Última gota del exprimido universo Spiderman

KRAVEN THE HUNTER | CRÍTICA

Los intérpretes Aaron Taylor-Johnson y Russell Crowe. / D. S.

La ficha

* 'Kraven the Hunter'. Acción, Estados Unidos, 2024, 126 min. Dirección: J.C. Chandor. Guion: Matt Holloway, Art Marcum, Richard Wenk. Música: Evgueni Galperine, Sacha Galperine, Benjamin Wallfisch. Fotografía: Ben Davis. Intérpretes: Aaron Taylor-Johnson, Russell Crowe, Ariana DeBose, Fred Hechinger.

Marvel ha acabado por convertirse en el invitado plasta que no se va por mucho que se ponga la escoba detrás de la puerta o, por hacer arqueología de la televisión, en el cómico argentino Joe Rigoli que puso de moda aquello de "yo sigo". No se van de las pantallas sus superhéroes. Y sigue, y sigue, y sigue… Desde 2008 ha lanzado 41 largometrajes y 33 series de televisión, además de videojuegos y otros productos. Y sigue, y sigue, y sigue… Porque es la franquicia más productiva de la historia y los pocos fracasos compensan los muchos éxitos, aunque la calidad y originalidad de unas cuantas no redima el carácter mecánico de la mayoría.

La editorial de tebeos creada en 1939 ha explotado a sus criaturas en el llamado Universo Cinematográfico de Marvel con mucha mayor dureza que Léntulo Batiato a sus gladiadores. Y como los pobres son dibujitos, no hay Espartaco que los libere.

Le toca el turno ahora a Kraven el Cazador, personaje creado en 1969 dentro del universo de Spiderman -fue uno de sus mejores antagonistas- por el genial y mítico dúo formado por Stan Lee (1922-2018) y Steve Dikto (1927-2018), hijos de pobres inmigrantes que, además de representar con sus éxitos el sueño americano, forjaron parte de su imaginario con sus criaturas. La película cuenta por qué Kraven se convirtió en la mala bestia que es, que está muy de moda explicar por qué los malos llegan a serlo buscando siempre excusas que lo justifiquen. Humanizar, llaman a esto.

Eso sí, sin ahorrar el más brutal despliegue de violencia (justificada por su pasado, por supuesto) porque, a la vez que se explica por qué los sufrimientos le han convertido en lo que es, de lo que se trata es de explotar sus sangrientas hazañas con un puntito de redención porque al final se enfrenta a seres peores que él. Y, por supuesto, de explotar también el poderoso físico de quien interpreta al superhéroe, en este caso el Aaron Taylor-Johnson que fue un improbable John Lennon en Nowhere Boy y un poco creíble Vronsky en Ana Karenina, tenendo mejor fortuna -más ajustada a sus talentos- luciendo músculo en las dos entregas de “Kick-Ass” y en producciones Marvel a la vez que intentando con mediana fortuna interpretar papeles de mayor enjundia en El muro y Animales nocturnos, su mejor película. Aquí pone físico, pero ni el guión ni la dirección le permiten sacar más jugo de su modesto talento interpretativo. Mejor está en sus breves pero contundentes apariciones Russell Crowe. El resto del reparto, con la cantante, bailarina y actriz Ariana de Bose al frente (la Anita del remake mamarracho de West Side Story de Spielberg por la que le regalaron un Oscar), no aporta gran cosa. 

Quizás hayan escogido para dirigir esta mediocre cosita con un guión sin pies ni cabeza, que ni tan siquiera aporta buenos y creativos efectos digitales, a J. C. Chandor, un realizador con gran prestigio que ha dirigido las excelentes Margin Call (2011) y El año más violento (2018), dos muy buenos thrillers en los que mafioso adquiere un amplio sentido que va de los bancos de inversiones a los criminales, para intentar darle a la película un fallido aire híbrido entre el universo de los superhéroes y el de las familias mafiosas rusas. No se ha logrado y en el empeño este buen director ha perdido más que la productora, que ya es decir, porque según los primeros resultados no recuperará ni la mitad de los 110 millones que ha costado y ha supuesto el final del llamado Universo Sony-Spiderman.

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