Luis Marquínez García

El bodegón de Palos

28 de noviembre 2020 - 01:39

En tiempos en los que abundan en general las vulgaridades, las imitaciones y la búsqueda del beneficio fácil, cuando uno se topa con gentes o locales singulares, especiales y puros, la situación merece, cuando menos, una parada, una o varias oportunidades y, en este caso y por mi parte, hasta una reverencia.

Es cierto que en nuestra querida Andalucia han abundado históricamente los bares y restaurantes de esos que yo llamo 'singulares', pero desgraciadamente cada vez son menos y en este odioso panorama de la globalización gastronómica, cada vez nos encontramos con más repeticiones de una comida sin fundamento y sin referencias geográficas ni en el producto ni en las artes manufactureras del creador del plato, ni siquiera a la historia culinaria del lugar.

Los tiempos cambian y las técnicas evolucionan, incluso aparecen productos nuevos y soy un defensor profundo de aquellos que los saben utilizar y aplicar convenientemente, siempre manteniendo firme el concepto del restaurador.

Esa reverencia que antes citaba la hago ante El Bodegón, en Palos de la Frontera, un local intemporal, sin pretensiones, pero siempre fiel en su largo recorrido a unos valores de pureza sublimes. Adrián y Mercedes nos ofrecen con la mayor simpleza (ojala fuera fácil) un concepto gastronómico excelso, donde el producto, su selección, su proceso y su servicio se cuidan al máximo. Donde por encima de las modas y los precios, están los principios y la honestidad.

Si lo visita y se fija, encontrará numerosos detalles que en otros locales de mucho más tronío no los verá, aunque se trata de una casa modesta. Fíjese en las mimadas brasas de encina, en las parrillas, en las copas, en los platos, en el filo de los cuchillos,… Pruebe el pan, las conservas, las verduras (¡Qué tomate!¡Qué berenjena asada!), la variedad de carnes y pescados (¡Qué carnes!¡Qué bacalao!) escueta pero maravillosa, la selección de quesos extraordinarios, los diversos cafés (¡Qué cafés!), …

No todo el mundo lo valorará o apreciará, eso es parte de su encanto. Mi consejo: entre en esa antigua bodega, pídase un vino generoso en la barra acompañado por unas extraordinarias aceitunas manzanilla y, a partir de ahí, se dará cuenta que está en un sitio especial, siéntese en la mesa dispuesto a disfrutarlo.

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