Un perro colgao dentro del corazón…
Historias del fandango
Tres nuevos casos de mujeres flamencas asesinadas por sus parejas: los de las bailarinas Rosita de Oro y María Montero y la cantaora onubense María Dolores Fernández
Historias del fandango: Casos de violencia de género en el flamenco
Así define Juanita Reina a los celos en su canción del mismo título: Un perro colgao dentro del corazón. En dos de los casos que referimos a continuación –en el tercero se desconoce, pero es probable que también–, fueron los hombres los que los tuvieron. Los autores de los crímenes que vamos relatar dijeron haber actuado por celos, esa debilidad emocional que, según los psicólogos, encubre una baja autoestima, inseguridad y miedos que llevan a quien los padece a comportamientos agresivos. En tiempos pasados, entre la gente del flamenco se reproducían idénticos comportamientos a los que se vivían en la sociedad en general, pero exacerbados, especialmente entre el artisteo, dado que las mujeres ejercían un más amplio sentido de su libertad personal, no siempre bien aceptada por los instintos pasionales y de dominio de sus parejas masculinas.
Rosita del Oro
La bailaora Rosita del Oro (1884-1906) [1] fue asesinada por su amante, el profesor de baile sevillano Antonio Castillo, en Barcelona. El motivo fueron los celos, según declaró ante el juez tras ser detenido en Gerona días después. Eran una pareja que vivía crisis afectivas en su relación a consecuencia –declaró Castillo– de las ocasionales infidelidades de ella. “Al ser interrogado, reconoció ser el autor del crimen y manifestó que la persona que más ha querido en este mundo –textual– ha sido Rosita, la cual le inspiraba una pasión vehemente... conmoviéndose hasta el extremo de derramar abundantes lágrimas”. La última vez, la esperó por la mañana a la puerta de su casa, suponiendo que había pasado la noche con otro hombre [2].
María Montero
Otra bailarina, la sevillana María Montero [4], fue también víctima de violencia de género en Nueva York, asesinada en julio de 1928 por un enamorado argentino que estaba obsesionado con ella. María había sido alumna del maestro Otero; bailaba “como los propios ángeles las zambras, sevillanas, bulerías, el vito, peteneras, fandanguillos… Tenía una gracia que era un encanto. ¿Y buena? ¡Eche usted ahí bondá…! Con un corazón tan grande no se pué andá por er mundo”, decía entre lágrimas su maestro al conocer la noticia.
Él la había llevado en sus giras por Londres, París y otras capitales europeas. Ella quiso volar con sus propias alas y se instaló en Nueva York, abriendo una academia de baile donde daba clases de flamenco como maestra y coreógrafa.
Horacio Colombres, profesor en su academia, era un admirador apasionado de María. Tuvieron un idilio y vivieron juntos un poco de tiempo en la casa de ella. [3]
Pero terminó echándole cuando se enteró de que había abandonado en París a su mujer y sus cuatro hijos. La ruptura frustró al argentino y una tarde se presentó en casa de la bailarina, sacó un revólver y disparó repetidamente contra la joven, que murió con el corazón atravesado por una de las balas, y a continuación él se disparó en la cabeza. Dice el relato periodístico que, antes de morir, un policía le preguntó: “¿Hizo usted eso?”. “No me quería ya –respondió Horacio moribundo–. Sin ella, la vida no tiene interés para mí”. La última vez que se habían visto, María le dio 40.000 pesos para que pagara los atrasos de su alquiler, porque él vivía de las rentas que le pasaba su familia. Entre los anhelos de la bailarina, según el maestro Otero, estaba regresar a su Sevilla natal, aunque sus notables trabajos obtuvieron mucho éxito en la sociedad neoyorquina.
María Dolores Fernández
María Dolores Fernández Carballo había nacido en el Chorrito bajo y se hizo famosa cantando fandangos de Huelva. Tenía veintisiete años cuando su marido la estranguló. Así se conoció la noticia [5].
Era desconocida en los círculos artísticos de la capital y prácticamente desconocida también en la barriada en la que nació, porque se quedó huérfana a los quince años, junto a otros cinco hermanos; en 1912 se fue a vivir con su hermana Isidora y un año después se marchó a Madrid con la ilusión de hacer carrera como artista, porque cantaba muy bien coplas andaluzas y fandangos de la tierra.
Tuvo mucho éxito en los espectáculos en los que intervino y fue contratada para actuar en uno de los teatros de Amberes (Bélgica). Allí conoció a René Verstraeten, con el que se casó. Siempre mantuvo los contactos con su hermana, a la que enviaba con frecuencia regalos y ropa para sus sobrinos. Nada hacía pensar a su familia de Huelva que hubiera desavenencias en su matrimonio; de hecho, en sus cartas siempre refería que su marido era una excelente persona, habían adquirido un bar y gozaban de holgada situación económica.
Pero un año después del casamiento, María Dolores (Conchita para su familia) fue estrangulada por su marido en el piso que habitaban. El hombre fue llevado al hospital por una intoxicación de gas. La policía le detuvo como presunto autor del asesinato de su mujer, antes de intentar suicidarse. Un cuñado de María Dolores facilitó al periódico la única foto de la artista [6].
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