El parqué
Álvaro Romero
El Íbex se desmarca
Que la pelota no entre, mosquea. Refugiarse en la historia sin tener presente mil aspectos que condenaron al Decano a un inicio competitivo muy por debajo de lo que merecía, pese a ser el pionero, también. Tampoco conviene olvidar que, en los últimos 50 años, la vida ha sido de otro color, y mucho mejor casi siempre, al actual. Eso desnuda, eso entristece todo lo que nos rodea aunque la intención no haya sido ésa, pero los momentos y ciertos discursos hay que saber controlarlos. Esos mensajes, como los de la temporada pasada cuando estábamos a un paso de vivir otro playoff histórico y esto parecía un duelo desde enero (y vamos a dejarlo ahí, que Huelva es muy pequeña y nos conocemos todos), deja tocado hasta al más optimista. ¿Realistas? Siempre. ¿Vendeburras? Ni uno. ¿’Alexubaguistas’ después de rebotar con más fuerza que nunca tras vivir los peores años deportivos e institucionales de siempre? Menos, por favor, porque luego llegan estos resultados y toda explicación se pierde entre justificaciones arabescas. Y porque justo esta grada, la de estos años, la que tanto ha dado y tan poquito ha recibido, merece otra cosa.
La dificultad de cohabitar en el limbo es innegable pero el caso es que a los que están les ha tocado, no hay más. Jamás creeré en malas intenciones ni en acusaciones histéricas, pero la sensación general, y eso también es innegable, enoja. Por cierto, de lo de echar más cuenta de lo normal a las redes sociales ni hablamos; éstas no son ni el diez, ni el quince ni el veinte por ciento de nada y quien ahí insulta o delinque, a perseguirlo con la ley, que para eso está. Yo me fiaría mucho más de lo que dice un estadio que lo que brama un ridículo nick o un sectario de manual, pero seré un bicho raro.
Sea como fuere, y ahora que aún estamos a tiempo, quizás habría que empezar a pensar cómo podemos ponernos, usted, yo y todos, manos a la obra para sacar esto a flote porque se ve que sólo con los de abajo va a estar justita la cosa. No esperemos a estar sepultados en vida para reaccionar a lo bestia. Que sí, que eso ya lo hemos hecho y varias veces, pero tampoco tentemos más a la suerte. Con o sin Abel abajo (ojalá se quedara diez años porque sería la mejor señal), y con Caín, si vuelve, al frente, o con el que sea arriba, hoy aún se está a tiempo de colocarnos en la mejor de las trincheras, como antaño hicimos -entonces sí- sobre la bocina. Ya saben: si quieren paz, prepárense para la guerra. Desde este domingo ante el líder, cada día y a todos los niveles, me temo que todo van a ser contiendas.
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