De la jota a las alegrías

Historias del fandango

En el siglo XIX se produjo un proceso de aculturación musical entre Aragón y Cádiz que dio lugar a la influencia de la jota en las alegrías, creadas como nuevo estilo flamenco

Historias del fandango: El flamenco y la base musical de la jota

Pareja bailando la jota aragonesa.
Pareja bailando la jota aragonesa.
Miguel Á. Fernández Borrero

21 de marzo 2025 - 04:15

Huelva/Amediados del siglo XIX, la de nuestro pueblo era la más rica fuente de poesía popular de Europa, y con respecto a los bailes y los cantos, la cachucha trascendía fronteras, y el contrabandista, el fandango y la jota aragonesa le rivalizaban en popularidad. En 1879 se celebró en el hipódromo de París un festival a beneficio de los afectados por unas inundaciones en Murcia y la jota y el fandango fueron las músicas que representaron al baile español.

A finales del siglo XIX, los bailes populares españoles tenían mucha aceptación en París y la demanda aumentó con su intervención en la gala de la Exposición universal de 1898. Nuestros artistas eran ya muy conocidos en la ciudad de la luz; hubo alguno en concreto al que se echó de menos: “el incomparable Pepe, el rey de los gitanos, que está en Granada, donde su mujer se encuentra enferma”, decía la prensa parisina, pero se consolaba al saber que “Pepe llegará pronto a París para bailar la coqueluche, la jota, el fandango, el tango y tous les jaleos”. (El investigador granadino Antonio Conde González-Carrascosa, buen amigo al que consulto, me indica que el tal Pepe debió ser José Amaya y Maya, el artista más conocido de Granada por aquellos años y que estuvo con su zambra actuando en París).

Tampoco se ponía el sol para nuestra música popular en el imperio de entonces. En 1892, en la Filipinas colonia española se bailaban la cucaracha, el fandango (que los indios decían “pandango”, porque en tagalo no existía el sonido de la f), la jota valenciana, “que es española en toda su pureza”, y el balitao, una especie de jota que era el baile más popular de aquellas islas, y que se cantaban pero con letra tagala.

1. Cecilio Navarro (1881-1969), cantador de jotas aragonesas.
1. Cecilio Navarro (1881-1969), cantador de jotas aragonesas.

En nuestras islas Baleares, en 1896 se bailaban fandangos, jotas y boleros. Los vecinos de Menorca se divertían los fines de semana bailando por parejas al son de guitarras y bandurrias. Tal era la afición que se abrieron academias para enseñar los pasos de estos bailes o se daban clases a domicilio.

Intérpretes de la jota

En el medio siglo que media entre 1880 y 1930, el mismo período en que aproximadamente el fandango consolidó su personalidad flamenca, la jota cantada tuvo unos intérpretes muy bien considerados por la población (Algora, Cecilio Navarro, Juanito Pardo, Miguel Asso, María Blasco, Jacinta Bartolomé [3] o Blas Mora, entre otros, que la cantaron por toda España y pronto iniciaron las grabaciones fonográficas), y eso le valió a la jota un notable reconocimiento. ¿Cómo se originó la relación entre andaluces y aragoneses? La jota llegaría a Cádiz antes de la guerra contra los invasores franceses, y en torno a su música se generó el que llamaron “canto alegre”, que finalmente consolidó el palo flamenco de las Alegrías. En tiempos de la Guerra de la Independencia, muchos jóvenes andaluces hicieron en Aragón su servicio militar. Todo este proceso de idas y vueltas generó unos cruces, intercambios y fusiones musicales. Como aportación aragonesa, los baturros Cecilio Navarro [1] y Juanito Pardo [2] fueron dos artistas que aportaron al acercamiento entre la jota y el flamenco, contribuyendo al proceso de aculturación que dio lugar a las citadas Alegrías a mediados del siglo XIX.

2. Juanito Pardo (1884-1943), cantador de jotas aragonesas.
2. Juanito Pardo (1884-1943), cantador de jotas aragonesas.

Auge de la jota cantada

Ya en las primeras décadas del siglo XX, algunas canzonetistas intérpretes de cantos regionales la incorporaron a sus repertorios. Y también las cantaron artistas del flamenco como El Mochuelo, el Niño Medina, y hasta la Niña de los Peines, que tomó el aire de la jota en alguno de sus cantes. Otro gran aficionado fue el tenor Miguel Fleta, tan aficionado a los cantes andaluces. Las cantadas fueron ganando todo el protagonismo, pero el baile de jotas, fandangos y manchegas se fue progresivamente perdiendo en aquella época. La jota se quedó estática, mientras el fandango continuó evolucionando.

En el siglo XX

Como claro indicador del nivel de popularidad alcanzado por la jota se organizaron muchos concursos. En 1903 se celebró uno en Huelva de orfeones, estudiantinas y comparsas a beneficio de la Asociación Onubense de Caridad. Se premiaba a la formación que con más gusto y perfección la interpretara. Y en 1917, el coro del Orfeón interpretó la “jota Huelva” en el teatro Mora.

3. Jacinta Bartolomé, La Perla del Ebro. La Estampa, 4 febrero 1930.
3. Jacinta Bartolomé, La Perla del Ebro. La Estampa, 4 febrero 1930.

Desde los comienzos de la Radio y hasta los años 60 del pasado siglo había abundantes programas de música en las emisoras, y en los dedicados a los cantos regionales se emitían jotas con mucha frecuencia, lo que supuso que este canto permaneciera muy presente en la memoria colectiva hasta esa época. Luego, las músicas autóctonas fueron perdiendo presencia, y en los años 70 –más aún desde la implantación de la democracia–, hubo un resurgir, pero efímero, de grupos musicales que se propusieron rescatar el folclore olvidado, como ciertos fandangos y jotas de Extremadura, León y de Castilla, principalmente.

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