Fernando Navarro: “No tengo ningún interés en el lenguaje como rasgo de identidad”

Entrevista

El escritor y guionista granadino, autor de ‘Malaventura’, regresa a las librerías con ‘Crisálida’ (Impedimenta), una historia de aromas góticos con bosques, apariciones y acento andaluz

En esta gran época

Fernando Navarro (Granada, 1980). / Asís Ayerbe
Pablo Bujalance

23 de febrero 2025 - 07:03

La publicación del libro de relatos Malaventura en 2022 se saldó con una legión de lectores cautivados por su formulación del western andaluz, atávico y extrañamente poético. Su autor, Fernando Navarro (Granada, 1980), ya había desarrollado una deslumbrante trayectoria como guionista de cine, con títulos como Verónica, Orígenes secretos y Bajocero, que quedó refrendada el año pasado con Segundo premio. Ahora, Navarro vuelve a las librerías con su primera novela, Crisálida, una historia inscrita en la mejor tradición gótica contada desde la voz de Nada, una niña que vive con su familia en un bosque perdido entre las Alpujarras y Sierra Nevada. Locura, terror, psicodelia y violencia son algunos de los ingredientes fundamentales de la novela, que publica Impedimenta y que comparte con Malaventura la adopción del habla andaluza (aunque algo más tamizada) como singular código expresivo.

Pregunta.¿Andaba ya Nada entre las posibilidades para los relatos de Malaventura, o llegó después?

Respuesta.Llegó después, aunque es cierto que Crisálida tiene algunas conexiones con Malaventura, como el recurso de la voz infantil y un lenguaje andaluz libre de tópicos. Además, el protagonista del último relato de Malaventura se llamaba El Capitán, como el padre de Nada. Pero quizá la principal conexión es que la primera idea para Crisálida tenía que ver con la ampliación del campo de batalla a partir de lo que había sido Malaventura. A partir de entonces entraron elementos con los que no contaba, como la fantasía y la psicodelia. Y entonces me topé con Nada.

P.Un descubrimiento imprevisto.

R.Así es. Fíjate, en realidad la idea original tenía que ver con un guion que me encargaron para una película de producción alemana, en la que se iba a contar la historia de una familia que vivía en un bosque perdido. Decidí recuperar el planteamiento para una novela que iba a narrar en tercera persona, pero no terminaba de hacerme con ella, tenía un hueco enorme delante y no acertaba a resolverlo. Hasta que apareció Nada y decidí que fuese ella quien contase la historia. Todo se hizo mucho más febril entonces, más irreal, tal y como yo pretendía.

P.¿No le imponía respeto el reto de contar la historia desde la voz de una niña, tan distinta a la suya?

R.Me olvidé de lo distinto y me centré en lo que Nada y yo teníamos en común. Hice lo mismo en el guion de Verónica que escribí para Paco Plaza y dio resultado: por más que fuese un proyecto diferente, Verónica no dejaba de ser una adolescente de 15 años enfrentada a su propia madurez. A través de Nada podía escribir sobre cuestiones que me atañen de manera muy directa, como la infancia, el paisaje y el lenguaje. No es un personaje muy sexualizado, en la novela se resiste a madurar, y ahí sí siento mucha conexión con ella porque yo también maduré tarde. Me resistía a abandonar la infancia. De modo que no me costó mucho contar a través de su voz.

P.La resistencia a la madurez es, de hecho, una cuestión central en la novela.

R.Así es, en una doble perspectiva: tenemos por una parte a Nada, una niña que no quiere crecer, y por otra a su padre, El Capitán, un hombre que quiere volver a ser niño. Me gustan mucho estos cruzamientos. En realidad, todos los miembros de esa familia siguen siendo niños a su manera. Crisálida trata sobre la infancia como paraíso perdido y sobre la violencia con la que ese paraíso termina.

P.Frente al terror que va inundando a los padres, Nada es capaz de conocer el bosque e interpretar sus señales. ¿La infancia es, al contrario de lo que se piensa, el mejor antídoto contra el miedo?

