El humor del surrealismo

CINE Un genio en el recuerdo

Hoy se cumplen 35 años sin uno de los cómicos más representativos del siglo XX y que llenó de ingenio el cine

El humor del surrealismo
Marina Rivero

19 de agosto 2012 - 05:00

"La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados". Esta acertada definición de lo que mueve el mundo pudiera parecer pronunciada por un ex diputado desengañado, un intelectual utópico o uno de los tantos indignados escudados bajo fechas. Molesta pero cierta, la aseveración es obra de uno de los humoristas más representativos del siglo XX: Julius Henry Marx, más conocido por un falso bigote poblado, gafas redondas y puro habano pero sobre todo por un celebérrimo apelativo. Groucho Marx falleció hace hoy 35 años. Su epitafio, en contra de lo pensado, sólo reza su nombre y fechas sobre una austera lápida de mármol negro en el Eden Memorial Park.

Justo 87 años antes, nacía en un barrio inmigrante de Nueva York, el cuarto hijo de un humilde matrimonio de alemanes judíos formado por Simon y Miene. Esta última fue la principal impulsora cuando se trató de lanzar a sus hijos al mundo del espectáculo; hecho en gran parte influido por la compañía ambulante de teatro que dirigían los abuelos maternos en la Alemania del siglo XIX. De todos los hermanos Marx, Julius destacó por su carácter intelectual, ya desde niño, cuando se encerraba en el baño para devorar libros y almacenar, seguramente, la verborrea que le caracterizó en sus actuaciones. Por otro lado, el cuidado por el dinero le llevaría a ser identificado como Groucho, apodo procedente del término groucho bag (bolsa salvavidas), donde el más tacaño de los hermanos Marx guardaba el dinero.

El humor irreverente y descarado que identificó al cómico estadounidense no llegaría hasta pasado el tiempo, tras sus inicios como cantante solista a los 15 años. En su incipiente carrera le seguirían tríos, cuartetos musicales y el vodevil junto al resto de hermanos, Chico, Harpo y Gummo, quienes combinaron espectáculos musicales junto a funciones humorísticas. El subgénero dramático de la comedia estadounidense les llevó a protagonizar en 1921 Humor Risk, una película muda que resultó infructuosa, aunque subsanó con la llegada a Broadway, convirtiéndose en el grupo cómico que más hizo reír al pueblo estadounidense en la década de los 20 y la Gran Depresión. Poca gracia le haría al genio del humor el crack del 29 y el hecho de perder todo su dinero con él.

En la década de los 30, los hermanos Marx protagonizarían títulos como Plumas de Caballo (1932) y Sopa de ganso (1933) para la productora Paramount. Pero las películas por las que realmente el grupo cómico sería recordado pertenecen a la época de la Metro Goldwyn Mayer. El primer film rodado con la compañía estadounidense alcanzaría un éxito rotundo. Una noche en la ópera (1935) consta en las listas de los mejores títulos de la historia del cine y está considerada como "película cultural, histórica o estéticamente significativa" por la National Film Registry de Estados Unidos. Además, fue la obra favorita de Groucho que dejaría diálogos disparatados tan célebres como: "La parte contratante de la primera parte será considerada por la parte contratante de la primera parte".

El reconocimiento de la filosofía marxiana, basada en el descaro y la hipercrítica a los convencionalismos sociales, encontró reconocimiento en los numerosos premios recibidos. Desde el mejor humorista del año en 1949 o el Oscar honorífico en 1974, por su contribución al cine de comedia. Su discurso, como no, estaba lleno de agudeza e ironía. " He pasado una noche inolvidable... pero no ha sido ésta", pronunció.

Pero no sólo las instituciones académicas sucumbieron al desternillante humor de Groucho. Salvador Dalí llegó a afirmar que lo que hacían los hermanos Marx era humor surrealista. El grupo musical Queen tituló el disco Una noche en la ópera (1975) tras el visionado de la película y el cine de Woody Allen tiene clara influencia de la comicidad marxiana. Admiración mutua, pues según recoge el libro Hola y adiós publicado en los 70, Groucho decía del joven Allen que era el único humorista que valía la pena por entonces.

Más de tres décadas después de su muerte por neumonía, el reconocimiento del cómico continua vigente. Periódicos, revistas y otras publicaciones recuerdan el aniversario del hombre que un día se cuestionó: "¿Por qué habría de preocuparme por la posteridad? ¿Qué ha hecho la posteridad por mí?". Lo cierto es que la posteridad sí que se ha preocupado por él, en deuda siempre con el genio del humor, por su contribución en casi una veintena de películas, de risas, ingenio y descaro. Por su contribución a un humor inteligente.

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