Carmen Camacho

Autocuidado

Cambio de sentido

El último fraude verbal llega de mano de Ayuso, que llama 'autocuidado' al "búscate la vida"

25 de enero 2022 - 01:37

Están al alza últimamente los fraudes de lengua, todo tipo de estafas idiomáticas, más allá de los habituales eufemismos, neologismos, revoleras gramaticales, tecnicismos de pichiglás y expresiones perifrásticas con las que los argumentarios políticos y otros lenguajes de poder nos pretenden adormecer. La malversación de ese fondo público que es el diccionario va incluso más allá: sin que nos demos cuenta, nos tocan y truecan las palabras, hasta arrancarlas de su fondo y poso, hasta hacerlas significar otra cosa. Esto no es nada nuevo -pregúntenle a Orwell sobre neolenguas-; de ello nos llevan advirtiendo los cabales desde Antonio Machado, que bien sabía que la poesía era "el mundo visto al fin del derecho", o desde los llamados Diccionarios del diablo, que tratan de demoler las falsías del idioma, renombrar e "inventar palabras, sí, para que ellas nos inventen" (señaló Ángel Crespo) contra la constante manipulación a la que, lenguaje a través, estamos sometidos.

De un tiempo a esta parte, libre significa gratis; liberación es el proceso por el cual un móvil puede usar cualquier tarjeta, y libertad, poder adquisitivo. Compartir, qué pena, es poner a disposición de un usuario un archivo o enlace. En los días pasados dediqué un artículo a observar cómo no pocas personas predican de sí mismas ser unas privilegiadas por tener un contrato precario, haber estudiado con una beca del Estado, poder votar o compartir piso con cuatro personas. Tremendo cambiazo: a los derechos conquistados, o a lo obtenido con nuestro esfuerzo, ahora lo llamamos "privilegios". Desde aquí puedo oír las carcajadas de los auténticos y únicos privilegiados de nuestra sociedad.

El último fraude verbal ha llegado de la mano del ventrílocuo de Isabel Díaz Ayuso que, en vez de reforzar la sanidad y estudiar medidas de contención ante el tsunami de contagios de Covid, anima al "autocuidado". Y añade: "El gran hospital de Madrid está en los domicilios madrileños". Autodiagnosticarnos, automedicarnos, aguantar el tirón todo lo que se pueda, o valorar cada cual si puede permitirse o no confinarse no es autocuidado; se llama abandono por parte de la Administración. Autocuidarse no es improvisar una misma, sin conocimientos médicos ni farmacéuticos, ante el desamparo; como tampoco lo es comprarse un bolso para subirse la moral. Autocuidarse es muy otra cosa: ponerse lejos de mendaces, viles, listillas y arteros. O no comulgar con estas ruedas de molino, por ejemplo.

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