Por tierras americanas
Historias del fandango
Capítulo 8. Localizamos la huella del fandango y sus peripecias por tierras de Méjico
El gran músico Hilarión Eslava analiza técnicas y características del fandango
Capítulo 7: Los novios en Sanlúcar
Los intercambios y el trasiego de músicas populares entre España y sus colonias americanas generó siempre un enriquecimiento mutuo, aunque los investigadores no terminen de ponerse de acuerdo en si ciertos cantos, como el fandango, fueron de aquí para allá o vinieron de allá para aquí. El Diccionario de Autoridades de 1730 define al fandango como “baile introducido por los que han estado en los reinos de Indias”, pero el Diccionario de la Lengua de 1833 dijo que era “cierto baile alegre muy antiguo y común en España”. La desinencia –ngo hace pensar en un origen africano, como baile traído por los esclavos negros. Pero muchos estudiosos hablan de un origen árabe muy anterior, de cuando los musulmanes habitaron en Al-Andalus entre los siglos VIII y XV. Tanto la discusión como la investigación llevan siglos sin ponerse de acuerdo. La más reciente edición del DRAE, de 2014, adoptó una postura ecléctica, eludiendo referirse a su procedencia y revisando la definición como “antiguo baile español, ejecutado con acompañamiento de canto, guitarra, castañuelas y hasta de platillos y violín, a tres tiempos y con movimiento vivo y apasionado”, que también da una visión bastante arcaica y sobrecargada de lo que el fandango es hoy.
Lo cierto es que durante el siglo XVIII el fandango, considerado como fiesta, se puso tan de moda que incluso llegó a ser musicado por autores clásicos como Antonio Soler, Bocherini, Scarlatti, Mozart y otros.
Este es un género que se encuentra por todo el continente latinoamericano y más allá. Hay noticias de fandangos en Argentina como fiesta de gauchos con baile; en Quito, Ecuador, como una danza criolla indecente y popular; en la costa norte de Colombia; en el estado de Paraná (Brasil) donde se baila el fandango caiçara; y se practica también en Portugal, que lo considera llegado de España; en Filipinas…
Veracruz, Veracruz…
En Méjico hay gran tradición fandanguera. En Veracruz se conoce como fandango a unos espectáculos campestres que se solían celebrar los domingos fuera de la ciudad. También llamaban así a la música de su fandango autóctono, conocido como son jarocho, una mezcla de nuestras seguidillas y fandangos, que se baila zapateado sobre una tarima [1]. Eran fiestas donde se practicaba mucho el juego, verdadera pasión de los mejicanos; los adinerados celebraban timbas en las que se jugaban ingentes cantidades de dinero: “en la soledad de los bosques se evaporan muchas fortunas, fruto de la suerte o de las fatigas de muchos años”, descubría un artículo del corresponsal del diario El Constitucional de Barcelona (15 octubre 1827). El fandango como reunión cultural se sigue celebrando en Veracruz, una ciudad en la que han convergido históricamente muchos pueblos y culturas.
La violencia en los fandangos
La violencia era cosa frecuente en aquellas fiestas y saraos donde se bailaba el fandango en Méjico y territorios entonces hispanos. Unas veces por piques entre participantes, que se exacerbaban con la bebida o con los desafíos buscados desde los cantes; otras con reyertas que buscaban dirimirse en dichos encuentros.
El Correo de Ultramar contaba en 1855 un relato sobre un fandango en la finca de Tomás con motivo de la boda de su hija. Todo está preparado: los invitados, los cantores, los músicos con sus instrumentos. El joven y tímido Manuel había enamorado a María y se concertó el matrimonio entre cantos y bailes. Todo era fiesta. Pero entra en escena el sirviente Juan, cuarentón enamorado de la chica, que improvisaba décimas y glosaba cuartetas aduladoras dirigidas a la joven, pero la indiferencia de ella le provocaba “la rabia que engendró en su pecho el mutuo cariño de los dos prometidos”. En la fiesta, se improvisaron letras que fueron generando un ambiente de desafío, que finalmente desembocó en una formidable gresca. Machetazos, invitados que se guarecían de los sablazos con un banco, volaban las astillas de los instrumentos de los músicos, las mujeres se escondían por la violencia desatada, mientras el padre de la novia hizo frente a su sirviente que le apuñaló [2].
Dos noticias más con el fandango como hilo conductor en territorio mejicano. En la ciudad californiana de Tahama se enfrentaron los indios y los mineros de la zona y éstos degollaron a quince o veinte personas de la tribu indígena. Uno de los más destacados asesinos fue un bandolero de nombre Joaquín [3] [4].
En la norteña ciudad mejicana de Reinosa, cuando la guerra contra Estados Unidos que costó a Méjico la pérdida de más de la mitad de su territorio, en 1848, trataron de apresar en un fandango al militar colaboracionista Antonio Canales Rosillo, comandante en la rebelión del Rio Grande, pero se les escapó [5].
Hilarión Eslava analiza el fandango
El sacerdote, compositor y musicólogo navarro Miguel Hilarión Eslava (1807-1878) [6] definió el fandango en 1856, tanto en sus aspectos musicales como sociológicos, encuadrándolo entre las antiguas canciones populares con el triple carácter de música instrumental, vocal y de baile. Concretó sus características afirmando que “ninguna de nuestras canciones populares trae una estructura tan graciosa y cuyo efecto sea tan sorprendente como el de esta. El carácter del fandango, aunque alegre, tiene cierta expresión de dulce melancolía. Opinan algunos que es de origen árabe, por la expresión de abandono con que se canta y por las síncopas y elisiones que hacen los buenos cantaores; pero su tonalidad es sin duda alguna la del 3º y 4º tono del cantollano. Todo esto prueba que el fandango es uno de os cantares más antiguos de España”.
De todas las canciones populares de España la más generalizada y común es el fandango. Hilarión lo probaba proponiendo: “Dígase a un andaluz… [7].
Él consideraba que el fandango, la malagueña y la rondeña son una misma cosa en la esencia y que su diferencia consiste principalmente en la transposición.
(Continuara)
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