T rump y la FED, ¿un conflicto anunciado?

Tribuna Económica

24 de enero 2025 - 03:06

Desde su primer día de mandato, Donald Trump está imprimiendo un giro significativo en la política estadounidense, caracterizado por una agenda centrada en el proteccionismo económico, la restricción migratoria y el desmantelamiento de políticas que fueron clave con su predecesor, como el Acuerdo de París. Ha entrado en tromba en numerosas parcelas y pronto veremos si intenta invadir otra, la política monetaria, en la que convendría que se mordiera los labios y se retuviera incluso de opinar. Pero está por ver si podrá aguantar no entrometerse y respetar las decisiones que tome la Reserva Federal, la institución encargada de este ámbito. Atacar su independencia sería derribar uno de los pilares más importantes de la economía moderna.

La autonomía de los bancos centrales ha sido ampliamente aceptada en estas últimas décadas. Esta independencia se consagró por la necesidad de preservar el valor del dinero y mantener la inflación bajo control. Hay que tener en cuenta que el dinero hoy en día es fiduciario, no tiene valor intrínseco y su valor deriva de la confianza que sea capaz de trasmitir. Para que se conserve resulta fundamental que no se abuse de la emisión de dinero y la historia muestra cómo los gobiernos pueden sucumbir a esta tentación. De ahí que se buscara limitar su poder, entregando a una institución independiente la toma de decisiones, de carácter fundamentalmente técnico, para alcanzar esos objetivos.

Así, la relación entre el gobierno y el banco central de un país debe estar basada en un equilibrio delicado entre cooperación y autonomía. Mientras el gobierno diseña políticas fiscales para impulsar el crecimiento económico y atender las necesidades sociales, el banco central se encarga de la política monetaria, enfocándose en controlar la inflación, estabilizar la moneda y garantizar la salud del sistema financiero. Una colaboración efectiva permite alinear objetivos macroeconómicos, pero la independencia del banco central es crucial para evitar que las decisiones monetarias sean influenciadas por intereses políticos de corto plazo, asegurando así una economía más estable y sostenible.

En el caso de EEUU, el doble mandato que se le encomendó a la FED complica el asunto, porque tiene que compaginar el objetivo clásico del control de la inflación exactamente al mismo nivel con el objetivo de maximizar el empleo. En este caso, sin desviarse de su misión principal de estabilidad monetaria, el banco central tiene que contribuir al desarrollo económico, quedando expuesta a mayores presiones políticas que pueden erosionar su credibilidad.

Y justo por esta circunstancia, Trump tendría que ser si cabe más respetuoso. Sin embargo, su comportamiento en el pasado ha sido el contrario. No se ha cortado un pelo en despacharse a gusto, tanto en su anterior mandato como durante la reciente campaña, criticando el rol del banco central y disparando contra su presidente, Jerome Powell. Incluso ha llegado a decir despectivamente que su trabajo “solo requiere ir una vez al mes a la oficina para lanzar una moneda al aire (en referencia a las decisiones sobre los tipos de interés) y que todos hablen entonces como si fuese un dios”. Esperemos que su equipo le aleccione.

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