La política española da el espectáculo
Para sorpresa de nadie
Que no iba a parar el fútbol ante una tragedia como la de Valencia lo sabíamos todos. Yo vivo en un país en el que ni tras el 11M, cuando hubo quien brindaba con champagne con casi doscientos muertos encima, se suspendió la liga. A nosotros nos tocó tragar más saliva de la normal cuando aquel 20-D cuatro de los nuestros (más tarde serían cinco) perdieron la vida camino del Bernabéu y se jugó ese partido por narices. En España hay estadios en los que se apoya y homenajea a terroristas y donde, durante décadas, no se ha guardado un minuto de silencio por terroríficos asesinatos; son esos clubes, por cierto, con los que muchos babean y son puestos como modelo de no sé qué estilo y no sé qué elegancia: ya. En España hay un club que apoyó sin tapujos un golpe de estado, (sí, lo mismo que hizo Tejero y compañía) y que ha regado de dinero, durante veinte años, al estamento arbitral y están el resto de equipos acongojados y callados porque es el que es y representa lo que representa a nivel político nacional: y no pasa nada de nada. “No es el fútbol; es LaLiga”. Ja.
Claro que el mundo tiene que seguir girando y hay que mirar hacia adelante pero hay una cosa que se llama tener respeto por las víctimas y otra que es pasar un duelo. En España cada vez hay menos respeto y menos vergüenza. Por cierto: si todos los jugadores y entrenadores han dicho que no se debería haber jugado este fin de semana, ¿por qué narices no se han plantado? ¿A qué esperaban? ¿Qué temían? ¿Por qué se escudan en otros cuando podrían haber hecho un ejercicio de personalidad y dignidad precioso?
La mayoría de nuestros políticos (salvo honrosas excepciones), como señalaba hace poco Marc Vidal, no sirve ni para gestionar su propia escalera; la mayoría de los dirigentes deportivos responden a intereses políticos y son, como norma general, igual de dóciles y de mequetrefes que ellos. Pero no olvide que a ellos les ponemos nosotros. España tiene justamente lo que merece: políticos que nos mienten o engañan en la cara y palmeros sincronizados que justifican cualquier acción si es de los suyos. Y si criticas algo eres un facha. Hasta a Rafa Nadal le han llamado fascista, que ya hay que ser imbécil.
Pobre Valencia, pobre país de pandereta y pobre del siguiente lugar al que le toque otra desgracia: ya saben todos ustedes que sólo les va a quedar su vecino para echarles una mano, aquel, por cierto, con quien siempre intentan enfrentarle en absolutamente todo. Otra vez España ha hecho el ridículo con gravísimas y tristísimas consecuencias y, otra vez, para sorpresa de nadie.
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