Los toros de Gerardo Ortega en la finca Los LLanos de Santa Olalla del Cala
Toros
Un recorrido por la serranía onubense en la búsqueda de un nuevo capitulo de la Ruta del Toro para este periódico
Huelva/A Gerardo Ortega le eligió la ficción para hacer de chico prepotente y arrogante en 'Sufre mamón, devuelveme a mi chica', junto a su primo David Summers, líder entonces de Hombres G.
Le doblaron la voz por aquello del acento demasiado sevillano. Lo que son las cosas.
Tiene una risa franca cuando la manifiesta y lo de prepotente y arrogante se quedó en la ficción. Ni una cosa ni otra representa al tipo que le ha puesto portero automático a su finca Los Llanos en Santa Olalla. Porque allí está el toro de los Ortega ganaderos. Allí le hemos buscado para hablar de esa aventura que le llevó a vender sus camadas completas para las peñas del levante español.
Sin pelos en la lengua Gerardo habla de estos veinticuatro años de ganadero y deja perlas que merecen la pena.
“Yo empiezo en el 98 en Sevilla con dos sobreros en la corrida de Miura. Y paso de esos dos sobreros a lidiar en la feria once años seguidos. Ahí comienza a repuntar la ganadería y ya empieza a torearla Morante. Mi padre tuvo una época muy buena que fue cuando le compra a mi tío Paco las vacas año 85/86 hasta el año 90/92. En ese último año mi padre lidia en San Fermín una corrida y no sale buena. Ahí él empieza a plantearse que aquello no le iba a funcionar y ahí le relevé”.
Pero a Gerardo hay que buscarle porque atrás quedan cinco años donde toda su camada la mandó a las calles.
Dice sin vanidad alguna que a él no lo ha quitado nadie. “Me he quitado yo y por eso voy a volver. Yo decidí no querer más taurinos ni más toreros en mi vida. Decidí que era un momento personal en el que necesitaba ponerme yo en orden. En mi vida, en mi negocio. Me vine a vivir solo al campo y no es fácil; no sabia si lo iba a soportar porque mi vida había sido viajar y estar en esa intensidad de lo social y ahora iba a ser otra cosa. Es verdad que he tenido también esa faceta de ser muy solitario en otros momentos y poco a poco te vas haciendo a eso que vas buscando que no es otra cosa que sacar conclusiones de tu vida en un momento donde eres aun joven”.
–¿Cuándo llega ese momento en el que uno dice: “a tomar por c…. todo”?
–Cuando me divorcio mi vida personal lo acusa de forma muy fuerte. En aquel momento uno buscaba el calor de su otro mundo; ese del mundo del toro y no lo tuve; no me sentí querido. Me dije: no me queréis, lo sé y lo acepto. Me llegó al alma pero en ese momento sabes que únicamente estás tú y tus decisiones. Y comienzas a tomarlas. Con el tiempo eso me hace más fuerte. Aprendes a convivir con tus convicciones más realistas y dejas a un lado los convencionalismos que muchas veces tiene el toro. Ahí es cuando decido vender mis toros para las calles. Me voy de la plaza y me voy consciente de que el mundo del toro me va a criticar. A lo mejor todos no, pero aun sin decírmelo a la cara yo se que el purismo me despreció por no anunciar mis toros en ferias. Ahora, con el tiempo, casi todos los que largaron de mí venden toros a las calles.
–¿No me diga que le llamaron tratante de ganado?
–Si hombre, claro que sí. Pero ¿Qué le vas a hacer?. Porque al fin y al cabo yo sigo manteniendo amigos en esto del toreo y como además no llamo y tampoco molesto pues tengo esa vainas aun por gastar.
–Vale, ganadero. Pero después de estos seis años, jugando a ser gestor, a defender los números, ¿no hay algo que su cabeza suene a un sí...pero…?
