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POR VERÓNICAS
Se le ha gastado el aliento de vida a esa manos bordadoras de tanta seda e hilo de oro. Se le ha marchado la vida a Nati, la Maestra de tanto conocimiento del toro y de la propia vida. Esa vida que me dejó conocerla un poquito, solo un poquito, sentado a su vera en un coloquio en Hinojos.
Se nos va tan ligera la vida que a veces casi no reparamos en cuanto se nos va de al lado. Personajes que no son familia pero que han creado vínculos tan imprescindibles para entender particularmente este mundo del toro que piden pararse, meditar y recordarlos como lo que han sido: gente vital e importante para esta Fiesta que nos apasiona. Isabel Natividad García de Frutos se ha marchado hace apenas unos días a sus 89 años de edad. Nati no era modista, era sastra de toreros. Esas manos, las suyas han bordado mil trajes de torero; al taller que fundara su madre en Madrid llegaron figuras de la talla de Belmonte, los Bienvenida y más actuales como los Juli, Ponce y entre todos ellos también a Curro, el de Camas.
Conocí de ella en Almería, de donde era su fallecido esposo, el torero Enrique Vera, porque de su buen hacer venía saliendo ese capote de paseo que premia al triunfador de la feria en honor a la Virgen del Mar. Hoy me entristece, aunque sea ley de vida, que esas manos que tanto brillo han puesto en la Fiesta se hayan apagado. Ley de vida, pero aunque se a en esta rincón de una página de toros no debe pasar la ocasión de recordar que al toreo se le fue la mujer que en cada traje de seda y oro puso alma, corazón y vida. D.E.P.
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