La guitarra, compañera y guía
Historias del fandango
Capítulo 5. La guitarra tuvo un papel decisivo en el desarrollo y la evolución del fandango, desde su época folclórica hasta el acompañamiento del ya flamenco en el último tercio del siglo XIX
HAY que reparar en el valor trascendente de la guitarra. Año de 1843. Un artículo de la revista filarmónica Anfitrión Matritense ensalzaba al que era por aquellas fechas –y mucho más lo sería en el futuro- el instrumento fundamental y decisivo para el desarrollo del cante flamenco [1]. Unos años más tarde, la guitarra sería convertida en un instrumento moderno por el almeriense Antonio de Torres [2] y elevado a la mayor categoría musical flamenca por Julián Arcas, los dos almerienses.
La juventud de Sanlúcar y el fandango pre-flamenco
Este mismo año, la prensa nos pone decididamente en la pista del fandango como música habitualmente cantable. La revista madrileña El Reflejo publicó un reportaje sobre “costumbres andaluzas” (que vamos a analizar in extenso en el capítulo 7), explicando las de las chicas y los novios en Sanlúcar de Barrameda. La descripción es minuciosa y este pasaje resume el hecho: el fandango es cante, baile y toque: la guitarra es el comodín de la fiesta [3].
Un mozo que ha discutido con su novia le canta esta letra de fandango, que todavía, con ligeras modificaciones, anda deambulando en nuestro tiempo entre los cantares populares [4].
Podemos deducir que el fandango ha entrado, decididamente, en una fase de transición desde el folclore, que se están generando las bases de su evolución y que acompañará en el camino del flamenco al resto de los cantes. No obstante, el hábitat del fandango seguirá siendo básicamente el mismo, la calle, porque no entrará en los cafés cantantes donde se construyó la profesionalización del cante. El proceso de aflamencamiento del fandango… [5 ].
La reina Isabel II escucha complacida a un niño de seis años que toca el violín y se acompaña bailando el fandango. En el Madrid castizo, se prima ahora la sencillez de los bailes nacionales en vez de la música foránea [6].
Las sociedades están cambiando en toda Europa y los signos distintivos de los pueblos se van diluyendo a consecuencia de los intercambios que facilitan unas mejores comunicaciones: lo mismo se bailan el fandango y las seguidillas en Sevilla o Madrid que en París, Londres o San Petersburgo; a la recíproca, aparecen en nuestros teatros las mazurcas o el galop, pero la alta sociedad solo admite en sus encopetados bailes el vals y el rigodón, dice la prensa.
Las Cruces de Mayo
Acerquémonos al ambiente de celebración de unas Cruces de Mayo en Granada y aprovechemos para celebrar cuán larga es la vida de una letra sencilla como la de la cuarteta final de esta cita (“El amor es como un árbol…”), que en nuestros días seguimos cantando como fandango, fresca y casi sin variaciones, en las Cruces de Mayo de Almonaster. Aquella vez la cantó el guitarrista Joseíllo el Tagarote, picado por celos con El Canario, que había roneado a su amante Rosilla, la que tocaba las castañuelas [7] [8].
(Continuará)
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