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ES de fidedigna realidad que los que nos vamos diluyendo de esta precipitada vida, pisando la raya de la longevidad, tenemos que reconocer que en nuestras cavilaciones tenemos que darnos cuenta que ya nos pesan más los recuerdos que la esperanza de futuro.
De estos recuerdos, viene a mi mente algunas veces, aquellas buenas obras teatrales de ad moltos annos que nos ofrecían las salas del Teatro Mora y el Gran Teatro, tan a menudo, por distintas compañías teatrales y excelentes actores, entre su variado repertorio de comedias, dramas, sainetes y género chico.
Pero siempre se destacaba, entre otras famosas obras, las llevadas por el que fue insigne y genial dramaturgo, Alejandro Casona, siempre a la vanguardia por la riqueza argumental que afloraba en sus obras, bien recibidas por el público.
En aquellos tiempos, las obras teatrales, en el arte de la musa Talía, fueron dejando una impronta bien marcada, que fueron sus autores, los más significativos, en llevar a los escenarios un buen inventario, entre dramas y comedias, con el mayor éxito de taquillas.
De estos extinguidos autores me quiero decantar por el que creo se llevaba la palma, que fue Alejandro Casona, que había nacido en el pueblo astur de Cangas de Onís, el año 1903, que ya casi ha rozado el medio siglo, desde su nacimiento. Empezó Casona siendo inspector de escuelas docentes, para después pasar a la inspección de Primera Enseñanza, por lo que se afincó en Madrid, en el año 1931.
Era tal su afición por el teatro que fue llevando por todos los pueblos la dirección de un teatro ambulante, dejando pedagogía y alegría en aquellos ambientes algo retrasados, haciendo una gran labor.
En el año 1933 ganó el Premio Nacional de Literatura, con su obra Flor de leyenda, y el Premio Lope de Vega, con la comedia La sirena varada, que fue protagonizada, por la Compañía de Margarita Xirgu y Enrique Borrás.
Con Jardiel Poncela y García Lorca formaron un triunvirato de los más afortunados autores, en el año 1936, pero en la funesta Guerra Civil, Casona, por su idea política, se exilió, marchándose a los países sudamericanos, recorriendo toda su costa, estrenando todas sus obras más famosas, fijando su residencia en Buenos Aires.
Sus obras fueron traducidas a varios idiomas, que fueron distribuyéndose por muchos países extranjeros, lo mismo europeos, como Estados Unidos. En 1961, regresó a España para volver a residir en Madrid, que lo recibió con los brazos abiertos, llegando a cosechar los mayores éxitos.
Fue Casona un extraordinario innovador teatral que prefirió imponer su táctica y obviar la técnica; en la primera había una mezcla de realidad y fantasía. Sus obras más selectas y elegidas por el público entendedor fueron las siguientes: La sirena varada, Prohibido suicidarse en primavera, Los árboles mueren de pie, La casa de los siete balcones, El caballero de las espuelas de oro, La dama de alba y Nuestra Natacha.
Alejandro Casona, que omite su segundo apellido en sus obras, dejó de existir en Madrid, el año 1965.
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