Cuando el teatro empezó a ser teatro
XXXV Festival Castillo de Niebla
Nao d’amores y la CNTC llevan mañana al Castillo de los Guzmán una obra renacentista de Torres Naharro
'Comedia Aquilana' reivindica al autor que sentó las bases teóricas teatrales en España con su 'Prohomio'
Bartolomé de Torres Naharro tenía sólo siete años cuando Colón y los hermanos Pinzón cruzaron el Atlántico por primera vez. Estudió en Salamanca muy joven, se vinculó a la Iglesia en su Diócesis de Badajoz y vivió en Valencia los primeros años del siglo XVI. Ya entonces escribía, con una especial atención al teatro, al que dedicó mucho estudio. Aunque fue en Italia donde se completó como autor, enriquecido por el “motor del humanismo en pleno Renacimiento italiano”, llevando sus comedias a los palacios cardenalicios.
La obra
Comedia Aquilana.
Sábado 17 de agosto, 22:30. Castillo de los Guzmán, Niebla.
Duración: 1 hora.
Autor: Bartolomé de Torres Naharro. Producción: Nao d’amores y Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC).
Versión y dirección: Ana Zamora. Dirección musical: Alicia Lázaro. Asesor de verso: Fuentes de la Voz. Vestuario: Deborah Macías. Escenografía: Ricardo Vergne. Iluminación: M. A. Camacho.
Reparto: Silvia Acosta, María Besant/Irene Serrano, Javier Carramiñana, Juan Meseguer, Belén Nieto, Alejandro Saá, María Alejandra Saturno e Isabel Zamora.
Cuenta Ana Zamora que parece inexplicable que el autor más representado de su época sea ajeno ahora al público, lejos de las tablas. No deja de ser el primero que, además, sienta las bases teóricas del teatro en España, también en Europa, en su celebrado Prohemio del compendio de obras propias que es Propalladia. Y la directora teatral y dramaturga, justo 500 años después de su publicación, allá que se fue a Roma a investigar la fuente, sus influencias, a encontrar las razones de su brillo antes de que llegara Lope.
Comedia Aquilana es producto de esa profunda investigación en Italia. En Torres Naharro porque fue, probablemente, su última pieza escrita antes de su muerte, en Sevilla, donde refleja tan bien todo lo que estudió. En Ana Zamora, en su rescate, porque vio claro que era una obra “de madurez”, y probablemente “la que tenía una conexión más directa con la teatralidad más lúdica”.
El autor extremeño hablaba de comedias “a noticia” y “a fantasía”, y entre estas últimas colocaba la Aquilana, haciendo posible la invención, llevando la comedia a ese mundo cortesano de aire festivo.
Dicen que ésta fue una obra hecha para su representación en un banquete de boda, gloria al amor y a sus enredos mucho antes que el Barroco pero con propia entidad renacentista. Y así ha concebido Ana Zamora su adaptación, rigurosa con el punto de partida, moldeada para su punto final con pequeño guiño al teórico teatral.
La compañía Nao d’amores lleva muchos años de prospección histórica en el teatro previo al Siglo de Oro, aunque rehuyen de la etiqueta de “arqueología teatral” que algunos les atribuyen. “Somos muy rigurosos con las fuentes pero nos movemos en un espacio absolutamente contemporáneo. No se trata de sacar a los actores en pantalones vaqueros sino de una contemporaneidad más conceptual”, cuenta Zamora de su trabajo adaptativo.
Hay rigor con el origen en esta coproducción con la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) pero perfectamente razonado. Si el respeto por la fonética del siglo XVI es total, realmente cuidado, “no es por ser puristas sino por respeto a las formas versales, al ritmo, a la musicalidad”.
Y esa sonoridad reposa también en las partituras de Alicia Lázaro, en quien ha recaído otra pata de la investigación a falta de los originales que acompañaron aquellas primeras representaciones sobre 1520.
“Sin referencias musicales en Comedia Aquilana, ha habido mucho de búsqueda, inspiración y recreación”, cuenta Ana Zamora sobre el apartado musical, que se hace presente en el escenario con la interpretación en directo, parte de ese elenco de ocho personas, actores y músicos, que marcan el ritmo sonoro y gestual en coreografías que acentúan esa teletransportación renacentista entre ese gran pórtico de madera creado por Ricardo Vergne, con paneles de floridas telas entre un vestuario con Arcimboldo en el pensamiento.
A Deborah Macías, esos ropajes que tan bien marcan los amores del escudero Aquilano y la princesa Felicina le valieron un premio Max hace unos meses. Entrar en ese palmarés, confiesa la directora ahora, no les había pasado antes por la cabeza. Queda en agradable anécdota el merecido reconocimiento a los albores del clásico.
Lo suyo es más la responsabilidad asumida de reivindicar el pasado en el que se asienta el brillo posterior. Y las excelentes críticas que suman tras año y medio de recorrido desde su estreno respaldan esa apuesta propia que se sublima en delicias para la escena como esta Comedia Aquilana, para la que se necesitan, sobre todo, apunta Zamora, “programadores valientes”. Porque el público, sorpresa, se rinde al resultado. Y ahí sí que no hay trampa ni cartón. Mañana se podrá comprobar en la 35 edición del Festival Castillo de Niebla. Los más rezagados aún pueden comprar entradas, también en el propio Castillo. Una oportunidad como ésta no hay que dejarla escapar.
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