De la gloria a la decadencia

Historias del Fandango

El Mochuelo afrontó los últimos años de su vida en la extrema pobreza y olvidado de la gente que lo había encumbrado como cantaor flamenco

De las primeras grabaciones flamencas

4. Gente congregada en la calle para escucharlo cantar.
4. Gente congregada en la calle para escucharlo cantar.
Miguel Á. Fernández Borrero

12 de abril 2024 - 04:00

Poco después del reconocimiento que el público le hizo en el Teatro Pavón, en 1925, El Mochuelo se retiró y se quedó a vivir en Madrid. Solo ocasionalmente volvió a actuar por necesidad económica para subsistir. Pródigo como había sido durante toda su vida, comenzó su declive sin tener para mantenerse a diario. Lo que va de ayer a hoy: de ser uno de los artistas más populares del flamenco, a ser ignorado por la gente más joven y caer en la indigencia. Guardando siempre, eso sí, el decoro personal: hombre menudo y pulcro, que recordaba sus tiempos de gloria y “en su mirada lucía el brillo de juventud que desmentían sus canas y sus arrugas de consuno”. Vivió siempre bien, no se privó de nada [1].

[1] Estampa, 11 septiembre 1928.
[1] Estampa, 11 septiembre 1928.

En aquel presente de desamparo estaba solo, con la única compañía de su gato Currito” y su amigo el guitarrero, con el que cantaba por las calles de Madrid para ganarse el sustento. Aunque nunca fue un intérprete brillante, Antonio Pozo había sido figura estelar del flamenco durante cuarenta años [2].

[2] De camarero en Madrid.
[2] De camarero en Madrid.

Ya retirado, en 1928, en otra entrevista confesaba no tener más que “cuatro pesetas y treinta y sinco séntimos; ese es mi capital en este instante”, a pesar de haber cobrado hasta veinte duros diarios, más miles de pesetas de los discos de Gramófono, en tiempos de un ayer no tan lejano.

Todavía en 1929 y en los años siguientes participaba en algunos espectáculos teatrales que incluían flamenco, modelo muy en boga siguiendo al exitoso de la La copla andaluza [3].

[3] ABC de Madrid, 31 enero 1929.
[3] ABC de Madrid, 31 enero 1929.

Una amplia discografía

La discografía de El Mochuelo es muy amplia; entre finales del siglo XIX y primeras décadas del XX, fue el cantaor que más discos grabó. En su repertorio encontramos prácticamente todos los cantes del abanico flamenco, más una serie de cantos regionales. Cultivó con preferencia la farruca y las guajiras, que fueron los palos que le dieron más fama; y las malagueñas, los fandanguillos, las alegrías, jaberas, rondeñas, granaínas, caracoles, polos, caña, peteneras, sevillanas… También los cantes jondos, como la seguiriya gitana, soleares, serranas, tangos, martinetes, saetas, tonás y livianas. Y los cantos regionales, como las jotas, la praviana y la asturiana [5].

[5] Uno de sus discos de pizarra de fandanguillos.
[5] Uno de sus discos de pizarra de fandanguillos.

Actor privilegiado de una época

Fue testigo y actor privilegiado de los tiempos de mayor intensidad en la conformación y la expansión del cante. Cantó en muchos países: Argentina, Uruguay, Cuba le apasionó, Colombia, en Méjico cantó para los indígenas y tuvo contratos de hasta treinta duros diarios, y en Alemania, en Portugal…

Ya de mayor y retirado de los escenarios, El Mochuelo estuvo prestando servicios de encargado en una taberna de los barrios bajos de Madrid. Allí se llevó unos años. En 1935, desde su mirada de artista retirado, Antonio Pozo reflexionaba con pesimismo, en una entrevista en La Estampa, que “el arte é lo má ingrato que hay”, porque no veía que se protegiera al flamenco ni a sus artistas. “Los conosimiento s’han muerto tós o casi tós. Además, un flamenco no sabe jasé na más que lo suyo, y no le saque usté de lo suyo”.

El artista flamenco que había cantado para el rey, para marqueses y duques; que se hizo rico grabando discos, acabó su vida cantando por las calles de Madrid y pasando el platillo para lo que le quisieran dar los viandantes [4].

4. Gente congregada en la calle para escucharlo cantar.
4. Gente congregada en la calle para escucharlo cantar.

Cuando estalló la Guerra Civil

En un ambiente inquietante, en el que había trascendido a las calles la tensión política y social, El Mochuelo necesitaba las de Madrid como improvisado escenario para sacar un mínimo de dinero que le era indispensable para mantenerse. Apenas unos meses antes del estallido de la guerra civil, el periódico “Ahora” nos aproximaba a la estampa de un personaje que aparecía como desconocido, pero que había sido un cantaor de fama mundial [6].

[6] Ahora, 29 abril 1936.
[6] Ahora, 29 abril 1936.

Cuando comenzó la guerra civil, se trasladó a Torrente, en Valencia, y posteriormente al pueblo de San Rafael, en Segovia, donde parece ser que fue recogido como guarda de una finca, y allí acabó sus días en 1937. Las condiciones de indigencia en que vivió la última etapa de su vida, desveladas por un reportaje de la revista Ahora”, no minoraron su imagen de dignidad personal y flamenca como norma de conducta.

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