El parqué
Miedo a los aranceles
No fue una buena semana para casi nadie. Difícil adivinar lo que viene, porque el nuevo dueño del mundo es imprevisible. Todos a la espera de nuevos dislates trumpistas. De improviso, subida de aranceles a sus vecinos Canadá y México; y a China, su verdadero competidor. Amenazó con hacerlo a los cinco integrantes de los Brics (Brasil, Rusia, India, China y… Sudáfrica). Un susto en casa porque Trump y sus equipos son poco rigurosos: confundieron la S de “South Africa” y amenazaron a “Spain”.
Tampoco fue buena semana para Trump y la oligarquía tecnocrática en el poder. Se regodeaban de su supremacía en Inteligencia Artificial y los chinos, que trabajan en silencio, presentaron su sistema DeepSeek: más eficaz, más barato y más rápido. Hecatombe en la bolsa neoyorquina. La tecnológica Nvidia perdió en un día casi 600.000 millones de dólares, equivalente a un tercio del Producto Interior Bruto español.
En el 80 aniversario de la barbarie de Auschwitz, campo de exterminio nazi contra los judíos, en la televisión alternaban dramáticas imágenes históricas del genocidio con las actuales de docenas de miles de palestinos tratando de volver a pie a sus hogares destruidos por el ejército israelí. Trump, les envío un mensaje para que se fueran a Egipto, o a Jordania, lo que alarmó a estos dos países fronterizos.
También se cumplieron estos días cinco años del referéndum del Brexit. Encuesta demoledora: más de la mitad de los británicos creen que fue un fiasco y quieren volver a Europa. En ese 55% se suman los arrepentidos que se dejaron engañar por promesas falsas y la desinformación, más los nuevos votantes que sufren como jóvenes el tener menos derechos (de movilidad laboral, por ejemplo) que cualquier coetáneo español, francés o alemán; un comunitario italiano trabaja en España o Dinamarca mediante un simple trámite, mientras que un británico requiere permiso de trabajo. El Brexit significó pérdida de derechos y retroceso económico para muchos sectores. Fue una gran victoria de Rusia que debilitó a la Unión Europea al desgajarse su segunda potencia, con complacencia de Estados Unidos. El premier David Camerón pasará a la historia como un medio tonto importante al haber convocado un innecesario referéndum que cargó el diablo; y Nikel Farage por promover el “sí” a la salida de la Unión. Pero atentos porque, si estará desquiciado el mundo, que mientras la mayoría británica quiere volver a Europa, el propio ultraderechista Farage sube en las encuestas.
En España, entretanto, se vive en realidades paralelas: la economía, al menos en cifras macro es brillante (más crecimiento, más inversión y la cifra de paro más baja en 16 años) y, de otro lado, la política, ya considerada como tercer problema por los ciudadanos. El presidente Pedro Sánchez sigue en el alambre y sin red, empeñado en llegar hasta las elecciones de 2027. O más. El líder de la oposición, Núñez Feijóo avanza entre tanto dando volantazos. Dijo “no” a la subida de las pensiones (en un decreto ómnibus del Gobierno socialista que tenía trampa para picar y picaron) y ahora dice “sí”. Propone una ley del suelo muy parecida a la que rechazó, seguramente porque tenía el grave defecto de que la había redactado el gobierno socialista. Y por el camino sigue peleando con el Partido Nacionalista Vasco a cuenta de un palacete en París pagado por empresarios vascos emigrados y expropiado por la Gestapo. Un desatino. Sánchez en el alambre y Feijóo a volantazos, cuestionado por algunos de los suyos. Ojo.
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