Sobre el mínimo, toca contribuir

el poliedro

15 de febrero 2025 - 03:08

El descreimiento y desapego de una mayoría de ciudadanos españoles con respecto a su clase política es creciente, y no creo que sea alarmista denominarlo también inédito y preocupante. A vuelapluma, se le vienen a uno a la cabeza un par de episodios calentitos –de esta semana– que mueven a la comprensión del hartazgo. El presidente Sánchez reescribe, mesiánico, al evangelista (“Id y predicar la buena nueva”, Marcos 16:15-18), y suelta un poco de soflama melosa y otro poco de tinta de calamar a sus huestes, al insuflarles fe y brío apostólico contra el neoliberalismo y la ultraderecha por “tierra, mar y aire”. Feijoo, esperando abrazar a Puigdemont un día, olvida que el PP mantuvo un paupérrimo nivel de Salario Mínimo Interprofesional cuando gobernó, mientras que la coalición de izquierdas lo ha incrementado en un 61%; pero el gallego huele a voto ajeno y se revuelve contra los mismísimos fundamentos fiscales del IRPF, defendiendo con pasión –entiéndaseme...– que a los que menos ganan en la economía legal no se les puede gravar ni una perra gorda (sobre esto va este escrito, si me dan ustedes unas líneas o medio párrafo). En esto, albricias, coincide el PP con la vicepresidenta Yolanda Díaz: sorprendentes y coyunturales compañeros de tálamo, vive Dios. Abascal, subidito con los rayos y truenos del Tío Trump como elefante en cacharrería planetaria, chulea a Sánchez a cuenta de los muy antiliberales aranceles hechos granada de racimo global: “Es muy sencillo: Meloni cae bien; usted, mal. Si tenemos aranceles, será por usted”. Trump acaba de pasarse, por cierto, la alianza de defensa atlantista por el forro de su corbata, y se ha ido a decirle al socio Putin que pare la guerra en Ucrania, y que se quede con lo invadido. Es un golpe directo a la UE, que ve como la OTAN se dinamita y la multilateralidad se escapa por el husillo. No pocas veces hemos conjeturado aquí que el peligro Trump es, para Europa, un peligro a la postre bélico: se llama Rusia. ¿Farol, argumento de tapete verde y póquer? Ojalá. Como dicen en mi pueblo, “¡el lío es gordo!”.

Volvamos al IRPF y el SMI. Y no se me vayan, que es sota, caballo y rey incluso para los de Lenguas Muertas. Un breve recordatorio: el SMI es una renta. Las rentas tributan progresivamente y según su nivel. Hay rentas que están exentas por ser bajas, y Hacienda –cada Gobierno– establece cuánto es suficientemente baja o alta para quedar fuera o dentro del llamado “mínimo exento”: si ganas más del mínimo exento, tu pagador te hará una retención variable según lo que ganes en la nómina. Y a lo que vamos: digo yo que habrá que tributar si el SMI ha subido tan notablemente como ha subido (subida rampante en la cual estamos de acuerdo, dicho sea de paso, aunque tal medida haga más mediocres e injustas a las rentas medianas, y ahí dejamos la carga ideológica pro mesocrática). Cuando el SMI eran míseros 700 y pico euros por un mes a jornada completa, no tenía sentido gravar con IRPF a esa renta; hubiera sido incluso ignominioso hacerlo. Pero con 1.184 en 14 pagas, hay que tributar; poco, poquísimo, por cierto. Esa es mi opinión, y francamente me caben pocas dudas. ¿O con 1.500 ya te pueden ordeñar como contribuyente, como, por cierto, es de ley para poder soportar, por ejemplo, la sanidad pública o concertada? Claro, que mesarse los cabellos de solidarias maneras es mucho más rentable a corto plazo... que es el tema que te quema de nuestra política: la puñalá de pícaro, el a ver bajo qué cascos de caballos pongo a mi enemigo de ocasión. “Ecuestre lo que cuestre”, que decían Les Luthiers. Por cierto, en esto, la postura de Sumar, siendo inconsistente presupuestaria y fiscalmente, es sin duda la postura política más coherente.

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