La esquina
José Aguilar
¿Tiene pruebas Aldama?
La diplomacia es un mundo acotado a las miradas. Sus acciones y los efectos que generan, también. Se parece a un dominó en hilera: vemos cómo se abaten las fichas, pero, no la mano que tumbó a la primera para que cayeran todas. Esa mano es la de la política, las más de las veces oculta y muchas veces aterradora. Sirve a intereses que la ciudadanía ignora y que quedan en un hondón cuyo fondo no se percibe. En una de sus acepciones, la RAE la define como “disimulo”.
Sé con certeza y no por intuición que las cosas son así; tengo la edad suficiente como para poder afirmarlo. Y algunos dirán que no puede ser de otra manera, y llevarán razón, no se las niego. Pero, muchos de los actos que provocan esta parte oculta de la política que se ocupa de las relaciones entre los partidos, a veces generan no sólo náuseas sino también multitud de inconvenientes incluyendo en el guiso hasta aberraciones éticas.
Detrás de ese conjunto de procedimientos que regulan las relaciones entre los «aparatos» partidarios, siempre se esconde un beneficio económico, político o judicial incluso, poco o nada confesables, ya afecten a sujetos individuales o empresas, o a corporaciones privadas o públicas. Los intereses personales, familiares y sociales del resto de la ciudadanía, son secundarios y hasta prescindibles, en estos tratos de mesa camilla en la que sólo están presentes los necesarios. Van en el mismo lote del acuerdo que se hace, aunque el mismo no esté siquiera ni por escrito y jamás quede constancia de ello, excepto que algún historiador o algún cantamañanas los saque a la luz con el paso de los días; pero, entonces, los hechos se habrán consumado y los daños en su caso, serán irreversibles.
Ayer fue investido de nuevo presidente, Pedro Sánchez, por una mayoría considerable del Congreso de los Diputados. Nada que objetar desde el punto de vista de la legalidad vigente. Pero, dicho lo anterior, no le arriendo la ganancia al morador de la Moncloa, porque, los toros que ha de lidiar esta vez no son mansurrones precisamente; han salido al ruedo para cornear al PSOE y desbaratarlo en Cataluña, en primer lugar ―lástima de un político como Salvador Illa, que se puede dar por sacrificado―, y, en el resto del territorio nacional, en las sucesivas elecciones conforme vaya llegando su hora.
Como es lógico, con lo anterior se puede estar de acuerdo o no. Pero, lo que está ocurriendo en dicho partido, jamás hubiera sucedido en otro tiempo. Jamás.
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