De las primeras grabaciones flamencas
Historias del Fandango
El cantaor sevillano El Mochuelo llegó a grabar treinta mil cilindros de cera, ganando mucho dinero con los discos flamencos, pero fue pródigo y llegó a la vejez sin nada
Historias del Fandango: El Mochuelo (I)
LAS primeras grabaciones de flamenco generaron debate entre los artistas, porque la gente podía escucharlos sin necesidad de acudir a sus actuaciones ni gastar dinero por ello. Los flamencos se planteaban las ventajas y los inconvenientes del fonógrafo: el tal aparato era un buen ayudante para ellos porque multiplicaba la difusión de su arte, pero a la vez era un enemigo, ya que el público podía prescindir de ellos, y cuando iba a verlos actuar su cante le sonaba a música ya escuchada.
En un primer momento, a El Mochuelo no le agradó aquello de las grabaciones, y la suya era una opinión compartida por la mayoría de los artistas flamencos de finales del siglo XIX y comienzos del XX.
Grabó más de 30.000 cilindros
Sin embargo, conveniencias aparte, lo cierto es que, según él dijo, llegó a grabar más de treinta mil cilindros. La revista Alrededor del mundo publicó en 1901 que, según los técnicos de sonido, su voz fresca, clara y bien modulada, era la que mejor recogía el fonógrafo. Poco después de las grabadas por Juan Breva, las de El Mochuelo y La Rubia fueron de las siguientes que se imprimieron, en 1897. Él fue el que más grabó, 38 cilindros.
En 1912, cuando llevaba treinta años cantando, comentó en una entrevista que había cantado “cuarenta y nueve mil veces para el fonógrafo y unos mil discos en el gramófono”, y que habría ganado unos “sien [cien] mil duros”. En realidad, todos los números que El Mochuelo decía haber hecho o discos que haber grabado, aunque fueron muchos, estaban inflados de exageración o fantasía; lo más cierto que decía, si acaso, era que “no tengo dos reales”, si bien se ufanaba de haber mantenido bien a su familia durante su vida de cantaor profesional; al preguntarle el periodista, explicaba [1].
Ejemplo, el suyo otro más, entre los flamencos de aquellos tiempos en que no existía cobertura pública para las personas ancianas, que afrontaban una vejez abocada a la miseria si no habían tenido la previsión de ahorrar para mantenerse.
Los cantos regionales
El Mochuelo se interesó mucho por los cantos regionales y viajó por tierras aragonesas, gallegas y asturianas, cantando sus canciones populares. De hecho, cantó con éxito singular la farruca, un palo flamenco con resonancias gallegas. Si no era exacto que él fuera su inventor, como manifestaba, sí que fue su mejor divulgador y quien más relevancia le dio: “el rey de la farruca” le llamó la prensa. En su discografía figuran también jotas, pravianas y asturianas.
Él mismo reconocía que el suyo no era un cante de jondura. Ni siquiera fue un excelente cantaor. Pero, dotado de una asombrosa capacidad para aprender desde niño, siempre solía aportar variaciones y matices a los cantes que escuchaba, haciendo versiones que llevaban el sello de su personalidad, muy del gusto de públicos poco entendidos. La gran diversidad de lo que interpretaba y la enorme cantidad de discos que grabó le hicieron ser de los cantaores más populares de su tiempo.
En la primera década del siglo XX, actuó en teatros de todo el país. Vivió largas temporadas en Madrid, cantando en los teatros y en fiestas privadas cuando los cafés cantantes fueron cerrando, y se dedicó principalmente a la grabación de discos. En 1912 lo encontramos actuando en Barcelona, acompañado por la prestigiosa guitarrista Adela Cubas, pareja artística que actuó junta bastantes años [2].
La década de los concursos
Tras el Concurso de Cante Jondo de Granada de 1922 se pusieron de moda, como modelo de espectáculo y fuente de negocio para los empresarios, los concursos flamencos, entre los cuales hay que citar a los celebrados en Huelva en 1923 y 1924, en los que el fandango nuevo tomó la enorme popularidad que acabó convirtiéndolo en lo más cantado, grabado y reclamado por los públicos durante las siguientes décadas. Aquí encontramos a nuestro artista participando en uno de aquellos concursos, celebrado en Madrid [3].
Los aplausos del Teatro Pavón
En 1925 estuvo presente en el famoso concurso del Teatro Pavón, donde compitieron nueve cantaores por la copa que ganó Manuel Vallejo. De la actuación fuera de concurso de El Mochuelo diría en su crónica el diario Heraldo de Madrid que “cerró con broche de oro, pero de oro viejo de la más pura ley, todo lo que de mejor y más difícil hay en el verdadero cante jondo. Puede estar satisfecho de su actuación de anoche y del homenaje espontaneo que el público supo tributar a su historia brillante y dilatada”. Tenía 63 años y ya sus facultades sufrían el deterioro del paso del tiempo.
El 'Fandanguillo de Huelva nº 1'
Hay una grabación titulada Fandanguillo de Huelva número 1 (Pathé 2226), en la que El Mochuelo, acompañado por la guitarra de Manuel Pérez, interpreta tres fandangos,Hombre necio y atrevío – Le pedí un ramo de olor – No necesito cuchillo, que tienen la misma base musical que el que conocemos como fandango de Pérez de Guzmán. Diversos coleccionistas de discos antiguos consultados me informan de fechas bien distintas para dicha grabación: 1908, 1916, 1922. El dato del año tiene interés, porque dependiendo de cuál sea el verdadero, esa grabación influye para conocer al creador de tal fandango: José Pérez de Guzmán nació en 1891, y cuesta creer –si se grabó en 1908– que un chico de 17 años creara un fandango de tanta enjundia. Desde luego, la autoría de este fandango no es asunto que podamos considerar como definitivamente aclarado y cerrado. Lo que no obsta para reconocer que el aristócrata extremeño lo engrandeció hasta hacer del mismo una majestuosa obra de arte musical.
(Continuará).
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