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Álvaro Romero
Tono alcista
A Luis Cassà Marín siempre le contaron en su casa que su abuelo, Luis Marín Bermejo, murió porque lo cogió un tren. No supo la verdad hasta los años 70, cuando tenía más de 30 años. Entonces saldaron el tema con un escueto "Franco lo mató".
Hasta que el dictador no murió, no oyó hablar de las cartas que su abuelo escribió en julio y agosto del 36 desde un barco en el Guadalquivir. No estaba de viaje: aquel navío, de nombre Cabo Carvoeiro, era una improvisada y deshumanizada cárcel. Marín Bermejo fue uno de los 70 mineros y campesinos reclutados para combatir en Sevilla durante el golpe militar de 1936 y que fueron apresados a traición en aquella lápida atracada.
A Cassà aquello no le bastaba, quería saber más y hace una década recurrió al programa sobre Memoria Histórica que el periodista Rafael Adamuz conducía en Canal Sur Radio. Entró en directo y explicó la historia de su abuelo. Cuando se lo contó a su madre, ella -muerta de miedo y llorando- sólo repetía: "¿Qué nos puede pasar ahora, hijo?". Para quitarle dramatismo, Luis le contestó: "Nada, mamá, los malos ya están muertos". Ella se rió y terminaron llorando.
Así lo relató ayer Cassá Marín en la presentación de La memoria varada, la novela histórica que el periodista Rafael Adamuz ha publicado tras cuatro años de intensa investigación y en la que rescata, a partir de las letras de Marín Bermejo, el que puede ser considerado el primer macrojuicio sumarial de la época franquista.
Tal y como explicó en la puesta de largo, conducida a modo de entrevista por el escritor y periodista Juan Cobos Wilkins en un atestado salón de la Facultad de Derecho, la historia arranca el 19 de julio de 1936, cuando una columna minera onubense, a la que debía unirse otra de la Benemérita y fuerzas de asalto, llegó a las proximidades de Sevilla para combatir el golpe militar. El grupo de jóvenes mineros y campesinos fue reclutado por políticos republicanos que lideraron la marcha pero nunca alcanzaron la capital hispalense.
A las puertas de la ciudad, en La Pañoleta, aquellos guardias civiles que tenían órdenes de acompañarles les tracionaron. Hubo "siete muertos y setenta detenidos" encerrados en el Cabo Carvoeiro. El juicio posterior probablemente fue "el mayor Consejo de Guerra" celebrado en los albores de la Guerra Civil en España, rescatado ahora por Adamuz. El resultado del mismo, según auguró, "removerá la conciencia y el estómago del lector". Porque la sentencia que el tribunal militar dictó se basó en un hecho insólito que el periodista no quiso revelar, aunque avanzó que aquellas personas "no tuvieron abogado defensor salvo al final del proceso" y "las declaraciones de los encarcelados duraron día y medio, cinco minutos por persona".
Luis Cassá Marín, en su emotiva intervención, aseguró ser "de la generación de los nietos que han estado esperando un resquicio, una ley como la de Memoria Histórica, para poder reivindicar la memoria de sus abuelos y enterrarlos dignamente". La generación de su madre, sin embargo, vivió "como hijos de vencidos, con el miedo a cuestas toda una vida".
El deseo de su madre y hermanas era que algún día se pudiera demostrar "que los de la columna minera no eran criminales, sino héroes e idealistas que fueron a Sevilla para ayudar a la República y a su gobierno constitucional, elegido democráticamente frente al golpe de Estado militar de Franco". Por eso, Luis se dedicó a indagar en la ley y, con la ayuda de su prima Amparo, consiguió la documentación necesaria. La remitió al Ministerio de Justicia; en ella figuraban también las actas del Consejo de Guerra que Adamuz le facilitó.
Fue el 30 de agosto de 2011 cuando vio su objetivo cumplido. Luis recibió una carta del Ministerio de Justicia. Se trataba de la anhelada declaración de reparación y reconocimiento personal. Según este documento, al que ayer dio lectura Cassá, queda acreditado "que don Luis Marín Bermejo padeció persecución y violencia por razones políticas e ideológicas, siendo injustamente condenado a la pena de muerte en virtud de la sentencia dictada sin las debidas garantías por el ilegítimo consejo de guerra celebrado en Sevilla el 29 de agosto de 1936, y ejecutado en esa ciudad, en cuya prisión provincial estaba recluido el 31 de agosto siguiente (...)".
En su libro, tal y como comentó Luis, Adamuz también rehabilita la memoria del resto de represaliados de la Cuenca Minera. Porque la obra le otorga a Luis Marín Bermejo y a los miembros de la columna minera "el reconocimiento social que ellos siempre han merecido para que nunca queden en el olvido".
Ramón Membrillo, patrono de la Fundación Internacional Baltasar Garzón, también participó en la presentación del libro, al final de la cual se visionó un vídeo. En el mismo, el que fuera magistrado de la Audiencia Nacional apoyó el trabajo del periodista, del que es prologuista. "Adamuz ha conseguido con este libro traernos al presente lo que nunca debe estar ausente en nuestra vida: la memoria. Y con la memoria construimos el futuro de un pueblo como el español, que ha sufrido y que sigue sufriendo a través de las víctimas del franquismo el desconocimiento y el olvido", aseguró.
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