Buitres en el barranco

Marcha sobre Roma y alrededores | Crítica

Altamarea publica el testimonio de Emilio Lussu sobre el ascenso del fascismo, un recuento inapelable donde el escritor y político sardo denunció tempranamente sus crímenes

Mussolini y los jerarcas fascistas en la Marcha sobre Roma.
Mussolini y los jerarcas fascistas en la Marcha sobre Roma.

La ficha

Marcha sobre Roma y alrededores. Emilio Lussu. Trad. Carlos Clavería Laguarda. Altamarea Ediciones. Madrid, 2025. 224 páginas. 19,90 euros

Cuando los nazis llegaron al poder gracias a la aquiescencia o la complicidad del nacionalismo conservador, que se resignó a la cohabitación o pensó erradamente que las responsabilidades de gobierno los alejarían de la radicalidad incendiaria, el bolchevismo había sido desactivado en Alemania y no era ya amenaza sino excusa, hábilmente invocada por los sectores refractarios a la experiencia democrática de Weimar. Una década larga antes, en Italia, el poderoso influjo de los sóviets se dejaba notar –como en la propia Alemania, donde por entonces estaba reciente el fracasado levantamiento espartaquista– en forma de una constante agitación obrera, sumada al descontento y la inadaptación de los veteranos de guerra que si en el derrotado Imperio centroeuropeo invocaban la teoría de la puñalada por la espalda, en la monarquía transalpina, teóricamente vencedora, hablaban de lo que el inefable D’Annunzio llamó la victoria mutilada. Bajo la especie, luego tan reiterada, de la ideología superadora, el fascismo era un movimiento a la vez contrarrevolucionario y profundamente disruptivo que apelando al pueblo –a la nación– supo ganarse el apoyo de la oligarquía y fagocitar las instituciones para integrarlas en un Estado vertical de dimensiones colosales. Frente al autoritarismo de corte tradicional, la fórmula no dejaba de aprovechar las lecciones de Octubre y de hecho, como observaron ya entonces las mentes más lúcidas, albergaba el mismo objetivo de implantación de una dictadura totalitaria.

Aunque fueran minoría, los fascistas no necesitaron recurrir en sus inicios al uso de las armas

En la amplísima bibliografía sobre el fascismo no puede faltar el testimonio de un testigo directo como Emilio Lussu, escritor y político sardo que se opuso a los designios de Mussolini desde el primer momento y escribió más tarde una clara denuncia, recién traducida por Carlos Clavería Laguarda para el sello Altamarea, donde mostraba cómo su hegemonía se sustentó en el empleo sistemático de la violencia, pero también en la blanda aceptación –con el pequeño rey Víctor Manuel III de Saboya como colaborador necesario– por parte de la élite política. En Marcha sobre Roma y alrededores, Lussu empieza por recordar el agitado ambiente posterior al final de la guerra, con el desquiciado episodio de la toma de Fiume por los arditi del Vate, precursores de los Fasci di combattimento, como precedente de la conquista del Estado por parte de una facción que no necesitó recurrir en sus inicios al uso de las armas. Los conocía demasiado bien un escritor que afirma al comienzo: “La mía es la generación de los primeros años del fascismo: muchos de sus jerarcas fueron compañeros míos en la infancia, en la escuela o en la guerra”. Entre el 27 y el 29 de octubre de 1922, la marcha de las columnas sobre la capital se convierte en un espectáculo de masas, pese a que los fascistas seguían siendo una minoría. El inmediato y sorprendente efecto del pulso es no la detención y enjuiciamiento de Mussolini, sino su designación como primer ministro: pronto se les unirían cientos de miles, incluidos muchos de los antiguos adversarios. Son el carisma y la audacia del Duce y la implacable acción de sus camisas negras, cuya brutalidad apenas encontró resistencia, los que fundamentan el insospechado éxito y la deriva cada vez más violenta del escuadrismo, que señala un punto de no retorno en 1924 con el secuestro y asesinato del diputado socialista Matteotti. A partir de entonces, en el año segundo del Ventennio, el partido completa su conversión en régimen.

El libro tiene también, como viera Tabucchi, una dimensión sociológica o antropológica

En su ágil recorrido, Lussu se sirve de un tono que oscila entre la memoria personal y la crónica, por la abundancia de detalles que conoció de primera mano y cuyo eficaz despliegue proyecta una impresión casi documental, aunque subjetiva, no desmentida por la militancia antifascista. Es un gran narrador el que impugna un régimen que todavía en esos años –antes de la invasión de Etiopía, de la configuración formal del Eje, de la aprobación de las leyes raciales– no había mostrado su faceta más siniestra. El recuento tiene también, como viera Tabucchi, una dimensión sociológica o antropológica, en la medida en que ofrece “una radiografía del carácter de los italianos” que explica el ascenso y el triunfo del fascismo como un fenómeno específico, de hecho exportable pero muy ligado a la idiosincrasia nacional, más visible en estas páginas –añadía el escritor pisano– que en los manuales de Historia. Al margen de su circunstancia, el discurso contiene reflexiones de evidente actualidad, por ejemplo al identificar la “pacificación” con la “sumisión al poder”. En la legislatura que abrió la puerta a treinta y seis diputados fascistas, cuando el ‘honorable’ Mussolini habló por primera vez en la Cámara, dice Lussu que parecía, ubicado en el escaño más alejado, el más alto por la derecha, “un buitre agazapado en un barranco”. La imagen zoológica no puede ser más adecuada para designar a los carroñeros que esperan el grado justo de descomposición de las sociedades para lanzarse sobre los despojos.

Emilio Lussu (Cerdeña, 1890-Roma, 1975).
Emilio Lussu (Cerdeña, 1890-Roma, 1975).

Lussu en Asiago

Desde su exilio en París, adonde tuvo que huir después de ser encarcelado y casi asesinado por los escuadristas, Lussu escribió una suerte de tríptico en el que revisaba el periodo comprendido entre la Gran Guerra y la consolidación de la dictadura: La catena (1929), Marcia su Roma e dintorni (1933) y Un anno sull’Altipiano (1937), obras publicadas fuera de Italia y sólo conocidas en su país tras la caída del fascismo. La primera sigue hasta donde sabemos inédita en España, pero la última –uno de los mejores libros de memorias de excombatientes, en el que pesaron las vivencias posteriores del veterano condecorado– fue traducida por Carlos Manzano (2010) y está disponible en el catálogo de Asteroide. Al contrario que otros detractores del ardor bélico, el escritor sardo había apoyado la entrada de su país en la contienda contra los Imperios Centrales, en la que combatió como oficial de infantería –al final con grado de capitán– de la famosa brigada Sassari, formada por nativos de la isla de Cerdeña. Su relato se centra en un solo año, entre junio de 1916 y julio de 1917, cuando la brigada trataba de romper la línea del frente austriaco en la meseta de Asiago, situada al nordeste, en la región del Véneto. No sin humor, Lussu describe la arbitrariedad y la incompetencia de los mandos, los estragos del fuego amigo, los conatos de deserción o amotinamiento, el absurdo y la irracionalidad de una guerra de desgaste en la que rara vez se divisaba al enemigo. Muchos de los caídos, explica, eran soldados analfabetos, inmolados en acciones suicidas ordenadas por oficiales temerarios, inexpertos o alcoholizados.

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