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La Unión de los Mercados de Capitales en la Unión Europea ha sido una de las grandes promesas que aún queda pendiente desde la firma del Tratado de Roma en 1957. El proyecto busca promover la libre circulación de capitales, una de las cuatro libertades fundamentales sobre las que se construye Europa, junto con la de bienes, servicios y personas. A pesar de los avances en los últimos años, la integración sigue siendo incompleta y fragmentada. Ayer, Valencia fue el escenario de un encuentro informal de ministros de Economía y Finanzas de la UE para darle un nuevo impulso.
La reunión –organizada por el ministro español Carlos Cuerpo– busca crear una coalición de países dispuestos a desarrollar este proceso y que hagan de avanzadilla ante la incapacidad de ponerse de acuerdo los veintisiete países. Así, Alemania, Francia, Italia, Polonia, Luxemburgo, Países Bajos y España participarán en el bautizado como el Laboratorio Europeo de Competitividad.
El problema de Europa es que el ahorro privado no está suficientemente canalizado hacia la inversión. Las diferencias con EEUU son enormes. La financiación empresarial sólo procede en un 25% de los mercados financieros, frente al 75% en EEUU; la inversión en capital riesgo es seis veces inferior y los fondos de inversión europeos son de media un 15% del tamaño de los americanos. Los ciudadanos europeos apenas invierten un 30% de sus ahorros en acciones y fondos de inversión, frente al 50% de los estadounidenses. Además, los inversores privados suelen invertir dentro de su propio país, mientras que los inversores institucionales prefieren invertir fuera de Europa, donde los rendimientos suelen ser mayores. Se estima que la fuga de capitales fuera de la UE asciende a unos 300.000 millones de euros anuales.
Resolver esta deficiencia de nuestro sistema financiero se vuelve crucial en estos momentos de grandes desafíos, como la descarbonización, la mejora de la productividad y la tecnología, la creciente fragmentación geopolítica o la enorme incertidumbre provocada por la guerra comercial desatada por Donald Trump. Además, hay que solventarlos con unas políticas fiscales muy limitadas por los altos niveles de deuda pública y el envejecimiento de la población. Europa necesitará movilizar entre 0,5 y 1 billón de euros anuales hasta 2030, y la integración de los mercados permitiría que el ahorro y la inversión fluyan entre los países de la UE, facilitando la financiación de los proyectos clave para el futuro económico del continente.
Recientemente, los dos informes para impulsar la competitividad encargados a los ex primeros ministros italianos, Enrico Letta y Mario Draghi, coinciden en subrayar la necesidad de impulsar este proyecto. La presidenta de la Comisión europea, Ursula von der Leyen, lo destacó al referirse a la necesidad de caminar hacia “más Europa”. Quizá ahora, en este momento tan crítico, sea posible desbloquearlo. Ya dijo uno de los padres fundadores de la UE, Jean Monnet, que los hombres solo aceptan el cambio por necesidad y solo ven la necesidad durante las crisis, y que, por tanto, sería en los tiempos de dificultades cuando los países europeos se verían obligados a unirse y buscar soluciones conjuntas, impulsando la integración de la región.
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