El lanzador de cuchillos
Martín Domingo
¡Boom!
La polémica generada días atrás con la decisión sobre los restos arqueológicos del antiguo edificio de Hacienda se ha zanjado. Al menos de momento. Hay una comisión interdisciplinar de profesionales que ya trabaja para encontrar la mejor solución para conservar y darle visibilidad a ese yacimiento, que destaca por ser un hito en la investigación de Tartessos.
La Delegación de Cultura de la Junta de Andalucía ha sabido reaccionar, y ha dado un paso lógico, al abrir consultas y encomendarse a un equipo técnico de distintos ámbitos e instituciones que debe consensuar la salida más viable y beneficiosa para la historia de Huelva y su arqueología. En ellos confiamos todos, entendiendo que la Administración ya ha mostrado ahora su voluntad de dar con una solución que satisfaga a todos, teniendo en cuenta los condicionantes asociados. Pero eso no implica que nos conformemos con eso y no tratemos de buscar la forma de ir más allá para realmente encontrar el modo de aprovechar una oportunidad que parece única en estos momentos.
Todo pasa por la ambición. Hay que ser ambiciosos, sin complejos, aspirando no solo a la conservación y a eso que llaman “puesta en valor”, sino a dar un paso más que lleve a convertir este enclave en una reivindicación del papel de Huelva en la historia antigua y muy especialmente en el mítico pueblo tartésico.
Con un edificio por construir, un proyecto arquitectónico que reescribir y una voluntad clara de integrar ese conjunto monumental que una vez, miles de años atrás, fue puerto de Tartessos a orillas del rico estuario onubense, cabe insistir en levantar ahí un gran centro museístico y de investigación de Tartessos, el mismo que hasta el momento no encuentra ni una versión reducida en cualquier otra ciudad.
Razones hay sobradas, y un repaso a algunas de ellas hacíamos hace una semana en este mismo espacio. Pero el motivo más importante radica en un necesario cambio de actitud entre la sociedad onubense que le lleve a lo que hablábamos: a ser ambiciosa, a mirar el futuro con aspiraciones altas, sin ponerse trabas a sí misma, acabando con ese derrotismo que culpa al vecino y potencia un provincianismo que poco lleva al desarrollo de una tierra con –sí, lo recordamos– ese enorme potencial que tiene Huelva.
Los restos del edificio de Hacienda no son el único ejemplo pero sí son una gran oportunidad que ahora está encima de la mesa. Para ese gran Museo de Tartessos que Huelva y la historia merecen y, sobre todo, para despojarnos de los complejos y apuntar alto, a lo más alto, sin temor y sin anticiparnos a posibles obstáculos que empezamos a materializar nosotros mismos por nuestra falta de fe en nuestras propias posibilidades.
Con Tartessos se ha hablado muchas veces en Huelva de centros de interpretación, como se habla de un Museo Arqueológico genérico que le resta el protagonismo que debe tener en esta tierra. Porque Tartessos merece más que unas salas de ese futuro museo en el que se trabaja. Igual que el pasado islámico merece que se recupere la ciudad de Saltés, como tan cerca está de conseguirse. O el pasado prehistórico, los vestigios fenicios y romanos también esperan encontrar un gran escaparate en ese Museo Arqueológico sin renunciar al de Tartessos, no porque en Extremadura y Sevilla tengan claro que pueden explotarlo por sus propios vínculos sino por lo que Tartessos significa en Huelva, que debe reivindicar su capitalidad también en la actualidad.
Hay más casos. A finales de 2022 estábamos en una carrera para acoger la sede de la Agencia Espacial Española, en la que el principal rival no era Sevilla, y la Junta o el Gobierno no eran adversarios externos. El principal enemigo estaba en casa y eran los propios onubenses que cuestionaban la utilidad y conveniencia de esa sede administrativa, la despreciaban o directamente dudaban y hasta rechazaban un posible logro de la capital onubense.
Parece que son los mismos que también dudan de la necesidad de un AVE a Huelva, que critican “el gasto” [inversión, siempre es inversión] que supondría y se conforman “con mejores y más trenes a Sevilla”.
Son los mismos que dicen que Huelva no debe tener aeropuerto [aunque éste sea privado y no cueste un duro a las arcas públicas] porque ya tiene suficiente con los de Sevilla y Faro (pero insuficientes estos para traer la Agencia Espacial Española). O quienes creen que no era necesario el proyecto de Rafael De la Hoz que ganó un concurso público del Ministerio de Fomento y decían que era suficiente la nueva y austera estación de trenes. Son los que también ponen el palo en la rueda de una nueva revolución industrial que pone a Huelva en el centro, en una clara apuesta por la sostenibilidad, las nuevas fuentes energéticas y la nueva minería que surge como oportunidad ineludible con la economía circular.
Lo mismo se podría decir del desdoble de la N-435 a Extremadura, la presa de Alcolea, un nuevo puente de salida hacia Punta Umbría y muchas más actuaciones pendientes que tienen el mismo denominador común: la falta de ambición de Huelva.
Lo que hubo detrás de la consecución de la Universidad de Huelva no fue aquella manifestación del 3 de marzo de 1988, fue ambición y determinación de todos los onubenses. Ese debe ser el verdadero motor del cambio y el impulso que necesita esta tierra si quiere evolucionar y crecer.
A punto de rebasar el primer cuarto del siglo XXI, ha llegado el momento de que los onubenses maduremos y manifestemos nuestra voluntad de avanzar y mirar alto. No es cuestión de política ni de partidos políticos, aunque haya quien busque réditos apoyado en el propio provincianismo que nos impide desarrollarnos. Es cuestión de creer en nosotros mismos, valorarnos, aspirar a lo mejor y exigirlo. Así seguro que llegará el Museo de Tartessos, el AVE y tantas cosas que Huelva necesita y merece.
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