Roberto Scholtes
¿Podrán las bolsas europeas batir a EEUU en 2025?
el poliedro
No se me caen los anillos que no tengo por confesarlo: soy lego en materia de Inteligencias Artificial (IA) en general, tan es así que no fue hasta un almuerzo posterior a un acto académico cuando me enteré de que, en el caso del ya omnipresente y según todos los vaticinios omnipotente ChatGPT, se debe decir IA “generativa”. Puede que usted, amable lector, descubra tras esta declaración pública –casi nada hay más público que un periódico– que detrás de este humilde plumilla hay un gran fraude por flagrante desconocimiento y falta de actualización, y más aun teniendo en cuenta de que servidor es profesor de una universidad pública. Por cierto, hace unos meses contacté con un alto responsable del secretariado de innovación educativa de mi universidad, una de las más grandes del país, para preguntarle si podría yo enrolarme en alguno de los cursos de formación sobre IA que tuviera ese negociado. Me dijo que eso estaba en la mente del señor, que ya Dios mediante me avisaría. Por un lado, me quedé más tranquilo; por otro, hundido. Yo era un simple procrastinador con plaza en titularidad; pero el instituto educativo del ramo dentro de la empresa pública que me paga religiosamente también parecía estar en Belén con los pastores, y permitan la metáfora, esta sin duda actualizada. Sin duda en esta materia habrá un centro de apoyo técnico on line, pero yo querría que me lo explicara un profesor, y que haya un receso a mitad de las sesiones, y así poder charlar con otros neófitos (de nada te sirve un curso si el único alumno que está pegado eres tú).
Sucede muchas veces –no sé a usted– que cuando uno posterga una obligación formativa, y creo que esta lo es, la posterga sine die. Con el tiempo el sapo muere en tu interior, y aquí paz y después gloria. Ignorante de la novedad casi para la eternidad –la tuya, claro– no te queda sino sacar pecho y presumir de carpetovetónico o de humanista (esto último queda más lucido en la esfera académica). Y es que pocas cosas hay tan plásticas y maleables como una conciencia humana: émulos del Rashkolnikov de Crimen y castigo hay los justos. ¡Que se depriman los rusos, hombre, por favor! Pero bueno, algún dolor de este pecado queda, serán las patitas del sapo, y por lo tanto prometo enmendarme a partir de mañana, o ya si eso para primeros del año nuevo que se nos ha echado en la chepa como de rondó.
No sólo me voy a poner las pilas en ese artefacto demoníaco y totalizador que amenaza con mandar a la mitad de la tropa laboral al mismísimo carajo (que, como usted sabrá, es la canastilla del final del palo mayor de los veleros antiguos, donde seguramente se enviaba a los vagos y maleantes del buque, y les evito la enjundia metafórica del símil). No sólo eso, con o sin ayuda del programa de formación continua de mi universidad. No. También voy a hacerme con el ChatGPT de todas las narices y ojos. Es más, voy a hacerme con la versión de pago; total, qué son 18 euros al mes. Y se la van a traer los Reyes a mis hijas, por recomendación y con la subvención de su padre. Así me lo sugirió Evaristo en aquel almuerzo, y Evaristo es un empresario y un sabio digital, y encima uno didáctico, humilde, apasionado y sonriente (es un cachondo mental, por si todo los anterior fuera poco). Además, es compañero a tiempo parcial. 18 euros, bah: y es que, para quien siente resquemor por la desidia propia, no hay mejor ungüento y placebo que apoquinar: pasa con el gimnasio y con las clases de idiomas. Tampoco hay que ponerse más nervioso de la cuenta, no vaya a ser que el bicho lo note y nos castigue a la citada canastilla en el barco del conocimiento, cuya singladura es de lo más vertiginosa. ¿Leerá esta pieza de provincia colonial la IAG, y la meterá en sus cósmicos y chivatos archivos? Glups...
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