Sorrentino scatenato
Parthenope | Crítica
La ficha
* 'Parthenope'. Drama, Italia, 2024, 136 min. Dirección: Paolo Sorrentino. Guion: Umberto Contarello, Paolo Sorrentino. Música: Lele Marchitelli. Fotografía: Daria D'Antonio. Intérpretes: Gary Oldman, Silvio Orlando, Luisa Ranieri, Stefania Sandrelli, Isabella Ferrari, Celeste Dalla Porta.
En mi opinión Paolo Sorrentino es un autor sobrevalorado. Ha habido muchos en la historia del cine y después el tiempo ha hecho justicia. Tiene talento, por supuesto, pero lo ha asfixiado su ego al aspirar a una genialidad de la que carece y su obsesión por los grandes del cine italiano, desde De Sica, presente en su estimable primera película, Polvere di Napoli (1998) que jugaba con L’ oro di Napoli, hasta Fellini, en su gran éxito internacional con la inteligente variación sobre La dolce vita que fue La grande bellezza (2013), que nos fascinó a todos con su histriónico barroco posfelliniano.
Entre una y otra ofreció películas interesantes que guardaban con buen resultado el siempre difícil equilibrio con la desmesura: L’ uomo in più (2001) -con la que inició su larga colaboración con el actor Toni Servillo-, Le conseguenze dell'amore (2004) o Il divo (2008). Justo antes de La grande bellezza, la pretenciosa y fallida This Must Be the Place (2011), rodada en inglés con lujoso reparto de estrellas americanas, dio un aviso de sus límites.
Tras ella no volvió a rodar -con la excepción de È stata la mano di Dio (2021)- una película que no estuviera lastrada por la inflamación estilística, siendo las peores The Young Pope (2016), las dos entregas de Loro 1 y Loro 2, unidas para su distribución internacional en el largometraje estrenado en España con el título de Silvio y los otros (2018), intento grotescamente fallido de hacer con Berlusconi lo que hizo con Andreotti en Il divo. En esta línea de hinchazón barroco-autorial-napolitana está Parthenope.
El poder y la maldición de la belleza representados por una mujer (espectacular Celeste Dalla Porta) llamada Parténope, la bellísima mujer que Afrodita convirtió en sirena y murió de desamor (o de rabia por no seducir a Ulises), siendo arrojado su cuerpo a una playa en la que se le levantó un templo que dio origen a la ciudad de Nápoles. La protagonista es así un símbolo de la belleza devastadora de la propia ciudad y la película cuenta su vida, centrándose sobre todo en el final de los años 60 y el principio de los 70, con un prólogo en los 50 y un epílogo en nuestros días.
Pese al amor por su ciudad y la fascinación por su bella intérprete, Sorrentino no logra repetir lo que hizo con la Roma berlusconiana en La grande belleza. En aquella se aferraba a La dolce vita como una partitura sobre la que hizo variaciones. En esta no tiene más apoyos que él mismo, con las sombras inspiradoras de De Sica, Totò, Fellini, Edoardo De Filippo o Giuseppe Marotta (el guionista de las películas napolitanas de De Sica, De Filippo, Paloella o Giannini) -y siempre, por supuesto, Fellini-, con sus obsesiones sobre el tiempo, la muerte, la fragilidad de la felicidad, la fugacidad de la juventud y el sexo, todo identificado con su pasión por Nápoles (y su equipo de fútbol) como la protagonista se identifica, como su símbolo, con la ciudad.
Pero no se basta a sí mismo. Flota, como su protagonista, pero sin lograr seducirnos como ella hace con cuantos la rodean. Algunos aciertos visuales y audacias musicales no compensan esta errática y pedantesca película pagada de sí misma. Se agradece la reaparición de una siempre esplendorosa Stefanía Sandrelli tanto como se deplora la esperpéntica de Gary Oldman. Sorrentino scatenato (desencadenado). Flatus vocis, en definitiva, por decirlo al modo clásico ya que recurre a la mitología.
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