La política española da el espectáculo
La vida sin calma
Aquí se dilapidó una clarísima opción de pelear por el tercer ascenso seguido, tirando nueve puntos, y se vio tan normal. Durante la caída, claro, se pedía calma. Aquí se perdió contra un 3ªRFEF en pretemporada -dando una imagen muy poco justificable pese a la época y los suplentes- y se pidió calma. Se hizo un ridículo tremendo en Sevilla y se pidió calma. Nos igualó un 2-0 otro filial tras 5 minutos propios de infantiles y se pidió calma. Nos marcan todos y se pide calma, no le ganamos a nadie y se pide calma, se ríe de nosotros en cada partido el cuadro arbitral… y se dice que no se puede hacer nada; ah, sí, y se pide calma. Yo creo que hay capítulos que exigen de todo menos tranquilidad. Si hubiéramos tenido calma en 2016 el Recre sería hoy sólo un puñetero recuerdo, así que calma, la de Capó y Farruko… y ya. Por vivir en calma nos vendieron a un tipo que nos sepultó y que ahora está a punto de regresar. En otra ocasión, calmados y encerrados, nos fuimos a Quinta y a esta hora vamos camino de Cuarta otra vez. La calma, para el neurocirujano, oiga. A veces ver sangre hirviendo en los ojos de todos, del primero al último, ante cada atropello, cada resbalón imperdonable, cada afrenta histórica y cada injusticia es la mejor señal. Exigencia máxima y amor propio máximo, como cuando se tenía que ascender a toda costa y no valía ni media excusa. Pues algo igual.
El curso comenzó con una esperpéntica presentación de camisetas, un gatillazo en el recuperado Trofeo Colombino y sigue por el mismo errático sendero. El enfermo cada día empeora más, su médico de cabecera no da con la tecla, el jefe de la unidad médica, de repente, ya no se atreve a tocar al médico y el jefe del jefe sigue atado de pies y manos. Todo maravilloso. Otro día hablaremos de Josiel, Keita y Camará, de ese delantero que vino cuando se aseguraba que se buscaba uno diametralmente opuesto o de mil circunstancias más pero hay poco espacio, pocas ganas, algo de comprensión –aunque no lo crean- por el maldito limbo y, eso sí, su importante porción de miedo. Y hoy también pienso en la cara que, a buen seguro, pondría el pasado domingo el que pide oro por un club que no vale sus ensoñaciones y a quien se le acaba el tiempo para quitarse un marronazo de encima, aunque trate de disimularlo. Cada día ese nudo de la corbata va apretando más. Anda, hijo, vende y vete ya, que cada vez que apareces por aquí aun en la sombra, como era de esperar, las tragedias vuelven a sobrevolar.
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