Jorge Díaz: “Como buen novelista, soy un mentiroso”
El autor lanza ‘El espía’, su nueva incursión en solitario tras los éxitos con Carmen Mola, seudónimo con el que ganó el Premio Planeta en 2021 junto a Agustín Martínez y Antonio Mercero

Almería. 1952. Perros. Persecución. Amenazas. Muerte. Con estos ingredientes arranca la última incursión literaria de Jorge Díaz (Alicante, 1962) en la que, tras una trayectoria consolidada, uno de los creadores de Carmen Mola, esta vez en solitario, vuelve a demostrar su maestría creativa con El espía (Editorial Planeta).
Jorge Díaz no solo tiene presencia, sino también carisma. Con voz grave, sentido del humor y seguridad en sí mismo, cuenta también con un marcado carácter docente. Habla con propiedad, pasión y entiende que la labor de un escritor también es la de saber contar sus historias en público, desentrañar el proceso creativo y lo que le llevó a ver el atractivo entre la figura de Isaac Ezratty (barón Von Rolland), un judío de Salónica que colaboró con los nazis, y la creación de personajes como el joven cabo Bermejo, que moviéndose en el Mojácar de hace más de setenta años intenta reconstruir un crimen.
Durante su presentación en el restaurante Omeraki. By Chicote lo dejó claro. Ante un público expectante desengranó los detalles de su nuevo libro, que navega entre la historia real y la ficción, con las pinceladas propias de la novela negra y con un marcado equilibrio entre lo real y la libertad literaria: “La vida de las víctimas o de los personajes secundarios siempre tienen cosas que son reales, pero hay mucho que tienes que rellenar. La labor del escritor está en rellenar esos huecos”.
Sumergido para sus oyentes en el proceso creativo de su nueva criatura, Díaz puso en evidencia su genialidad literaria y por qué él, junto a Agustín Martínez y Antonio Mercero, unieron letras, complicidad y amor por el thriller, que les valió con La Bestia el Premio Planeta 2021 bajo el seudónimo de Carmen Mola.
“No es la primera novela que escribo basada en esta época, es la tercera. Me gusta mucho esa primera mitad del siglo XX”, comentó. Echando la mirada atrás, el también guionista habló de esa Barcelona de 1920 y por qué se fija en el barón Von Rolland y en el comisario Manuel Brabo Portillo, “un oscuro alemán judío y un buen malo, dos personajes fascinantes. A mí los malos me cambian en las novelas, no en la vida real, pero cometo el error voluntario de convertirlos en personajes muy atractivos”.
Respecto a la Ciudad Condal, “me da mucha envidia que haya tantos autories que escriban en Barcelona, por eso quería escribir sobre la Barcelona de esa época, porque todo ese mundo de las drogas, el barrio chino, los cabarets, todo eso me encanta”, confesó. “Me gusta mucho el conflicto, el contraste. En la novela, hay un judío nazi, se sitúa en Barcelona –el lugar más sofisticado de esos años– y en Mojácar, un paraíso que está en la edad media. Está la bondad y la maldad. La ficción me sirve para eso, para crear esos contrastes, esos conflictos”, contó.
El novelista detalló que empezó a escribir El espía cuando aún estaba en el instituto, después de leer La verdad sobre el caso Savolta de Eduardo Mendoza. “En la novela descubrí un mundo que me apasionó y a un personaje como el barón Von Rolland, uno de los autores intelectuales de la muerte del industrial barcelonés Josep Albert Barret, en el que estaba inspirado el caso Savolta, pero al principio mi personaje era el otro autor del crimen, el comisario Brabo Portillo, un perfil que me fascinaba”, aseveró. El comisario fue en la vida real expulsado de la Policía y encarcelado por una noticia que lo relacionaba con el hundimiento de un barco. “Al principio fue muy difícil escribir sobre ellos porque el barón Rolland, con una vida apasionante, tenía un final muy poco atractivo. Después de ser jefe de los espías alemanes en Barcelona y estar en la guerra civil con el almirante Canaris, había colaborado con los nazis en la Segunda Guerra Mundial, y teniendo en cuenta que era judío, era llamativo. Al ser liberado, después de traicionar absolutamente a todo el mundo, llegó a España y le dieron el pasaporte español, para después desaparecer. Nunca más se supo de él”, comentó.
El autor de Cartas a Palacio decidió, después de investigar y no encontrar nada, “que lo iba a inventar”. “Muchas veces me preguntan por qué meto tantas cosas reales, y lo hago para poder mentir después. Además me va a quedar mejor. Cuando juegas con personajes reales te permites que los de alrededor respondan a lo que tú quieres de ellos. Como buen novelista, soy un mentiroso, por supuesto”, expresó con sentido del humor: “Tengo miedo de que alguien levante la mano y diga, ‘Yo soy la nieta de Ezratty y él nunca hizo las maldades que dices”.
