LA NOSTALGIA DEL TROFEO COLOMBINO EN EL RECUERDO DE LA GRANDEZA

Una vieja tradición del fútbol español como el glamour de los trofeos veraniegos se ha perdido para siempre entre la globalización y los calendarios infernales. Hubo un tiempo donde los trofeos Teresa Herrera, Ramón de Carranza y Colombino eran los reyes del verano por su pugna en el prestigio y los equipos grandes se peleaban en participar con sus titulares en cualquiera de ellos, además cerrando contratos en plena temporada de Liga. Los tres eran torneos de gran fama, que daban solera futbolística al verano. Aquí incluso se pagaban los abonos fraccionados hasta llegar agosto. Ahora los clubes hacen su negocio en el período estival con las giras internacionales y la explotación de la imagen.

El Trofeo Colombino sintió su agonía por su debilitada salud al perder el encanto que fascinaba no sólo a Huelva y su provincia sino también al resto del país y ser un atractivo notable en Europa desde su nacimiento en 1965 al amparo de las Fiestas Colombinas en un ataque de bendita locura del polifacético e impulsivo José Luis Martín Berrocal en su etapa de su provocadora presidencia del Decano, que convocó en su apertura a los tres equipos más antiguos de España, Italia (Génova) y Francia (Racing de París) creando una referencia en la élite.

Por mi parte le profeso un cariño especial, mi debut periodístico en el desaparecido Diario Odiel de la calle Marina, siguiendo al Recre, fue en la edición XVI (1980) y capté desde dentro que tenía un halo de acontecimiento social-deportivo-cultural, ya en desuso, con excelentes oradores y reputados pregones. Simon Lowe es el primer británico que divulga el evento en la misma sede donde nació el Decano por obra y gracia de un grupo de compatriotas. Una historia que acumula 59 años y cinco ediciones sin celebraciones (2018 y los últimos cuatro años) y la sexta vez a disputar a partido único. El trofeo Colombino quiere recuperar sus rasgos propios manteniendo su supervivencia como atractivo local.