–Nada en absoluto porque yo veía lo que estaba pasando a mi alrededor. Yo he visto la desesperación a mi alrededor. Y además siempre lo he hecho sabiendo que iba a volver si no me aburría de esto. Pero aquí no caben dramatismos. Todos sabemos, yo por lo menos lo tengo claro, que a las calles le debemos mucho. Y también que son las que han posibilitado que yo pueda seguir aquí. Tampoco es que haya necesitado cambiar mi postura sobre mi ganadería ni mucho menos. Ya se que muchos dicen que te vas a desprestigiar, que llevarlo todo a las calles no es favorable, que el toro cambia. Bueno, quien se lo tome de esa forma, pues vale, pero yo no he cambiado ni un pelo la forma de seleccionar. Hice siempre las cosas igual que siempre, con el mismo criterio. Mis toros embisten exactamente igual.
–¿Seguro?
–Joder, sí. Cuando alguien te dice que el toro para las calles tiene que tener más picante, más agresividad, yo no lo veo. No se que es eso del picante. A mí no me gusta el picante, me gusta que mi toro embista. A mí eso de picante me suena a darle favor al público. Pero no hago el toro para que le guste al público o al torero, hago el toro que a mí me gusta ver con mi hierro en la plaza. Y ya está. ¡Que tenga emoción¡ me dicen otros. Sí hombre, emoción pero de la buena. Pánico no.
-¿No termina poniendo la pandemia esto un poco al toro en su justo sitio?
–No se en que porcentaje, pero sí. Desde hace mucho tiempo sobran toros en el campo. Eso no es nuevo pero si es verdad que en tiempos difíciles se ha notado mucho quien tiene una idea y quien no. Todo el mundo no puede ser torero; te hace falta valor, condiciones, etc. Ser ganadero hasta ese momento fue más fácil; más si tenías gente con solvencia y fuerza a tu alrededor. Hemos proliferado de ganaderos el mercado y a su vez eso es lo que nos ha hundido después. Aquí pasa con todo en la vida: el que tiene alma de algo es el que continua. Tu tienes que tener esa necesidad vital de decir voy a luchar ante todo; si algo necesita la ganadería es tesón, paciencia y afición. Mucha afición, porque lo más fácil para un ganadero es vender una piara de vacas mansas y se acabó. No te llaman las peñas para venir, no te llaman los toreros para tentar y no te llaman los compromisos para pedirte una vaca. Te borran, eso es así. Los ganaderos de bravo no vivimos de nuestra ganadería, vivimos de nuestras fincas.
–Mamas esto desde muy joven. Sabes del trabajo de tu padre, de esa apuesta por el toro de Marqués de Domecq pero aquel viaje hacia lo de Guateles lo haces prácticamente tú.
–Lo del Marqués no terminaba de funcionar. Yo pensaba que le faltaban cosas a la ganadería de mi padre que podían arreglarse. Con la fantasía que te da el ser joven y querer probar algo nuevo y diferente yo tiré por meter sementales de otras ganaderías.
–Ilusión y de esperanza cuando llegan esos dos sementales de Guateles a su casa.
–Estaba convencido de que había acertado y evidentemente, a día de hoy, acerté. Nosotros le compramos aquello a los Jesuitas y más tarde, a Litri, un semental más y treinta vacas. A día de hoy mantengo cuatro reatas de aquello y en orden. Porque mi padre por ejemplo no tenía costumbre de ahijar. El ponía el nombre que le parecía a las becerras y a mí me entregan un puñado grande de papeles que había que poner en su sitio. El siempre decía que yo lo que había hecho era ordenar el dominó pero es que el dominó nadie sabía por donde venía. A mí me tocó hacer el CSI de la ganadería y trabajo costó poner medio en orden todo aquello. La mejor forma fue sentarse, esperar cuatro años y poco a poco irse quedando con lo más te convencía. Me dejaron setenta y cinco reatas y hoy por hoy se han quedado en veintidós.
