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Tribuna Económica
José Ignacio Castillo Manzano
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Tribuna Económica
Sobran los acontecimientos geopolíticos para los que difícilmente se pueden ofrecer explicaciones generales convincentes. Por ejemplo, cómo dos democracias consolidadas, como son Argentina y Estados Unidos, han entregado sus gobiernos a este heterodoxo modelo de políticos, showmans de ética laxa, que defienden desmontar el estado.
El reto intelectual sería encontrar una explicación que pudiera servir para ambos casos. No es tarea fácil hallar esa causa común, ya que los indicadores socioeconómicos son claramente diferentes entre ambos países. Concretamente, eran muy superiores en Estados Unidos, cuando en noviembre el presidente Trump ganó cómodamente las elecciones, frente a los que presentaba Argentina a la llegada de Milei. Por poner un ejemplo, el PIB per cápita norteamericano era casi el quíntuple del argentino.
Por tanto, la tradicional relación de supuesta causalidad entre problemas económicos, especialmente altas tasas de desempleo e inflación, y buenos resultados electorales de opciones insurgentes/populistas nos serviría para comprender la victoria de Milei, debido a la manifiesta y casi permanentemente mejorable situación de los sufridos argentinos. Además, esta posible explicación tiene cien años de exitosa y contrastada experiencia, sirviendo para justificar desde el ascenso electoral del nacionalsocialismo en la decadente República de Weimar, hasta la llegada de partidos insurgentes, de extrema izquierda o derecha, que surgieron tras la Crisis Financiera de 2008 en Europa. Sin embargo, esta explicación sería inútil para explicar la victoria de Trump en la más que boyante economía norteamericana.
El segundo sospechoso habitual del éxito populista, la inmigración, valdría a medias para explicar la victoria de Trump pero, desde luego, no la de Milei, dado el escaso peso de la población inmigrante en Argentina, solo un tercio del de España. Y digo parcialmente ya que la ebullición del mercado laboral norteamericano, con una tasa de desempleo que es más de un 60 por ciento inferior a la española, demanda una ingente cantidad de trabajadores migrantes para mantener su empuje.
Pero si lo que buscamos son similitudes socioeconómicas entre ambos países, sobresalen dos. La primera debería ser sólo una anécdota, y es que, en ambos países, se puede utilizar el Dólar estadounidense para sus transacciones diarias, aunque no es fácil admitir que el contacto diario con el billete verde tenga efectos secundarios tan drásticos en las decisiones de voto de la ciudadanía. La segunda puede ser más atinada, y consiste en el alto y similar valor que, en ambos países, presenta el Índice de Gini, sinónimo de una gran desigualdad de renta entre la ciudadanía. De hecho, los resultados de un conjunto de artículos científicos de los profesores Autor, Dorn y Hanson, uno de ellos con el reciente Premio Nobel Daron Acemoglu, demostraron que los distritos electorales estadounidenses dónde más empleos industriales se habían perdido por China fueron los que más votaron por candidatos al Congreso de ideología más extrema.
La conclusión final podría ser que, si la ciudadanía considera que el estado es incapaz de redistribuir la renta, independientemente de que sea mucha, en EEUU, o poca, como en el caso argentino, será más proclive a apoyar su desmantelamiento, a ser posible con motosierra. A la inversa, ello explicaría que, en nuestro país, los pensionistas, favorecidos por la redistribución de rentas del estado, sean el mejor anclaje de la política tradicional del bipartidismo.
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