El Moreno de Paymogo
Historias del fandango
Fue valorado en su tiempo, en los años 50 y 60 del pasado siglo, como uno de los mejores intérpretes de los fandangos serranos
Carnicerito de Huelva, saetero único
Huelva/José María Martín Infante, conocido para el arte como El Moreno de Paymogo (1914-1965), tenía una voz poderosa y un buen conocimiento de todos los estilos huelvanos. Las emisoras de radio difundían con mucha frecuencia su disco de fandangos en los años 60. Su cante dejó huella porque construyó un modelo nítido de decir el fandango, sin florituras, recio y abierto. Para algunos aficionados quizás era una manera asilvestrada de decir el cante, fiada al poderío de la voz; en realidad, el suyo era el fandango ortodoxo, desnudo, sin ornamentos ni preciosismos, pero muy atractivo de escuchar por la expresividad que proyectaba.
Herrador de profesión
En su pueblo fue conocido como José María El Herrador, oficio que le venía de herencia, porque ya su abuelo lo fue y de él lo aprendió. Y lo ejerció en muchos pueblos del Andévalo agrario y minero, alternando su trabajo con ratos de cante y amistad con muchos aficionados de la zona, porque era un hombre abierto a la conversación y de buen trato social, que lo mismo regalaba su cante a los presentes mientras herraba una caballería que seguía una juerga cuando se terciaba. Bien conocido fue por los aficionados de la comarca, en cuyos pueblos (Alosno, Puebla de Guzmán, Castillejos) cantó en muchas ocasiones para arrimar algo de dinero a lo que sacaba de su trabajo; en Calañas compartiendo trabajo, feria, copas y amistad con el gran aficionado alosnero Manuel el Colorao, el abuelo de Gonzalo Clavero. En los años 40 actuó en fiestas en Sevilla enrolado con el grupo del cantaor José Cepero.
Los premios conseguidos
Participó en los concursos de fandangos que la emisora de Radio Nacional de España en Huelva convocó en los años 50, en los que compitió con nombres que luego serían artistas famosos, como Paco Toronjo, Pepe Sanz, Paco Cerrejón o Pepe Briones, entre otros. Obtuvo dos segundos premios en las ediciones de 1951-52 y 1954-55 y el primer premio en la de 1958 [1] [2]. El empresario Rafael Altamira organizó, con los ganadores de estos concursos, un espectáculo, Alegrías onubenses, que hizo gira en 1953 actuando por toda la provincia.
En el Concurso Nacional de Córdoba de 1956 [3] [4], el que encumbró a Fosforito que ganó todos los premios, obtuvo un tercero cantando por soleares, y en 1957, en la fase de selección de la modalidad de cante flamenco, consiguió dos primeros: uno al cante por tientos y otro por fandangos de Huelva.
Flamenco en los años 60
Los premios le sirvieron de estímulo y de promoción, pues gracias a esos méritos actuó por diversas ciudades de España y en Madrid en bastantes ocasiones. Iba a cantar en Zambra o en El Corral de la Morería, donde compartió escenario con artistas como Juan Varea, Jarrito, El Chaqueta, Pericón, Rafael El Gallina o Fosforito. Los tablaos madrileños eran en aquellos años muy frecuentados por aficionados de la alta sociedad: la duquesa de Alba, políticos y otras personalidades del poder y el dinero eran asiduos. Iban a escucharles y a ver el baile de María Albaicín o Manuela Vargas, a Lucero Tena luciendo el repiqueteo de sus castañuelas, a Paco Toronjo fandangueando por Alosno en las Cuevas de Nemesio, con todo el brillo que tenía entonces su cante…
Su nombre se había hecho muy popular ya desde las décadas anteriores, y en la época más reciente no le faltó trabajo en los tablaos y en fiestas privadas, para las que era muy solicitado. Sus fandangos valientes impactaban en el público por su poderío. Así que su vida profesional transcurría entre viajes de ida y vuelta a su Paymogo natal, pero siendo consciente de que lo que más convenía a un artista en los años 60 era establecerse en la capital del flamenco, que eso era Madrid, donde se podía ganar la vida cantando si dificultades en los muchos tablaos y ventas que había. Actuar en la capital le había llevado a ser conocido y popular, a participar en giras por España y a actuar en París con el cuadro del tablao de Zambra.
El contrabando
Componía algunas de las letras que cantaba, hablando de los temas habituales en el fandango (el amor, la caza, el caballo, las faenas agrarias, etc.). Y de otro tema tan presente en Paymogo como fue el contrabando con Portugal. Café sobre todo, y azúcar, tabaco, harina que luego vendían los contrabandistas paymogueros en los pueblos de la comarca. Él no participó en aquella actividad comercial clandestina, pero lo vivió muy próximo. El cuartel de Paymogo llegó a tener unos sesenta guardias civiles, lo que da idea del ambiente vigilado en que vivían los dedicados al extraperlo. ¡Por cuántos de ellos intercedió Pedro, “el cura de las jaras”, para sacarlos de la cárcel, porque el contrabando era el último recurso para dar de comer a las familias pobres y muchos vecinos se arriesgaban a la aventura! (Este sacerdote, Pedro García, puso en marcha en los años 70 el proceso para obtener el ládano de los jarales, que históricamente proliferan por las tierras andevaleñas). Recordemos que el contrabando fue el motivo que describe la letra del fandango que ganó el Concurso del Diario de Huelva en 1925 [5].
Sin duda, El Moreno acogería hoy con simpatía la iniciativa reciente de llamar a la flamante peña flamenca paymoguera con un nombre tan evocador: El contrabando.
(Continuará)
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