Manuel Campo Vidal

Con Trump y Musk se acelera la ultraderecha mundial

21 de enero 2025 - 03:06

Puede sonar a frase esculpida en mármol, pero es muy probable que ayer se cerrase “una etapa en la historia contemporánea iniciada en 1945, al terminar la Segunda Guerra Mundial”. Retengamos esa fecha. Con Donald Trump de regreso a la Presidencia de Estados Unidos, vuelve el expansionismo a la política exterior. Trump quiere comprar, o en última instancia ocupar, la isla de Groenlandia (cada vez menos helada por el cambio climático), cuya capital está más cerca de Nueva York que de Copenhague, su metrópoli. Lo propuso en 2019, aún en la Casa Blanca, y los daneses lo rechazaron. Ahora llega con disposición a presionar por otros medios, más allá de una oferta económica. La inspiración procede de la compra de Alaska a los rusos en 1867, por siete millones de dólares (unos 140 si actualizamos la cantidad). Es decir, una propina. Solo que los rusos querían vender y los daneses no, según su primera ministra.

Más expansionismo se puede leer en la aspiración trumpista de recuperar el control del Canal de Panamá para establecer nuevas tarifas y competir mejor comercialmente con China. Adiós a los históricos pactos Carter-Torrijos, de 1977, por los que Panamá recuperó la soberanía en la franja del canal. Salvo invasión militar, eso va a pasar, afirman en Ciudad de Panamá.

Mención aparte merece la declaración de Trump de extender Estados Unidos a Canadá. Entre el estupor general, la diputada Elisabet May le lanzó un mensaje provocador: “Ey, Donald. En vez de que Canadá sea el estado 51 de la Unión, veamos si California quiere ser la undécima provincia canadiense. Que el gobernador convoque un referéndum y se vote”.

Antes de irse, el presidente Joe Biden se refirió a la “oligarquía tecnológica” que quiere dirigir el mundo. Hace poco, ante la emergencia de las grandes empresas de la nueva revolución industrial, hablábamos del “creciente poder del Silicon Valley”. Decir sólo eso ya es poco y anticuado. Lo de “oligarquía tecnológica” describe mejor lo que pasa. Apellidos como Bezos, de Amazon, Zuckerberg, de Meta, Bring y Page, de Google, y Musk del entramado empresarial de satélites, automoción y tantas cosas más, definen el nuevo “complejo militar industrial espacial y mediático”. Sumar tsunamis de dinero y tanta capacidad de influir en las opiniones públicas vía medios digitales, condicionando el voto ciudadano, nos llevan a una nueva etapa de la democracia, que se ve amenazada. La retirada por Meta de los controles internos a la difusión de bulos y mensajes de odio, es un dramático paso atrás. Alemania va a convertirse en el primer laboratorio experimental de esta nueva fase de intromisión de poderes externos en elecciones nacionales. Putin intervino en el referéndum del Brexit, y seguramente en las elecciones norteamericanas, a través de bots y hackers, pero negando la paternidad de las acciones. Ahora Elon Musk entrevista a la líder ultraderechista alemana de la AfD, Alice Weidel, a la que impulsa a la cancillería. Sin disimulo. Tratando de evitar la catástrofe intervencionista, la Comisión Europea exige a Musk más datos sobre los cambios en los algoritmos por si contradicen regulaciones comunitarias. Tímida respuesta.

La foto de invitados a la ceremonia de posesión de Trump es reveladora de la alineación de la nueva internacional conservadora: entre otros, el argentino Milei, el salvadoreño Bukele, la italiana Meloni, el húngaro Orban y el español Abascal. Suma y sigue. Todos ellos en ascenso electoral en su país. Esto está cambiando y a partir de ayer puede acelerarse.

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