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Huelva/El escritor Jordi Soler publicó hace dos meses un artículo en el que hacía referencia a las investigaciones del alemán Peter Wohlleben acerca de la vida subterránea que mantienen los árboles en los bosques. De la interconexión entre ellos mediante las raíces, convertidas en una particular red de cableado de fibra óptica por la que comunicarse, intercambiar información y, también, ayudarse entre sí a mantenerse vivos. Es la vida oculta, lejos de las miradas y las consideraciones ajenas; casi clandestina pero fuerte y clave para seguir la actividad que sí es percibida por los demás. Soler apelaba al estudio de este ingeniero forestal para hablar de la inteligencia colectiva; la profesora Rosa García Gutiérrez lo hizo ayer para introducir a su audiencia en la "red invisible" en la que se ha constituido la literatura de mujeres "durante siglos, sin que se haya tenido constancia oficial de ello".
Fueron sus palabras un aporte a la justificación de la jornada celebrada ayer en la Facultad de Humanidades de la Universidad de Huelva. La doble orilla: poetas españolas e hispanoamericanas del siglo XX fue un ciclo de cuatro conferencias, "modestas por duración pero de gran calidad por sus ponentes", que aclaró la propia Rosa García, directora del máster de Estudios de Género, Identidades y Ciudadanía de la Onubense.
La profesora profundizó más en la idea arbórea para establecer la relación de la literatura protagonizada por hombres con la de mujeres: "Hay que desenterrar estas raíces para ver las limitaciones del bosque visible". Porque se trata, dijo, de "un bosque sobre otro bosque". El bosque femenino bajo el masculino.
"Más que bosque subterráneo es un bosque subacuático", bromeó con el mismo concepto la primera conferenciante, la cubana Luisa Campuzano, también por las conexiones entre las poetas de España y de América, que centran esta jornada.
Cuando la profesora García Gutiérrez hablaba de la gran calidad de las ponentes, con Campuzano se quedaba corto. La académica cubana es una eminencia de las letras de su país, de las hispanoamericanas, y de la poesía en particular. Conferenciante experimentada, se encargó de abrir el ciclo para introducir a los participantes en otra idea más interesante si cabe: la de "las tres orillas", sumando en el Atlántico la del continente africano, de donde llegaron millones de esclavos negros al americano.
Campuzano reivindicó a dos compatriotas fundamentales en la poesía, no solo latinoamericana, Nancy Morejón y Georgina Herrera, hijas de la herencia africana, "primeras mujeres que escriben poesía en Cuba como sujeto lírico negro", con una vertiente en cada caso: África como tema fundamental en Herrera, y la histórico-política en Morejón, continuadora de la poesía social de Nicolás Guillén.
"Todavía huelo la espuma del mar que me hicieron atravesar", comenzaba esta última el extraordinario Mujer negra, uno de los poemas cubanos traducidos a más lenguas, símbolo de esas tres orillas de Campuzano, que tan excepcionalmente contextualizó con un profundo retrato histórico y social.
Otra cubana, Milena Rodríguez, profesora de la Universidad de Granada, habló después de la colombiana Piedad Bonnett y de su compatriota Reina María Rodríguez. Y en la segunda parte del ciclo, la escritora granadina Pepa Merlo recuperó a las mujeres de la Generación del 27, a Las Sinsombrero, y la vallisoletana María Ángeles Pérez López, a Julia Uceda y Paca Aguirre. Nombres todos de ese bosque literario oculto de raíces interconectadas.
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