R.Me encanta esa observación. Así es, de eso se trata. Solo matizaría que la mirada infantil no interpreta el bosque, sino que lo crea directamente, a través de la fantasía. A travñes de Nada, de hecho, toda la familia termina convirtiéndose en el bosque. Me interesan mucho los paisajes, pero más como espacios mentales que como espacios físicos.

"Me apena comprobar cómo en la literatura contemporánea los paisajes, ya sean naturales o urbanos, apenas tienen relevancia"

P.¿Explica eso su querencia por la novela gótica?

R.Sí, porque en la novela gótica el paisaje es siempre protagonista. Me apena comprobar cómo en la literatura contemporánea los paisajes, ya sean naturales o urbanos, apenas tienen relevancia. Más aún, no me explico cómo un escritor cualquiera puede desaprovechar esa oportunidad. A menudo los novelistas parecen contentarse con nombrar algunas calles, sin pararse a pensar cómo ese entorno puede proyectarse en sus personajes, representarlos, anticiparlos. Por el contrario, a mí me interesan más las novelas que se sustentan en el paisaje, ya se trate de El resplandor o del Quijote.

P.¿Ha recibido algún reproche por la manera en que reproduce en su escritura el habla andaluza? ¿Alguien se lo ha desaconsejado?

R.No, bueno, algún me ha hecho ver que le llamaba la atención, entiendo que para mal. Pero, por más que en Crisálida el acento andaluz esté algo más cribado, no quiero renunciar a eso. A ver, si ahora escribiera una novela ambientada en el Madrid actual no lo haría así, claro. Pero si vuelvo a escribir historias ambientadas en contextos andaluces, el juego con el lenguaje volverá a ser el mismo.

P.¿Es una cuestión de identidad?

R.No, para nada. El lenguaje como rasgo de identidad no me interesa. Más aún, no me interesa nada que tenga que ver con la identidad. Escribo así con un interés poético. Mi editor, Enrique Redel, lo entendió así desde el principio. Y quiero pensar que la mayoría de los lectores también.

P.Desde su calidad de guionista, ¿considera que el acento andaluz se acepta hoy con más naturalidad en el cine español?

R.Sí, yo diría que sí. Piensa que venimos de Médico de familia y de la infamia que significó poner a una actriz que no era andaluza a interpretar a una chacha andaluza. Alguien, por cierto, tendría que haber dado explicaciones sobre aquello. A nadie se le ocurriría hacer eso hoy, entre otras razones porque el acento andaluz ya se percibe sin tantos estereotipos. De hecho, muchos me han llamado la atención sobre lo bonitos que suenan las distintas modalidades del acento andaluz en Segundo premio. Habría que destacar el enorme trabajo que han hecho Alberto Rodríguez y Rafael Cobos para derribar prejuicios. Particularmente, me gusta escuchar acentos distintos en las películas. Eso siempre es enriquecedor.  

P.Volvamos a Crisálida. ¿Hasta qué punto el personaje del Capitán, hippie y comunista, entraña un ajuste de cuentas con la generación que protagonizó la Transición?

R.No sé si un ajuste de cuentas, pero algo de eso hay. Es verdad que parece que hay cierta tendencia a atacar hoy a esa generación, pero también lo es que en aquellos años no pocos decidieron actuar como adolescentes caprichosos. Habían vivido bajo el yugo de un padre férreo y entendieron la libertad que les correspondía estrenar como exención de responsabilidades. Pero a la hora de gestionar determinados valores no se puede actuar de manera irresponsable. Esa crítica sí está en la novela.

P.¿Se llevan bien en usted el guionista y el novelista?

R.Eso intento. La escritura de un guion sigue un proceso más complejo, hay que pasar por muchos filtros y por muchas manos. Se supone que lo que escribes tiene que gustar a mucha gente. Aunque, por otra parte, cuando escribes una novela tienes que gustar primero a tus editores y luego a tus lectores. En cualquier caso, yo procuro hacer lo uno y lo otro cada vez con más libertad. Mi oficio es la escritura. Y soy muy disciplinado.

P.¿Barrunta ya alguna idea para un próximo libro?

R.Sí, no deja de venirme a la cabeza algo relacionado con el flamenco. Con mucha fantasía. A ver qué sale de ahí.   

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