Metido en el tsunami de Carmen Mola, la atracción que sintió por estos personajes le hizo regresar “aunque solo fuera de modo ocasional” a su carrera individual. “Era muy atractivo ver quién lo asesinó y quise hacerlo en el primer capítulo con unos perros. A mí me dan miedo. Era una persona que no se sabía quién era y había mucha gente que tenía motivos más que suficientes para asesinarlo”. Y todo en un escenario como Mojácar. “Viajé hace algún tiempo y me fascinó. Mojácar era perfecta y me dije: ‘Pues yo aquí ambientaría una novela’. Y de repente torcí una calle y se veía el mar al fondo, y pensé: ‘Estoy en el segundo sitio más bonito del mundo’. El primero es Río de Janeiro”, matizó. “En esa época no estaba como ahora. En los años 60 un alcalde decidió empezar con el turismo, pero hasta ese momento Mojácar era el pasado”, hecho que le daba otro de sus buscados contrastes: “Al judío y el nazi, a la bondad y la maldad, a la guerra y la paz se sumaban Barcelona, Berlín, Buenos Aires... y Mojácar”.
Respecto a la influencia tras años escribiendo con Carmen Mola, aseguró que tiene “la suerte” de trabajar con dos “magníficos escritores que tienen un talento descomunal”. “Cuando nos reunimos y estamos pensando en cosas nunca vale la primera idea. He aprendido a no darme nunca por satisfecho, a darle una vuelta más, que muchas veces el autor, por pereza, decide que si ya tiene una solución no va a buscarse más problemas. He aprendido a tirar de ideas de los demás para que no prevalezca la mía. Con Carmen Mola siempre tienes la sensación de que hay tres soluciones para cada problema. Por eso creo que soy mejor escritor después de Carmen Mola. Y ya era muy bueno antes”, sonrió, aunque confesó que “ha sido muy satisfactorio el volver a estar solo”, pero los ha “echado mucho de menos”. “Hemos pactado no consultarnos nada de las novelas para que no salieran tres minimolas. Nos leemos, aunque después del visto bueno editorial. Me han gustado las suyas, pero la mía es la mejor, evidentemente”, afirmó con sorna.
Adaptación de la novela a la pantalla
El espía, con sus incursiones en los primeros años del siglo XX y la recuperación de personajes reales como Pilar Millán Astray –hermana del general Millán Astray, que por circunstancias personales también trabajó para los nazis y llegó a convertirse en una gran dramaturga con obras como La tonta del bote– incorporados a la ficción, se ha convertido en una golosina para llevarla al formato audiovisual. De hecho ya se está negociando el salto a la pantalla.
“Me gustan las novelas históricas, pero también me gusta el cine”, confesó Jorge Díaz, que aseguró que hizo Periodismo pero que no estaba dispuesto a permitir que la realidad le estropeara un reportaje: “Prefería inventármelo todo que atender a la realidad”.
Por su parte, como guionista, afirmó que no iba a coger las riendas de su propia obra, porque había llegado a la conclusión de que “un escritor no debe meterse en su propia novela, porque no va a permitir que se cambie nada. Estoy dispuesto a dejar que hagan lo que les parezca bien. Ya les diré luego que se han equivocado y que lo han hecho fatal”, ironizó.
“Me encantaría que se hiciera, aunque yo escribo los libros para que sean libros. Evidentemente, si después se adaptan, mejor, porque tienen una segunda vida, pero yo no los escribo para que se adapten, los escribo para la gente”, sentenció. “Pero no, no pienso estar, si se hace, no pienso estar, y además no quiero que me cuenten nada hasta el día del estreno porque me voy a enfadar. Y el día del estreno lo veré y diré, ‘¡Qué horror!”, rio.
Respecto a la temática, hizo hincapié en que ese poder que tiene Carmen Mola con la muerte lo comparte. “Reconozco que yo antiguamente habría matado de cualquier manera y ahora me detengo más en las muertes. Siempre decimos que en Carmen Mola Agustín pone la sangre, Antonio las frases bonitas y yo pongo la alta literatura”, contestó jocoso.
“Siempre supe que quería matar en el primer capítulo del libro. Pero claro, he copiado esto de ellos. Me parece brillante el inicio de La Bestia, con el perro jugando con la cabeza de la niña y me digo: ‘Yo tengo que repetir esto’, pero me planteé si lo hacía como yo lo habría hecho siempre, de un disparo, o como lo habrían hecho estos dos salvajes que tengo por compañeros. Y decidí hacerlo como ellos”, concluyó Díaz.
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