El Moreno de Paymogo: Cuando todo se derrumbó
Historias del fandango
Instalado ya en Madrid con su familia, El Moreno de Paymogo no tuvo tiempo de seguir con su carrera artística: una enfermedad renal se lo llevó en apenas un mes
Historias del Fandango: El Moreno de Paymogo
Así que decidió irse a vivir a Madrid con toda su familia. Sus dos hijas mayores (María y Pilar) ya estaban allí, y por fin desde el 5 de septiembre de 1962 se reagrupó el resto en un piso alquilado y con plazas de colegios confirmadas para los hijos menores, Manuela y José María [1]. Poco tiempo le dio para disfrutar de la capital. Se le agravó con rapidez la enfermedad renal de la que no se recuperaría.
Ya el médico de Santa Bárbara de Casa le había diagnosticado y advertido que se cuidara, porque corría el riesgo de no durar con vida más de cinco meses. Y por desgracia, acertó. José María se sometió a terapias paliativas de riñón artificial, pero no tuvo posibilidad de trasplante y apenas un mes después de instalarse con su familia falleció el 28 de octubre. Tenía solo 51 años de edad. La familia quedó entonces en situación precaria, en una ciudad que era desconocida para su mujer y sus hijos más pequeños. (Pedro, “el cura de las jaras”, que después dejó los hábitos y se casó con una de las hijas de El Moreno, fue quien más les ayudó para salir adelante).
Grabó un único disco
El Moreno solo grabó un disco en 1962 con cuatro cortes de fandangos, entre los que se encuentran varios estilos de Alosno y los de El Cerro, Santa Eulalia, Paco Isidro, Antonio Rengel y Pepe Sanz. Le acompañó la guitarra de Andrés Heredia [2].
Ese único disco con solo fandangos da una visión muy reducida de sus capacidades flamencas, porque era un cantaor de registro bastante más amplio: soleares, seguiriyas, tientos… Camilo Gómez descubre en sus libros que El Moreno fue el primero que cantó en Madrid las seguidillas bíblicas. Y, en efecto, el diario El Alcázar publicó una breve conversación con Martín Infante en la que el periodista, sorprendido tras escucharle cantarlas, le pregunta y él responde que las sevillanas bíblicas “es un cante de la serranía de Huelva, mu antiquísimo; lo cantan todos los pueblos de por allá y es un cante casi litúrgico; no se baila. Esto, fuera de mi Huelva casi no se conoce. Yo lo estoy explotando aquí”.
El Moreno era un enamorado del flamenco y, desde su actitud autodidacta, lo cantó prácticamente todo. Tenía en proyecto grabar otro disco, porque el de los fandangos se había grabado en unas condiciones de rapidez y prisa que no satisficieron al artista. Se comprende que no le gustara, entre otras cosas por la parafernalia de ritmo acelerado, palillos, palmas y demás ruidos que las discográficas se empeñaban en incluir en las grabaciones de fandangos de Huelva, cuando la época del desarrollismo, para aturdir a los extranjeros con un torbellino espídico de flamenco para guiris. La discográfica le prometió otro, en mejores condiciones, que no llegó a grabar. Y se le quedaron pendientes otros proyectos, como participar en el doblaje de una película y algunas otras actividades con las que ampliar su carrera.
Aquella mascota de ala corta…
Conversando con su hija Manoli sobre su padre, le he recordado aquella mascota de ala corta que lucía en la carátula del disco que grabó, un tocado que le daba una imagen tan genuina… El Moreno era presumido, siempre bien vestido, con sus mascotas haciendo juego de color con el terno que llevara puesto. Su mascota y su garrota nunca faltaron en su atuendo.
Echar un rato con José María era siempre divertido; tenía gracia contando chistes y conversaba con llaneza con todo el mundo. Sus hijos lo recuerdan como un padre afectuoso, que compartía el poco tiempo familiar de que disponía contándoles cuentos, jugando con ellos… Excepto su hija mayor, María ya fallecida, ninguno de los otros tres heredó las capacidades cantaoras de su padre.
La familia de José María Martín Infante no ha perdido el contacto con su pueblo, que homenajea al artista cada año con un Festival Flamenco Joven de Andalucía, Memorial El Moreno de Paymogo, impulsado desde el Ayuntamiento en el año 2000 [3].
Paymogo siempre ha sido tierra de buenos aficionados, buena parte de ellos seguidores del cante alosnero; hay que rebuscar sus ecos en los casinos y bares del pueblo, memoria de aquellas rondas de cante tan frecuentes en los años 50 y 60, en San Pedro, en el Central….
También te puede interesar
Lo último