"Toca por Huelva..."
Antonio Mairena debió transigir en 1941 con las exigencias de la discográfica, que le impuso grabar fandangos en cuatro de sus discos
Antonio Mairena y el fandango
Huelva/LO que imperó desde el Concurso de 1923 en Huelva hasta bien avanzada la década de los años 50 fue el fandango. Con ese panorama, cuando La Voz de su Amo ofreció a Antonio Mairena grabar varios discos, él, que llevaba un programa preparado a base de soleares, seguiriyas, bulerías, alegrías y tangos, debió corregirlo.
“Cuando llegué a Barcelona, en la casa grabadora me dijeron que ni hablar de cantes puros, que tenía que grabar cuatro caras de fandangos y cuatro de cuplés por bulerías. Aquello fue un calvario para mí, porque yo no era fandanguero”. Pero grabó fandangos en cuatro de aquellos discos, resultando que uno de aquellos “se hizo famoso, porque tenía una letra muy sentimental que iba bien con los gustos de entonces”.
En su segunda grabación (Columbia, 1950) incluyó otros cuatro discos de pizarra también con varios números de este cante. En total, Mairena grabó en toda su discografía solo nueve cortes de fandangos, buena parte de ellos naturales. La que Antonio consideraba su obra más importante, La gran historia del cante gitano-andaluz (Columbia 1966), cantada por él, no lleva fandangos. Pero sí los encontramos en la Antología del cante flamenco y gitano que dirigió en 1960. También en el LP Viva el fandango de Huelva, una recopilación de Hispavox en la que canta fandangos de la provincia junto a los Hermanos Toronjo, Valderrama, El Culata, Pepe Pinto, Paco Isidro, Manolo Limón y varios más.
El disco ‘Sevilla, cuna del cante flamenco’
No le sentó bien participar en el disco titulado Sevilla, cuna del cante flamenco –o, al menos, habla del mismo con manifiesta desgana en sus memorias–, en las que afirma haber intervenido “sacrificándome por el éxito y por la divulgación del cante, y también por mi Sevilla de mi alma. De ahí nació la idea (de ese disco)”.
Llama la atención que menciona a todos los artistas que intervienen… pero ignora a los Hermanos Toronjo, esa pareja de desconocidos por entonces que era, precisamente, la que abría las dos caras del LP con fandangos y sevillanas. Disco que fue un éxito colosal gracias a los cantes de los alosneros, dicho sea de paso.
Una exhibición… en privado
Una cosa no quita la otra. Su saber fandanguero fue siempre superior, y sospecho que si no los cantaba sería más por seguir su particular doctrina flamenca que por falta de gusto. Y como no los cantaba, se asentó la especie de que no sabía cantarlos, hecho que el maestro desmintió enésimas veces. Un ejemplo: hay una grabación, efectuada en la Casa del Arte Flamenco de Mairena, en 1980, en la que se explaya con una exhibición de variantes que confirman sus vastos conocimientos de los estilos huelvanos.
“Milito, vente conmigo…”
Y aquí merece referirse la anécdota que cuenta Emilio Giménez Díaz, de cuando él presentaba un programa de flamenco en Radio Popular de Sevilla que Mairena solía escuchar. Un día de 1982 hizo Emilio un comentario en el sentido de que quizás el fandango era el palo débil del maestro. No debió gustarle aquello a Mairena, pero no le dijo nada al periodista, que contaba con su franca amistad. Y días después le invitó para ir a comer a Mairena:
–Milito (le llamaba cariñosamente)… Milito, vente conmigo, que vamos a ir a comer a la Venta de los Conejos y luego echaremos un ratito.
Allá que fueron ambos. Comieron y se inició después la sesión de cante con un grupo de amigos. Pidió Mairena al guitarrista que le tocara por fandangos y empezó a cantar por Huelva, un fandango, otro, otro… y seguía con la tanda sin parar. De manera que, dándose ya por aludido, el bueno de Emilio conjeturó que así replicaba el maestro a su comentario, dejando constancia de que también era un enorme conocedor de este palo, tanto en estilos como en letras y con el aire de Huelva tan bien aprendido como cualquier cantaor nativo. ¡Y eso que no era fandanguero!
Buenas relaciones con Huelva
Mairena tuvo unas cordiales y frecuentes relaciones con Huelva y con su afición, como vimos en el capítulo anterior. Anotamos algunos ejemplos: en 1969 actuó como jurado y cantó en el fin de fiesta del I Concurso de Cante Flamenco, organizado por el Club Gedeón, en el que los concursantes tenían que cantar obligatoriamente fandangos de la tierra. Participó en el ciclo de los Festivales de España en 1971, encabezando un cartel en el que figuraba también Naranjito de Triana, el flamante último premiado en el Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba. En 1973 actuó en la caseta de la Peña Flamenca en las fiestas Colombinas. En abril de 1974, un grupo de aficionados anunció la constitución de la Peña flamenca Niño Miguel (?) en la capital y su directiva acordó nombrarle presidente de honor. También fue homenajeado por la Peña Flamenca de Huelva.
Su aprecio por Antonio Rengel
Tenía en gran estima a Antonio Rengel, con el que coincidió en ocasiones compartiendo escenario, como en la Gran Verbena de la Prensa, en junio de 1935 [3], y luego en Sevilla. Dijo de él que “merece un puesto de primer orden, porque ha sido una de las grandes figuras del cante onubense y sus fandangos representan en nuestros días lo más depurado y noble de este cante. Rengel de Huelva fue enciclopédico en lo que al fandango se refiere: los abarcó todos y todos los dijo con limpieza y honesta fidelidad a la tradición”. ¡Qué mejor aval que esta loa a su representante más dilecto, el gran Antonio Rengel!
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