentación de la Virgen Niña en el Templo. 3) La Anunciación. 4) La Visitación. 5) El nacimiento del Bautista. 6) La Purificación y Presentación. 7) La adoración de los Reyes Magos. 8) La huida a Egipto. 9) Jesús entre los doctores. 10) La Asunción e Inmaculada.
1)El abrazo de San Joaquín y Santa Ana ante la Puerta Dorada (179 x 97 cm.). La primera tabla del cuerpo inferior del lado del evangelio representa el Abrazo de San Joaquín y Santa Anta ante la Puerta Dorada del Templo de Jerusalén, primitiva figuración del misterio de la Concepción Inmaculada de María, que, según narra el apócrifo Pseudo-Mateo, se produjo en aquel encuentro. Un ángel toca ambas cabezas, produciéndose entonces la milagrosa concepción. El conjunto presenta una gran monumentalidad, tanto en las personas como en los edificios.
2)La Presentación de la Virgen Niña en el Templo de Jerusalén (189 x 93 cm.). Ocupa la segunda tabla superior del lado del evangelio. Describe el momento en que, según el apócrifo Protoevangelio de Santiago,la Santísima Virgen, de tres años, es llevada sus padres al Templo de Jerusalén para ser ofrecida a Dios, como lo habían prometido, y para que se educase con las demás vírgenes. La Niña subió por sí sola, con extremada gracia, ligereza y alegría, con gran admiración de los presentes, ante la prontitud con que se desprendía de sus padres, Joaquín y Ana, y se dedicaba al Señor.
3)La Anunciación del ángel y la Encarnación del Verbo de Dios (179 x 90 cm.). La tabla situada en el extremo superior del lado de la epístola representa la Anunciación (Lc 1, 26-38), momento que introduce a María en el misterio de Cristo, por la acción del Espíritu Santo, que sobrevuela en forma de paloma. El arcángel Gabriel despliega las palabras de la salutación: Ave Maria Graci[a Plena] Domi[nus tecum]. María, arrodillada, acepta humildemente la vocación divina. El ambiente sigue siendo monumental, y la entonación cálida.
4)La Visitación de María a su prima Santa Isabel (179 x 90 cm.) La primera escena inferior del lado del evangelio representa el saludo de María a Isabel, en Ain Karin (Lc 1, 39-56), a quienes acompañan San José y dos sirvientas, con Zacarías que saluda a lo lejos desde una terraza abalaustrada. San José acompaña a María, con atuendo de caminante. Es el momento en que Isabel, cuyo hijo no nacido saltó de alegría en su vientre, saluda a María como la Bendita entre las mujeres, a lo que responde María con el inspirado cántico del Magníficat.
5)El nacimiento de San Juan Bautista (189 x 93 cm.). Se encuentra en la parte inferior de la cuarta calle, en el lado de la epístola. Presenta una composición circular, con abundantes personajes que llenan por completo la escena. Isabel yace en la cama. María, en primer plano, sostiene al niño Juan, que ya recién nacido es presentado como un atleta, para resaltar el carácter heroico del Precursor. Detrás de ella aparece Zacarías, que sostiene en la mano el pliego donde deja escrito: “Juan es su nombre” (Lc 1, 56-80). Destaca la riqueza en los brocados de la sirvienta y la orfebrería, con jarras decoradas con guirnaldas y mascarones.
(Continuará).
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