–Aproximadamente ciento treinta y cinco vacas ¿Qué tipo de camada te dejan sacar?
–Yo he venido sacando unos cincuenta machos por año. Eso me ha dado para llevar a toro lo más fuerte, unos veinticinco o treinta toros, y quitando lo de menos cara. A partir de ahora eso ya no lo quito y por eso me planteo volver a lidiar en las plazas.
–¿Por que es ahora el momento?
–Por muchas razones pero principalmente porque he asumido que yo disfruto del campo y de ser ganadero. Ha sido un camino duro, no creas. Estaba lleno de dudas de si encajaba en este sitio; si podía cambiar mi juventud por dedicarla al campo. Tenía muchas preguntas pero las ha curtido la vida. El tiempo, las experiencias, los disgustos y las alegrías. Tengo la libertad de volver como antes la tuve de irme.
–Usted es un tipo de guitarra, ¿Cómo se afina una ganadería?
–Con afición y un criterio inalterable. Un músico puede dedicarse hoy al Soul, mañana al Country y pasado a otra cosa. El ganadero de bravo no. Si eres Funky lo eres hasta el final.
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–¿Y tu toro que es en este momento, Funky, Rock and Rock o Folkclórico?
–(Se sonríe por dentro cuando me suelta eso): Al principio yo estaba contento de que fuese más de marcha de Semana Santa. Ya sabes, la seriedad, la clase, la emoción. No se si es Funky o rocanrolero pero lo que sí quiero que tenga es capacidad de ir a más. No estoy para buscar un supertoro pero sí un toro que tenga fuerza para comportarse como un toro.
–¿Cómo se llega a ser feliz?
–Buscando la felicidad. No hay otra. Soy feliz pero dentro de esa dosis que no empalaga. A mí la felicidad me la da saber que estoy siendo capaz de mantener una cosa por la que mis padres y mis abuelos lucharon y en la medida de mis fuerzas, mejorarla. Valorarlo, saberlo y mantenerlo. Ese estado te lleva a ser feliz con más cosas y aprendes a disfrutar de la vida.
–La vida que nos lleva, Gerardo.
–Las cosas en la vida cuando pasan son por todo; por lo malo, por lo bueno… Tu eres el resultado de todo lo que haces y el resultado de mis decisiones lo tienes ahora delante. Si no hubiese hecho algunas cosas que hice no sería como soy ahora. Me conformo, acepto y desde luego le doy gracias a Dios de tener la oportunidad de seguir aquí.
–Incluso la decisión de apartarte del circuito también marca...
–Me sirvió para desintoxicarme. Yo vivía un taurinismo muy intenso con todas las circunstancias. Ahora estoy como reseteado. Se lo que quiero, lo que no, con quien me apetece estar y con quien no voy a estar. Soy como los toreros: se cuando hay que ponerse.
–¿La mejor virtud para vivir?
–La humildad.
–Y la tienes?
–Sí, sin ser gilipollas. Si no eres humilde, no puedes estar aquí. Tienes que serlo para saber que hacer, no mandar un toro al matadero y organizar tu casa.
–Que no es poco para como está esto.
–Hombre, la pesadilla del toro no llega con la pandemia. La pesadilla de todo el toreo llega con el 15M. Podemos ha sido el enemigo número uno para este mundo y de todas la fiestas y tradiciones y a todas ha hecho daño. Lo que pasa es que no han podido; pero yo en un momento si pensé que habían podido. Lo más triste de todo no nos pasó a los ganaderos. Les pasó a las personas, a los banderilleros que les negaron todo. Que los trataron como a perros callejeros. Que eran trabajadores y los marcaron. Los marcaron con odio y sin piedad. Eso no puede ser justo.
La Fiesta no es política. Yo puedo vender un toro a un ayuntamiento de Podemos o a uno de Vox. Lo que no estaba dispuesto a vendérselo es a un sinvergüenza. Quizás por eso me fui.
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