Sangre en los ojos

Iñigo Vélez, en la banda del Nuevo Colombino.
Iñigo Vélez, en la banda del Nuevo Colombino. / Josué Correa

25 de marzo 2025 - 03:06

Iba a empezar estos renglones diciendo -no sin tristeza- que mis ojos nunca habían visto que mi equipo se mereciera descender más que lo que se lo merece este curso, pero luego recordé aquella escuadra del doble descenso y, entonces, tal drástica aseveración quedó descartada, aunque no por mucho. Las pesadillas, eso sí, son las mismas que las de aquel año. Uno valora todo lo que sucede en torno a ese escudito que tanto queremos y, sinceramente, ya no sabe si resignarse y ver pasar los partidos y los días como las vacas ven pasar las nubes o apiadarse, implosionar, indignarse, orar, rebelarse… Se duda hasta si hacer todo eso junto a la vez. Se admiten sugerencias; gracias.

En un club normal todo hubiera saltado por los aires no ya esta temporada, sino la pasada cuando se desperdició lo que se desperdició, pero claro, como de fondo estaba el otro –como siempre- parecía que tenía que doler menos cuando jamás debió ser así. En un club normal las declaraciones del presidente en la radio de todos los andaluces hubieran generado un volcán; aquí quedó en un petardito, si acaso. En un club cualquiera Abel no hubiera aguantado ni tres partidos en septiembre (ni en la pasada primavera), pero con todo lo de fondo había mucho arroz para tan poco pollo. De los que ficharon, ni hablamos. En una entidad futbolera deportiva del montón estos tres últimos partidos del Recre le hubieran costado, sí o sí, la cabeza al entrenador, sea o no -que no lo es- el máximo responsable del desastre, pero aquí, como si nada. Del gafe inseparable del hombre gildoyniano, que estropea todo lo que sobrevuela, ya está todo dicho, así que para qué perder más tiempo con él.

Es que entre lo de los refuerzos de este último invierno, lo de no gastar otra bala tirando de tipos de la cantera que destacan (¿Davinchi o Paolo sí pueden aguantar la presión pero otros no?), lo de las promociones inoportunas -se veía venir-, la no existencia de un puñetero líder que nos pusiera a todos dando volteretas… Pues eso, que todos los caminos llevan a Roma, pero a la Roma de las catacumbas. Y a mí no me va a convencer nadie de que es momento de apoyar; no oiga, eso lo llevamos haciendo desde que el mundo es mundo. Eso se ha hecho hasta de forma exagerada cuando nadie lo esperaba. Ahora lo que toca es que unos y otros reaccionen, narices, aunque los discursos planos y conformistas no auguran un nuevo milagro precisamente; y es eso, temo, lo único que nos puede sacar de ésta

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